Una desgracia llamada Hipólito
Por Edgar Hernández
¡Eso de “Mi árbol y yo…”, de Alberto Cortés, para el alcalde de Xalapa es una jalada!
Se entiende que la mamá de Hipólito nunca le dijo a su crio que en la vida había que sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo.
A este amigo, ambientalista, que no de título, sino de apodo, de nombre Hipólito -apelativo de viejito de cuentos de fantasías o cuida casas viejas-, para ser sincero sí le gusta lo verde, pero fumado.
Lo ecológico también, eso siempre ha sido lo suyo. Sobre todos aquellos parques de Holanda donde hay libertad para que te metas hasta un ladrillo si así lo reclama tu fino olfato.
Y de lo bueno lo mejor, como diría Cantinflas.
Las plantas son lo suyo, pero no cualquier plantucha. ¡No, señor! Sólo las amapolas.
Y cuando chavo le decían sus mentores que el calentamiento global por aumento de los gases de efecto invernadero como consecuencia de las actividades humanas (efecto antropogénico) que prevé escenarios futuros con consecuencias tales como el aumento del nivel del mar, la inundación de los deltas asiáticos, la multiplicación de la energía de los huracanes, el incremento de los episodios de lluvias extremas, inundaciones y sequías, y cambios en la distribución de especies, que producirían la difusión de enfermedades tropicales y la alteración de la producción, naturaleza y calidad de los recursos alimentarios, Hipólito preguntó: “¿Acaso eso lo dice Disney?”.. Bien que estaba enterado.
Ya viejón, dicen sus cuates que su compadre Manuel Huerta, le advirtió cuando puso a sus pies Xalapa- que tuviera cuidado ante la destrucción de la capa de ozono, que protege de la radiación ultravioleta, ya que ello provocaría un aumento de los cánceres de piel y mutaciones genéticas en los seres vivos, sobre todo en las latitudes altas, Hipólito solo alzó los hombros y dijo displicente que distribuiría crema Nivea a nivel masivo.
Por eso cuando tiraron el milenario árbol, un Tulipán Africano que se retiró de la jardinera ubicada en la esquina de la avenida 20 de Noviembre y la calle Francisco Javier Clavijero, en la zona centro, de Xalapa, cuentan que don Hipólito preguntó si no sería bueno que lo regresaran a África.
Le dijeron que no. Que lo retirarían porque ya estaba muerto.
Hipólito consternado llamó a médico del Ayuntamiento que llegó con tremenda sierra para retirar al muerto, pero resulta que no lo estaba, pero ya cortado de raíz ¿Cómo revivirlo?
Afortunadamente para esos casos tiene muy buenos asesores quienes le aconsejaron que no se preocupase ya que el legendario Tulipán traído desde África hace 130 años, sería convertido en un fino escritorio que adornaría de por vida su estudio.
¿Y cómo taparemos el hoyo?, preguntó de manera suspicaz.
“No se preocupe, dicen que le argumentó Fernando Ramírez Ramírez, jefe del Departamento de Biodiversidad y Cambio Climático, vamos a sembrar dos Hayas de 2.5 metros de altura”.
¿Y esas se fuman?
“No señor… ¡Solo son para taparle el ojo al macho!”.
Así se escribió la historia de la tremenda arbitrariedad en contra del Tulipán Africano que estorbaba la vista del semáforo de la esquina del Palacio.
Con el cercenamiento del tan apreciado símbolo Hipólito no es más que consecuente con lo suyo que es la ineptitud y la golfería.
De hecho lo suyo, lo suyo de siempre fueron las malas compañías, los que le atizaban todo el día. Aquellos que pensaban que estar “in” era no bañarse y vestir andrajos y ser intelectual de mal aliento, era andar en la transa en las cafeterías de las escuelas donde eran fósiles.
Hipólito Rodríguez, a muchos de los que vivimos en la ciudad que gobiernas, que pena nos das ¿Cuándo te vas?
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo