Especial

Una más del caso #Ayotzinapa

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Alejandro García Rueda

 

Durante la semana pasada sucedieron muchas cosas, de pronto los temas dentro de la agenda sufrieron modificaciones y el asunto que ha acaparado la atención mediática tuvo recientemente uno de los días más negros y quizá más crudos; pero antes de abundar en cuestiones relacionadas con la problemática actual del país, sirva la ocasión para comentar que de manera obvia y por demás evidente, al ser el caso Ayotzinapa un tema tan sensible, también es un asunto de mucha preocupación por diversas razones:

Se nos reveló lo que quizá intuíamos pero no sabíamos, por lo menos por una fuente oficial; se nos hizo notar que la clase política mexicana es insalvable y se nos hizo evidente que la participación de las instituciones se ha visto permeada por una serie de matices.

Las imágenes presentadas en la conferencia de prensa que dio el titular de la Procuraduría General de la República corresponden a la comisión de un delito prácticamente a nivel masivo, para la administración actual los 43 normalistas siguen en calidad de desaparecidos pero -por lo menos hasta el momento en que se escribe este texto- no se ha esclarecido a quién pertenecen los restos hallados recientemente.

Han pasado más de cuarenta días y la información al respecto ha ido cayendo a cuenta gotas. En ese sentido pese a los diagnósticos, los compromisos, las condenas a los hechos o las respuestas, se han abierto nuevas interrogantes que deben ser resueltas.

Lo que sí se sabe -y resulta interesante apuntar- es que, tras las pruebas realizadas por peritos argentinos, se llegó a la conclusión de que por lo menos 24 de los restos analizados no corresponden a los cuerpos de los estudiantes. Dadas las circunstancias cabría pensar un poco hasta dónde el conocimiento de esta información detona esperanza y hasta dónde pueden generar esta clase de datos (hablando estrictamente en lo que a la percepción se refiere) en la opinión pública una sensación de incompetencia por parte de las instituciones frente al caso pues podría decirse que se va caminando en pleno desierto. Bajo esa perspectiva habría que poner ojo en el manejo que en lo sucesivo hagan los medios de la información relacionada.

Ya me cansé

Más allá del comentario poco afortunado que expresó el procurador Murillo Karam, esas tres palabras -desde una apreciación muy particular- resultan ser el pretexto para desnudar una gran verdad: Pese a la tragedia nacional, como miembros de la sociedad nosotros no podemos darnos el lujo de tomar un respiro.

¿Quién tendría que reordenar las prioridades no solo de un área del país sino de la nación entera? Nosotros ¿Quién tendría que abonar desde su trinchera para la generación de una nueva realidad; una que tal vez no sea mejor, pero sí más estable? Nosotros.

Hagámoslo, pero de manera inteligente

La presencia del enojo, de la frustración y la indignación colectiva está justificada pero las formas por las que se canalizan todas estas sensaciones -si se me permite denominarlas así- tal vez está abriendo la puerta a expresiones que poco o nada tienen que ver con la causa y es ahí donde se debe tener cuidado.

Quienes convocan a marchas y protestas pacíficas para mostrar su solidaridad y/o su indignación tanto a nivel nacional como local deberían tomar su distancia (si ya la tomaron, la idea sería hacerlo más evidente) de quienes buscan un espacio para desvirtuar, descalificar y minimizar cualquier movilización que presuponga un riesgo.

Visto bajo esta perspectiva, que una marcha se manche con hechos violentos abre la puerta no solo a los que buscan generar caos sino a los que con todos los recursos pueden ir más allá de la contención de la violencia.

No puede haber en movimientos legítimos hendiduras que permitan que otro tipo de agendas se impongan, tampoco resquicios que dejen que deliberadamente se les finque responsabilidad en los medios por el mero hecho de coincidir en lugar y tiempo.

La maquinaria mediática puede señalar con el dedo flamígero; a los inocentes considerarlos vándalos y también incurrir en una suerte de negligencia a nivel informativo al generalizar y criminalizar sin verificar quienes sí y quienes no participaron en actos violentos. Eso es lo que se debe evitar.

Cuando la violencia se da en otros espacios

Hay expresiones poco afortunadas que se dan en las calles, peo éstas también han sido plasmadas en plazas públicas digitales y pese a que la forma en que se manifiestan es distinta, detonan en algunas mentes opiniones fuera de lugar que -realizadas al calor de los hechos y sin medir las consecuencias- generan una pérdida de sentido no solo de la situación sino también de un movimiento que nació siendo legítimo. Ojo ahí.

La creencia de que si participaste en una marcha y/o fuiste detenido -insisto, por el mero hecho de coincidir en lugar y tiempo- es porque “seguramente” tomaste decisiones que te llevaron por ese redil, al final del día para lo único que sirve es para distraer la atención respecto de las demandas del grupo movilizado y el apoyo popular que ha generado. Cuando se pierde toda dimensión hay que ser inteligentes para no incurrir en una violencia igual de peligrosa.

El asunto al manejar un mensaje vía redes sociales no estriba en si usas dos, tres o cinco palabras sino en el número de personas que comparten o que lo suscriben, por eso la mejor táctica en lo que a esto se refiere debe ser la inteligencia. Desde luego como manifestantes pueden elevar el clamor de justicia pero no deben dejar que su protesta abra la puerta a otro tipo de intereses.

Como cada semana

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