VIOLETA (mito)
VIOLETA (mito)
Por Rafael Rojas Colorado
Para: María Fernanda Libreros Rojas
Poco
a poco la noche fue recogiendo su manto y el sol volvió a brillar intensamente
sobre aquel reino, el más grande de la comarca, del que provenían dioses
terrenos y guerreros.
El
rey había convocado al pueblo a presenciar un ritual, un sacrificio humano, el
ser supremo del reino argumentó que era necesario sacrificar una vida humana,
tal vez esto sensibilizaría a “Hidro” dios de la lluvia y humedecería la tierra
que ya parecía reventar de caliente. De lo contrario, la cosecha se malograría
y todos morirían de hambre y de sed.
Dos
años tenía que no llovía, la etnia en general se preguntaba él porque “Hidro”
estaba enojado con ellos, no encontraban ninguna justificación.
Violeta,
joven hermosa y de cabellos oscuros, mirada profunda, pero a la vez tierna,
además, de rostro delineado, era hija del hermano menor del rey, el guerrero
Ekchua. Ella no estaba dispuesta a que sacrificaran a Enoch, su mejor amigo,
Enoch, fue seleccionado por el sacerdote Uzzi para ofrecer su corazón a los
dioses, seguramente estos convencerían a Hidro para que abriera las entrañas
del cielo y de ellas brotara el agua que tanta falta hacía a los pobres
mortales y salvaría su cosecha, pero sucedería algo mucho más importante, no
morirían de hambre. Todo estaba preparado para ese día, en la plazuela mayor
que estaba ubicada al pie de la pirámide sagrada, el pueblo se estaba reuniendo
para presenciar el ritual del sacrificio humano.
Entonces,
Violeta, percibió una voz dentro de sí misma, un susurro que le aconsejaba
irrumpir ese asesinato programado por las autoridades del reino y se atrevió a
protestar, esta conducta estaba prohibida, el pueblo debería de respetar la
orden del monarca. todos esperaron una reacción furiosa de parte del rey, pero
sucedió todo lo contrario, la escuchó con suma atención y se apiadó de ella
concediéndole tres días de plazo para que cumpliera lo que prometía. Invocar y
convencer al dios Hidro para que bañara la tierra y la siembra floreciera.
Violeta,
un tanto desesperada se internó en los campos que rodeaban al reino, se hincó
en el seno del monte y empezó a enviar plegarias que nacían en lo más hondo de
su ser, iban dirigidas al cielo, fue tanta su concentración y la fuerza de
creer en sí misma que por un momento experimentó que todo a su alrededor
desaparecía, algo irreal estaba sucediendo en ella, su fisonomía comenzó a
difuminarse y cuando volvió en sí, estaba convertida en una hermosa flor
silvestre, al igual que su nombre, se trasmutó en una violeta, sus
aterciopelados pétalos se orientaban al cielo, la tersura su piel vegetal
clamaba la lluvia, todo cuanto la conformaba parecía que el viento la elevaba
al firmamento, pero no, ella permanecía en el mismo lugar, sostenida con
suavidad por su tallo que imploraba el agua en la aridez de la tierra. La
tierra estaba áspera y enrojecida por el inmenso calor. Algo sucedió, quizá los
demás dioses conspiraron, pero el dios Hidro se sensibilizó y desde el cielo se
enamoró profundamente de Violeta a primera vista, de esa flor que mostraba su
candor a los cuatro vientos. Y poco a poco fue descendiendo en forma de gotas
de lluvia para besar la piel de seda de su amada, lo fue haciendo lentamente,
resbalando por toda esa geografía que la naturaleza había inspirado para ella,
hasta que desenfrenó su pasión amorosa en torrenciales aguaceros, y la tierra
se humedeció, la cosecha se salvó, le perdonaron la vida a Enoch, y todos
cosecharon en abundancia, la vida estaba asegurada para el reino, gracias a la
fe de Violeta.
En cierta ocasión,
Ekchua soñó que se internaba en el campo, de pronto vio una nube de la que
emergía Deméter, divinidad de la naturaleza, era ella la creadora de todas las
flores y de inmediato se enamoró de esa única belleza. Caminaron de la mano, y
él, extasiado por lo sublime de la diosa, sentía habitar otra dimensión, pronto
hicieron el amor y de esa unión nacieron las violetas, pero la más hermosa
adoptó la forma de una beldad y Ekchua la amó y educó como a una princesa, hoy
Violeta volvía a sus orígenes por salvar a su amigo, Enoch, pero, además, a su
pueblo.