Una reflexión al calor de la cicuta [Parte I]
Alejandro García Rueda
Algún tiempo ha pasado desde que no escribo al calor de la cicuta, de pronto mi vaso se quedó vacío y por un momento pensé que esa fascinación que me ataba a ella había terminado; sobra escribir que me equivoqué.
Desde antes de comenzar este trajín en los medios, hace cinco años más o menos, comentaba que escribir acerca de los medios de comunicación cada semana y estando dentro de ellos, sería como intoxicarse una y otra vez por ingestión de cicuta.
Creo que no hay analogía más perfecta para describir lo que como autor se siente al hacerlo ¿por qué? Bueno, escribir acerca de los medios de comunicación estando dentro de ellos es un tanto difícil, sobre todo cuando (comparado con algunos compañeros de profesión) no cubres aun años y años de experiencia, pero más allá de eso, te ves obligado a realizar una introspección para revisar si no replicaste esquemas en lugar de ejercer una crítica o si no caíste en algún punto del camino en aquello que criticaste; escribes, tratas de ser cuidadoso y envías a la redacción tu texto. Lo que se va dando en ese «inter», insisto, es como preparar una solución hecha con cicuta y beberla a sabiendas de su toxicidad.
Hoy le voy a dar un sorbo a esa solución porque desde hace tiempo existe una tendencia que se percibe con mayor nitidez en medios mexicanos y que -si me apresuran- podría calificarse hasta de preocupante.
Si bien los lectores buscan información profunda, de pronto los medios le dan más peso a la exclusiva y, de repente, es el lector quien se ve condenado a vivir, entre otras cuestiones, con una dieta informativa llena de «ultiminutismo» y trivialidad.
Sabemos de antemano que el medio de comunicación es un negocio y que persigue (o debería hacerlo) el bien público a través de la información pero el desarrollo de información en profundidad va desapareciendo del marketing editorial de la mayoría de medios no solo en el país, sino en toda América Latina.
No importa si manejan la fuente política, la deportiva o la del espectáculo; tampoco si son sensacionalistas o no. El hecho es que con el fin de no perder lectores y anunciantes, la industria ha optado por trivializar sus contenidos para presentar lo que bajo determinados criterios editoriales es noticia en formatos cada vez más compactos.
Pero no todo queda ahí, los medios aceptan el envío de comunicados gubernamentales breves y superficiales que son diseñados a partir de una camisa de fuerza.
Tal vez la gente ya no lee tanto como antes, pero la brevedad de una nota no está peleada con la profundidad que ésta debe alcanzar llevando la calidad del contenido por delante.
A la redacción pueden llegar textos breves, pero no raquíticos; deberían llegar textos en tiempo real, pero sin darle prioridad a esa obsesión por la inmediatez que nos lleva a seguir a la «borregada»…creyéndolo o no, el lector agradece cuando se desmenuza la información -siempre y cuando- no se le despoja de contexto.
Cierto es que las audiencias valoran la información trasmitida en tiempo real, pero, reitero, no se puede vivir (no eternamente) de la primicia.
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