VIOLENCIA Y FÚTBOL
Números Rojos
Por Brenda Caballero
¡No te vayas a poner la playera ahorita! ¡Llévate
una chamara y te la quitas en el estadio! Fueron las recomendaciones de la
primera vez que fui a ver un clásico América-Cruz Azul al Estadio Azteca. En el
trayecto al estadio lo entendí: Insultos verbales de “la afición futbolera” a
cualquiera del equipo contrario. El empate entre ambos equipos hicieron un
final tranquilo, aunque la salida fue todo un protocolo. Habría que esperar el
desalojo de los aficionados del equipo contrario en medio de un centenar de
policías, algo así como 40 minutos más, después de finalizado el partido.
Confieso que la tensión de mi visita al Azteca no se comparó con la de los
partidos en el estadio Pirata Fuente, en Veracruz, cuando Los Tiburones Rojos
jugaban en primera división.
Tal vez porque no me tocó la pelea entre las
aficiones de Veracruz y Tigres, allá por 2017, o el clásico regio en 2018 donde
un aficionado de Monterrey intenta atropellar con su automóvil a la afición de
Tigres o todos los recuentos donde a través de los años la violencia se hace
presente en los estadios de fútbol con petardos, palos, botellas, sillas, armas
blancas, no importando la presencia de mujeres, adultos mayores, niñas y niños.
Y no es que normalice la violencia en los
estadios, ni en el fútbol, pero lo acontecido el pasado sábado en el
Corregidora de Querétaro, durante el partido de Gallos y Atlas escala una
violencia desmesurada, irracional y preocupante en nuestro país.
Ver a papás protegiendo con el cuerpo a sus hijos,
mamás escondidas con sus pequeños, familias huyendo del estadio mientras se
quitan los jersey de fútbol para evitar ataques a su persona, deja sin palabras
y mucho coraje a quienes pensamos que el fútbol debe ser un deporte de
recreación familiar.
No falta quien justifica esas golpizas bárbaras,
descalabros y heridos de gravedad con las rencillas que traen las aficiones de
años atrás en cada partido, pero si usted ve los videos del pasado sábado con
los de otros choques entre las barras de los equipos de la Liga MX de
anteriores años, se dará cuenta de que la violencia y saña van en incremento.
¿Qué garantías entonces hay para las familias,
mujeres, niñas y niños que visitan los estadios?
Por lo pronto ninguna que garantice la seguridad
de la población. No se puede llamar medida de seguridad el cancelar los
partidos de la liga MX y prohibir la entrada de las barras a los estadios como
lo anunció la Federación Mexicana de Fútbol. ¿Qué pasa si entran como
aficionados normales?
Ayer, a través de redes sociales, se pedía el veto
al estadio Corregidora, la expulsión del Querétaro, el pronunciamiento de la
FIFA para expulsar a México del Mundial, incluso para hacerlo más rápido, se
hizo un llamado para gritar el «¡eeeeee puto!» con tal de sancionar
la violencia en el futbol mexicano.
Algunos más iniciaron una campaña a no asistir a
los estadios, no consumir nada de fútbol.
Pero ¿sabe qué? No pasará nada. Simplemente porque
el fútbol arrastra consigo mucho dinero, ganancias y hasta se dice es lavadero
de dinero, tan es así que hasta se mantiene en total hermetismo el número de
muertos y lesionados del pasado sábado.
¿Y así queremos ser sede de la Copa Mundial de
Fútbol 2026 con Estados Unidos y Canadá?
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