Veracruz, a un año de la pandemia 8 mil 301 muertes en 209 municipios
Veracruz, a un año de la pandemia 8 mil 301 muertes en 209 municipios
Por Edgar Hernández*
¡Cuitláhuac, Ramos Alor y Manuel Huerta, los responsables!
Al cumplirse un año
de la pandemia por Covid-19, Veracruz sigue enterrando a sus muertos y la
ciudadanía mentando madres contra el gobierno de Cuitláhuac García por el
pésimo manejo sanitario.
Lo de las vacunas
no ha sido más que un cuento largo para engañar a la gente que sigue muriendo
en espera de un preventivo anticovid que no llega.
Y las cifras que no
paran.
Más de 56 mil
veracruzanos, hasta ayer 9 de marzo, están en la antesala de la muerte por
contagio y sin atención médica y solo se han aplicado a la población 8 mil
dosis de vacunas para una población de 8 millones 300 mil habitantes.
Es decir, que a
este paso en el 2050 se habrá terminado la cruzada de vacunación en donde la
tercera edad ya no existirá y los jóvenes de hoy serán los viejos del mañana.
Cuitláhuac, su
secretario de Salud, Roberto Ramos Alor y el superdelegado de Bienestar, Manuel
Huerta Ladrón de Guevara son, a la vista de la opinión pública, los
directamente culpables de que Veracruz esté en tercer lugar de infección y
muertes por coronavirius.
Son a los que las
historia juzgará por sus acciones francamente criminales, de lesa humanidad.
Irán a juicio por
sus ocurrencias que dieron lugar a tantas defunciones. Serán condenados por sus
acciones genocidas al declarar “Semáforo Verde” durante las fiestas del pasado
fin de año para obligar a la gente a salir a gastar su dinero y por ordenar
reaperturas comerciales y de restaurantes a destiempo provocando un rebote de
contagios.
En los hechos, la
Pandemia nos ha dejado muchas lecciones.
Acaso la más
importante es que nunca más deberemos dejar en manos de pendejos el manejo de
crisis sanitarias como las que hoy padecemos que han llenado de luto a
centenares de familias.
Todos los días a
todas horas nos enteramos de la escalada de muertes.
Ahí está el
registro de las defunciones, digamos de carácter oficial, sin embargo, no hay
recuento de los no contabilizados; de los que nunca acudieron a un hospital de
gobierno o acudieron y fueron rechazados regresando a su casa a morir.
Con ellos familias
completas por la falta de medidas sanitarias preventivas.
Ahí están los que
creyeron en remedios caseros que los llevaron a la fatalidad y los incrédulos
que jamás pensaron en el contagio como signo de muerte o aquellos que,
siguiendo las recomendaciones del Peje, jamás usaron cubrebocas, ni guardaron
la distancia –“Hay que abrazarse y besarse”, recomendablemente irresponsable
López Obrador-.
Y qué decir de los
mercachifes del oxígeno o los “respiradores” para el intubamiento que nunca
llegaron o que solo sirvieron para enriquecer desmesuradamente al hijo de
Manuel Bartlet del mismo nombre.
Y el colmo, la
ocurrencia de Cuitláhuac al ordenar la habilitación de centros deportivos como
el Velódromo de Xalapa o el Centro de Raqueta de
la Unidad Deportiva Leyes de Reforma, de Boca del Río, que sirvieron para maldita
la cosa.
Toda
una suma de desaciertos, mientras la cifra de muertes crecía… sigue creciendo.
Bien se dice que hoy el Facebook es el obituario de la muerte.
Por
ello en Veracruz la ciudadanía ya no cree ni en el bendito.
Al
arranque de la semana se dio el banderazo de vacunación a los de la tercera
edad que en Veracruz hicieron fila hasta de 10 horas y nunca llegó la vacuna,
mientras en la capital del Estado se dio la voz de alerta del “ya merito” los
vacunamos, pero Pfizer nunca se hizo presente.
Ya
mismo entre los veracruzanos hay desencanto.
Hay
coraje. Hay molestia y para decirlo con lenguaje jarocho: ¡estamos muy
encabronados! por ese abuso de poder, por esas mentiras que parten del propio
jefe del ejecutivo federal que en sus “Mañaneras” llena de enredijos a la
ciudadanía.
Y
todo esto no es para decir: “¡Pero hay un Dios que habrá de juzgarlos!”. No.
Aquí el tema es que la irritación ciudadana habrá de traducirse en 87 días más,
el día de las elecciones en un “Voto de Castigo” contra los Morenos y sus
cacalovers.
Tiempo
al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo