La Otra Versión

  Vivimos todos hoy, tiempos históricos…

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La otra versión:

 

                                                                                                               René Sánchez García

 

La verdad estamos todos viviendo un tiempo histórico en México. Resulta difícil de explicar lo que sucede entre los miembros de la sociedad en estos momentos. Esto que vemos, escuchamos y sentimos, quizá lo pueda explicar perfectamente un historiador, o más bien un sociólogo, o tal vez alguien que conozca de los comportamientos humanos relacionados con la política. No se trata de los cambios naturales que está sufriendo nuestro planeta, tampoco del cumplimiento de una profecía divina, mucho menos de la proximidad de un caos social en México. Si bien éste fenómeno tiene que ver con todo lo que sucede en el mundo, lo cierto es que las repercusiones graves están aquí, a la vista.

Se trata nada menos de un sacudimiento que deja a la vista de todos lo que verdaderamente está pasando en México. Hoy le tocó a las generaciones jóvenes del país, no sólo conocer, sino primordialmente sentir en carne propia lo que está sucediendo en el mundo de la política. Los chicos y chicas de hoy que son la mayoría, no sólo ven y sienten todo aquello que nosotros los adultos ya hemos vivido por décadas. Si bien a estos jóvenes no les tocó el malestar nacional del año de 1968, sí viven la terminación de un ensayo político que perdió el rumbo social de lo humano y que se enfocó únicamente a crear las condiciones económicas de beneficio personal para unos pocos, a costa del olvido de inmensa mayoría.

A título personal tengo una explicación a éste fenómeno social de la política nacional que está sucediendo. Así como en los cultos religiosos, la gente se vuelca con su fe por una imagen divina, o bien, por un personaje (ya canonizado) que se distinguió en vida por su humildad, caridad y por esa cualidad de hacer milagros; así también lo que sucede en este momento, es que los ciudadanos mexicanos creen, se identifican, y sienten como suyo a una sola persona, que a lo largo de su carrera política ha logrado, no tanto haber hecho realidad miles de proyectos, pero sí haber tenido cuando menos una vida sin corruptelas, nada de lujos extravagantes y sobretodo, siempre haber estado al lado de esa gran mayoría excluida, o sea, los pobres.

Dice Alejandro Colina en etcétera número 210 (Mayo de 2018): “En la simpleza ha encontrado las claves de su discurso, que sus fieles repiten como si entre las palabras y las cosas no se extendiera ninguna sombra. Imposible no advertir la matriz religiosa que alienta el movimiento que encabeza. Tan imposible como no percibir la sensación de desamparo que patrocina el culto a su personalidad. Naturalmente, el anhelo infantil de amparo paterno no integra el único factor que ha encumbrado a López Obrador”. Y añade más adelante: “La gente se le aproxima y lo desea tocar. Él lo permite, se deja querer. Las mujeres lo besan, los hombres lo saludan; quienes no encuentran su mano le palpan el torso, la espalda, le acarician el cabello, lo despeinan. El cabello platinado brilla a la luz del sol. Le confiere un aura bondadosa, de sabiduría ancestral. Si a Cuauhtémoc Cárdenas le llamaban Tata, igual que a su padre, a López Obrador le llaman Pueblo, y él cumple con holgura su papel. Se lo cree. Lo suyo es hacer historia, y de la grande, pero se coloca al nivel de los pequeños, de los marginados, de los más pobres”. No perdamos de vista que, de acuerdo al psicoanálisis, el anhelo infantil de amparo paterno genera el sentimiento religioso y la fe se ubica en López Obrador como el hombre que construirá un México distinto. Vivamos todos éste tiempo histórico irrepetible.

sagare32@outlook.com

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