UN VIAJE SIN RETORNO
UN VIAJE SIN RETORNO
Segunda
de tres partes
La
amistad es una espontanea inclinación del alma.
Marco
Tulio Cicerón.
Joel Vega Luna, vivía en el crucero en la salida hacia
Xalapa. Su hermano Israel estaba conmigo en sexto año de primaria, pero en esos
días Joel, mejor conocido como “él Coco” me llevaba mejor. En su casa nos
reuníamos varios amigos, las maldades sobraban, pues todos eran bravos por
naturaleza. En mi barrio jugábamos la cáscara de futbol contra los de la calle
de Guillermo Prieto, los encuentros los realizábamos en un naranjal propiedad
de don Domíngo Hernández, cruzábamos una finca para llegar al dicho potrerillo,
–jamás imaginé que en ese predio en el futuro edificaría mi casa– así le
llamábamos. El Coco venía de refuerzo y traía a sus hermanos Israel y a Antonio,
a los hermanos Rafael “Falo” Martínez Guiot y Salvador, entre otros más, fueron
muchas aventuras compartidas, siempre nos ganaban los de Guillermo Prieto,
porque eran más experimentados y ya jugaban en equipos de la liga local y
terminábamos a los naranjazos.
Cierta ocasión pensamos en formar un equipo, Coco y yo
nos íbamos por las tardes a colectar dinero para nuestra causa, recuerdo que en
la oficina de Telégrafos ubicada en la calle primera de Santos Degollado nos apoyaron
con cincuenta pesos, era mucho dinero a mediados de los años sesenta. Acudimos
al padre Juan Manuel Martín del Campo, le expusimos nuestro proyecto, él estaba
sentado en un escritorio de su oficina en el templo de san Jerónimo, sonrió y
vació una alcancía, nos ayudó con veinte pesos en monedas de a peso, fuimos a Deportes
Soler y compramos unas rodilleras color beige para portero, por cierto, muy
bonitas, nos costaron 18 pesos. En otra ocasión visitamos a don Filiberto
Barrera en su taller ubicado en la calle primera de Morelos, nos hizo algunas
preguntas, tomó papel y escribió un recado para don Jesús Soler Suárez, se lo llevamos
y nos dio un par de Zapatos tacos a cada quien, parece mentira, pero fue un
regalo excepcional, muchos compañeros nos decía que suerte tienen, otros no lo
creían, pero era realidad. Finalmente, Rafael Martínez Guiot –falo–, habló con
su papá y este patrocinó el equipo que se llamó “Servicios Martínez”, las
playeras las diseñó la señora Judit González, esposa de Mario García “El Oso”,
recuerdo que eran con rayas verticales verdes y blancas, pero las
circunstancias me dejaron fuera del equipo, a Falo le retiré mi amistad, unos
pocos años antes de su accidente ya platicábamos un poco.
En el futuro fuimos compañeros de trabajo en la Nestlé,
igual su hermano Israel. Tuvo problemas y salió, se fue para los Estados Unidos
de Norte América, jamás lo volví a ver. En estos últimos años me dijeron que
regresó y vivía por el rumbo de Los Carriles, que estaba enfermo, pensé en
buscarlo más no lo hice. A mediados del año 2023 falleció, cuando me enteré
acudieron a mi mente muchos recuerdos que parecían dormidos en aquel
inolvidable ayer. La boca se me amargó y los ojos se me humedecieron, un amigo
partía al más allá ¿cómo detenerlo? ¡imposible!
En aquellos años en los que comienza a despertar la
adolescencia, llegó a Coatepec Israel Vásquez, nos hicimos amigos. Fueron
tiempos que nos sentíamos rebecos y nos gustaban las muchachas y las melodías
de César Costa y los grupos de Rock, pero era un buen amigo. En la esquina de
las Palmas nos reuníamos con los amigos de ese tiempo, seguido había broncas
con los jóvenes de otros barrios, a veces entre nosotros mismos. Cierta
ocasión, lo recuerdo muy bien, me fue a ver temprano a la casa en la que vivía
con mi abuelita adoptiva –¿quieres trabajar de peón de albañil con el maestro
Ramos? Estamos cambiando el techo de tejas en la casa de doña Alberta Colorado,
mamá de Alicia Arcos, aquí a la vuelta en el callejón de Ayuntamiento. Acepté,
y tuve trabajo un tiempo, pues después nos pasamos para hacer un trabajo grande
en la propiedad de Gildardo Luna. También logró entrar a trabajar a la Compañía
Nestlé, pero solo unos años, después se desvió por el camino del vicio y dejé
de verlo muchos años. También antes del 2010 falleció y tenía tiempo que no lo
veía. A esta distancia es cuando más valoro su amistad porque en verdad fue buen
amigo, en aquellos años de penurias me compartía el trabajo y la amistad, que
en paz descanse y su recuerdo lo tengo muy presente. Nos saludábamos con esta
frase “¿qué pa contigo Vaque, que pa? Los que escuchaban les caía en gracia y
reían. Él fue nativo de Tuzamapan, Veracruz.
En mi adolescencia tuve otros buenos amigos, Rafael
Rebolledo Estévez y Carlos y Alberto, estos dos últimos hijos de don Martín,
administrador del Rancho del exgobernador Modesto Antonio Quirasco. Rafael
vivía en la calle Zaragoza, casi al final, también salida para Xalapa. En el
rancho tuvimos muchas aventuras, porque Carlos y su hermano Alberto tenían la
vara alta, escuchábamos música de los Beatles, estaba de moda “Dont Led Me Down
No” y “Ho Darlig” de los virus, “Amor de estudiante” de Roberto Jordán. Un cava
de vinos y a veces los probábamos a escondidas de don Martín. Recuerdo bien que
en la recamara, había dos camas, sobre una tendían una piel de tigre y en la
otra una piel gris de una Pitón, las dos muy seductoras. Fantaseábamos y
recorríamos la propiedad y las fincas hasta el río que tenía buen cauce. Rafael
tenía una bicicleta con manubrios altos y curvos, cierto lujo que llamaba la
atención de propios y extraños. En esos años no existía la glorieta, un agente
de tránsito se paraba sobre una tarimita y bajo una sombrilla para cubrirse el
sol y la lluvia. Fuimos muy amigos los tres. Cierta ocasión, Rafael tuvo una
diferencia con un muchacho llamado Juvencio Hernández. Veníamos del centro con
Rafael por la calle Zaragoza, justo al llegar a la gasolinera de los “Pérez”
salió Juvencio y se hizo de palabras con mi amigo y comenzó a golpearlo, Rafael
cayó al empedrado de la calle Allende boca abajo y se cubrió el rostro, vi que
su rival le iba a patear la cabeza y me adelante con rapidez a empujarlo,
cuando sentí Juvencio me asentó un fuerte golpe en el ojo izquierdo, todo se me
oscureció, pero le tiré golpes a diestra y siniestra hasta que nos separaron,
ovio el ojo se me inflamó, pero me defendí con bravura. Tiempo después con Juvencio
hicimos las paces y hasta la fecha nos saludamos con amabilidad. También en el
tercer milenio falleció Rafael Rebolledo Estévez, un amigo que me acompañó a mi
boda se marchaba para siempre sin despedirse, lo recuerdo a él y a sus padres y
hermanas con gratitud, Él me regaló muchas vivencias compartidas, pero ya no
está.
Bartolo Rueda Méndez. Lo
conocí en el año de 1968, cuando ingresé a trabajar a la fábrica Nestlé de
Coatepec; estaba en el equipo de limpieza de las líneas Sulzer, y en esa área
comencé mi entrenamiento. Tenía un cuerpo atlético, pues era buen deportista,
practicó el atletismo de medio fondo y en ese momento jugaba beisbol. Desde el
primer momento comencé a platicar con él, se preocupaba por enseñarme, claro
está primero me ponía a ayudarlo y después me aleccionaba. Tenía tres niñas y a
veces me iba a visitar, fueron repetidas veces en las que yo estaba en la
huerta de mi casa practicando el tambor y Francisco García Colorado me guiaba
con la corneta, yo aspiraba a ser parte de la banda de guerra del sindicato
Nestlé. CONTINUARÁ.
rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx