Varón de Asís
Miguel Ángel Rodríguez Todd
Asís es una ciudad de Italia situada en la provincia de Perugia, perteneciente a su vez a la región de Umbría. Está construida sobre una serie de terrazas en el monte Subasio. Su superficie es de 186 Km2 y toda la municipalidad cuenta con una población cercana a los 30,000 habitantes, aunque la ciudad en sí, apenas tiene unos 5,500 habitantes.
Uno de los personajes más reconocido de esa ciudad italiana a lo largo de su historia es Francisco, nacido bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont. Nació en 1182, en una época donde las clases dominantes eran la nobleza y el clero y, los burgueses (mercaderes, artesanos, hombres de negocios, etc.), por su parte, empezaban a tener un notable ascenso social. Su padre era un próspero comerciante en telas; su madre era originaria de Provenza, antigua provincia del sudeste de Francia. Quizá por los constantes viajes del padre a Francia o quizá por el gusto de Giovanni a la lengua de su madre y a los cantos de los trovadores, es que empezó a conocérsele como Francesco. Francisco pues, al inicio de su juventud, llevaba una vida despreocupada y dilapidada. Es importante mencionar que en esa época la Iglesia Católica estaba marcada por su crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia y era creciente el rechazo a la opulencia de la jerarquía eclesiástica de la época.
Pietro (Pedro) Bernardone, sabiendo que los títulos de nobleza para la familia se obtendrían a las victorias de guerra de su hijo, lo armó caballero al menos en un par de ocasiones. Sin embargo, nunca participó en batalla alguna el joven Francisco; en una cayó prisionero y al ser liberado, regresó enfermo a Asís y en otra, tras un sueño mientras reposaba en Espoleto, decidió regresar a casa ante la humillación de sus paisanos que lo creían lunático. A partir de entonces, aun cuando conservó su carácter siempre jovial, empezó a realizar meditaciones solitarias y a mostrarse desapegado a lo terrenal. El filme de franco Zeffirelli, “Hermano Sol, Hermana Luna” (1972), nos muestra unas escenas de un padre cansado del hijo por usar sus telas y mercancías para regalarlas a los pobres, por lo que decide llevarlo a juzgar ante las autoridades civiles para obligarlo a devolverle su dinero perdido, situación que Francisco rechaza indicándole su aceptación de ser juzgado únicamente por el Obispo de nombre Guido; el Obispo, más molesto por ser interrumpido en suculenta y ostentosa comida, rápidamente le pide le reintegre las pérdidas a su padre, a lo que Francisco, despojándose de toda su vestimenta, le contesta llamar desde ese momento sólo a Dios como su único y verdadero Padre. Ante esto, más como un gesto de pudor que de aceptación, el Obispo se despoja de su manto para abrazarlo y cubrirlo con él.
Por esa época Francisco, en oración en una capilla parcialmente destruida llamada San Damián, frente a la imagen de un Cristo bizantino, escucha una voz que le dice: “… repara mi Iglesia que está en ruinas”. A partir de ahí abraza a la pobreza como forma de vida, consagrándose a servir a Dios. En primera instancia toma esas palabras literalmente, dedicándose a reconstruir templos. Tiempo después se percató que la reconstrucción no debía ser material, sino espiritual.
Francisco, posteriormente, logra la conversión a Dios de otros jóvenes, sobre todo de clases privilegiadas. Todos aceptan vivir en pobreza, a proclamar el mensaje evangélico y a expresar la caridad al prójimo, particularmente a pobres y leprosos. Funda entonces la hoy llamada Orden Franciscana de los Hermanos Menores, misma que recibe la aceptación papal. Grandes son las muestras de amor a Dios de Francisco a lo largo del resto de su vida y es famoso también por su amor a todas las criaturas (Cántico de las criaturas, por citar un ejemplo) llamándolas por igual hermanas. En septiembre de 1224 recibe los estigmas de la crucifixión, acaso el primer caso registrado. Murió el 3 de octubre de 1226 y es canonizado el 16 de julio de 1228, a menos de dos años de su muerte. Su festividad se celebra el 4 de octubre.
Nuevos vientos de cambio soplan hoy en la Iglesia Católica con la llegada de otro Francisco, llamado a estar al frente de la misma, para ser su actual reconstructor. Ojalá que como se vislumbra, lleguen los tiempos de apertura para dejar atrás la simulación y las rígidas imposiciones dogmáticas, tan poca o nulamente asimiladas, que han llevado a algunos de los miembros de la jerarquía eclesiástica, a cometer las peores atrocidades. Mucho me gustaría.