Un trago amargo
Por: Norma Carretero Rojano
Sin duda alguna un divorcio entre los padres es un trago amargo para todos los miembros de la familia pero muchas veces necesario e inevitable. La falta de comunicación entre la pareja, “los vicios ocultos” –permítame usted expresarlo así- de alguno de los cónyuges o de ambos antes del matrimonio, de la coexistencia; la diferencia de edades que, a la larga o a la corta llega a ser un factor primordial, claro, no siempre, para un desenlace fatal; educaciones y modos de vida paralelos, es decir, completamente diferentes, etcétera, etcétera.
Probablemente ambos –hombre y mujer- se casaron llenos de ilusiones, con ganas de hacer las cosas bien, pero… algo pasa cuando estos factores que menciono en líneas anteriores empiezan a caer poco a poco por su propio peso y, de repente, ¡pum!, surgen las verdaderas personalidades, los verdaderos sentimientos, la maldad en alguno de los dos, los modos, la verdadera forma de vida en cada uno de ellos. El agua y el aceite jamás se juntan, es una ley universal. Y no es que uno sea mejor o peor que el otro, SIMPLEMENTE SON DIFERENTES.
Aunado a lo anterior y en el mismo orden de ideas, cunado uno de los dos decide que el camino más sano es el divorcio y el otro se opone, la situación se puede volver demasiado complicada, sobre todo en relación a los hijos. Tristemente, y es una constante, el cónyuge que se opone a la separación, por naturaleza humana, llamémosle así, ataca emocionalmente a sus propios hijos. Se expresa mal de su pareja, llena a los hijos de irrealidades y perversidades en contra de la madre o del padre, según sea el caso, logrando, no impedir la separación, en primer término, mucho menos el reencuentro o la reconciliación, lo único que logra verdaderamente es la inseguridad, la baja estima y el desequilibrio emocional en los hijos, causando daños muchas veces irreparables en los seres que, por lo menos en teoría, uno debe amar por sobre todas las cosas.
Quiero concluir diciendo –desde mi muy particular punto de vista- que en un divorcio todos pierden, indiscutiblemente, sin embargo, es incluso, hasta de educación y principios mantener ante todo la dignidad y el respeto por uno mismo, pero sobre todo por nuestros hijos.
“¿Quiere conocer realmente con quien se matrimonio?… Divórciese”
Anónimo.
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