VIBRA EL AUDITORIO NACIONAL CON FITO PÁEZ
VIBRA EL AUDITORIO NACIONAL CON FITO PÁEZ
Rodolfo G. Zubieta
Agencia Reforma
Ciudad de México 22 enero 2025.- El privilegio de la trayectoria, de la constancia y la congruencia fue todo de Fito Páez la noche de este martes en el primero de dos shows en el Auditorio Nacional.
Con un bosquejo sonoro distinto al que ofreció el domingo pasado en el Zócalo capitalino, el argentino fue recibido con un ánimo desbordado por los 10 mil espectadores que abarrotaron el lugar.
Intimista, contenido por momentos y explosivo en otros, Fito emocionó hasta la médula con los temas de su mítico álbum El Amor Después del Amor, que han soportado el paso de tres décadas.
Y ahora, con el doble de edad a cuestas, mucho más del doble de éxito y experiencia, Fito «Adolfito» Páez dio clase magistral de armonía y lírica con una banda bien compactada en la guitarra, bajo, metales, batería y teclados.
Mención aparte la voz de Mariela Vitale, cantante-corista hija del también legendario músico Lito Vitale, que llenó de soul y blues las armonías.
Traje de dos piezas y lentes oscuros de armazón carey, muy Ray Charles, el músico repitió el mantra del Zócalo: «guarden energía porque la necesitarán después».
Y nadie le hizo caso, multitud desbordada rola tras rola, cantando y bailando desde la apertura («El Amor Después del Amor»), la prendida «El Tráfico por Katmandú» o la nostálgica «Pétalo de Sal», dedicada al prócer del rock argentino, el fallecido Luis Alberto Spinetta.
Más allá de agradecer el cariño de su público, que lo esperó pacientemente después de posponer el año pasado tras un accidente doméstico que lesionó sus costillas, Fito se consagró a la música.
Incluso cuando la banda empezó con al cántico: «oeeee, oeee, oeeee Fitoooo Fitoooo», el multiinstrumentista se mostró apenado y pidió seriedad. «Hay alguien que merece más todo ese amor», soltó.
Momentos cumbre se vivieron -y se escucharon- con temas como «El Muro de los Lamentos», «Brillante Sobre el Mic» y «A Rodar mi Vida». Emocionado, Fito, pilar del rock contemporáneo, estuvo mucho más relajado y suelto que en el Zócalo. Cantó, bailó y hasta fungió como director de orquesta en los potentes cierres de cada número.
Para el encore, Fito, siempre elegante, ahora de riguroso negro, cerró cantando a tope con «11 y 6», «Circo Beat» (en la que hasta al suelo se tiró), «Al Lado del Camino» y la estridente, caótica y dolorosa «Ciudad de Pobres Corazones» (que la cantó con una máscara de calavera).
En un segundo encore, pasadas las 23:00 horas, Fito -ahora vestido de formal rojo-, los ocho músicos y la corista volvieron para aún, con más punch, interpretar «Cadáver Exquisito», «Dar es Dar» (en la que, valga la redundancia, una mujer del público le dio al cantautor un regalo), «Mariposa Tecknicolor», además de «Y Dale a Alegría a mi Corazón».