Veracruz: entre la violencia, la indolencia y la incompetencia
Veracruz: entre la violencia, la indolencia y la incompetencia
Por Aurelio Contreras
Moreno
A su arribo al poder gracias al “efecto AMLO”, nadie
esperaba demasiado de un gobierno encabezado por quien, hasta poco antes, había
sido un gris diputado federal de Morena que, de igual manera, había ganado su
elección como legislador de la mano del impulso creciente que el movimiento
lopezobradorista registraba a partir de que se le otorgó el registro como
partido político en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, el primer gesto de Cuitláhuac García Jiménez
luego de rendir protesta como gobernador de Veracruz hizo pensar que, por lo
menos, tendría la intención de hacer algo por la entidad en una de las materias
en las que más se había lastimado a la población en los últimos años: sus
derechos humanos.
Así, el primer acto de gobierno de Cuitláhuac García
Jiménez fue la Declaratoria de Programa Emergente por Crisis de Violaciones
Graves de Derechos Humanos en Materia de Desaparición de Personas en
Veracruz, con la cual el entonces nuevo mandatario estatal asumió varios
compromisos, como la dotación de mayores recursos para el Fondo de Ayuda,
Asistencia y Reparación Integral (FAARI) y para la Comisión Ejecutiva Estatal
de Atención Integral a Víctimas (CEEAIV).
También se comprometió ese día a la creación de un instituto
forense y de procesamiento de restos humanos y de una Policía Especializada en Búsqueda
de Personas Desaparecidas, así como a la puesta en marcha de un programa
estatal integral de medidas de prevención en materia de desaparición de
personas.
Su prometedor arranque pronto quedó borrado por la inmediata
liberación de los principales ex funcionarios del duartismo presos, acusados de
peculado, desvíos de recursos, violaciones graves de derechos humanos e incluso
de crímenes de lesa humanidad.
Uno a uno fueron obteniendo su libertad mediante argucias
legaloides que dejaron ver la existencia de un aparente pacto del
lopezobradorismo con el duartismo para sacar del poder en Veracruz a la familia
Yunes, que cometió el garrafal error político de buscar heredarse entre sí la
gubernatura.
Después de eso, todo se le vino abajo, en cascada, a
García Jiménez. Las diferentes “tribus” de Morena que controlan la verdadera
toma de decisiones en su administración arrinconaron a un gobernador carente de
gallardía y personalidad, sumiso a los dictados del “jefe máximo” de la
autoproclamada “cuarta transformación”. Y quizás precisamente por esa “lealtad
ciega”, sostenido en el cargo a pesar de que no ata ni desata.
Rodeado de rufianes sin trayectoria ni sensibilidad
política –pero rebosantes de ambición-, Cuitláhuac García se ha quedado
impávido mirando hacer de las suyas a quienes apenas llegando a sus cargos
comenzaron a hacer negocios, como aquella millonaria primera compra por
asignación directa de material médico a la empresa de Carlos Lomelí, oscuro personaje
quien en ese momento fungía como “superdelegado” del gobierno federal en
Jalisco. ¿Y la honestidad y transparencia? Para el discurso engañabobos está
bien. Y así pasaron dos años.
Veinticuatro meses después, el régimen que encabeza
formalmente Cuitláhuac García Jiménez es un verdadero circo, donde los payasos
creen que se pueden saltar la legalidad como si nada y en el que la fuerza
política real recae en el secretario de Gobierno Eric Cisneros, ya sea por
omisión o resignación del triste personaje por el que votó una mayoría de
veracruzanos en 2018.
Ese vacío de poder tiene a Veracruz debatiéndose entre la
violencia, la indolencia y la incompetencia. Y de los desaparecidos –así como
de las mujeres, de las víctimas de la inseguridad, de los estudiantes, de los
indígenas y un largo etcétera- ni quién se acuerde ya.
Lo que le falta por
cumplir
En su enésimo informe después del informe para su “celebración”
personal, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que solo le faltan
por cumplir tres de las cien promesas que hizo el día que tomó posesión del
cargo en medio de una faraónica ceremonia pública.
¿Serán acaso aquellas de “no robar”, “no mentir” y “no
traicionar”?