Especial

Vivir en Paz

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La entrevista se acordó para la tercera semana de julio. Esa tarde llegamos con puntualidad a la residencia que nos había indicado. Mi hermano Ramiro alcanzó el timbre y sin tardanza, una persona de la servidumbre abrió el portón y al mismo tiempo nos indicó el camino. En medio de bromelias y helechos, nos condujo a la biblioteca donde amablemente nos ofreció un asiento y algo para tomar. Mientras esperamos al anfitrión, nos sorprendimos por los miles de volúmenes que había en esa sala. Ahí se distinguía a los rusos Antón Chéjov, León Tolstoi, Gogol, Máximo Gorki, así como a Pasternak y su doctor Zhivago. Estaban juntos. En otro casillero, apenas notamos a Pérez Reverte, cuando apareció el caballero con bata corta amarrada a la cintura y gasnet jaspeado, color guinda. Dirigiéndose a mi hermano, le expresó, Bienvenido profesor, esta es su casa. Ramiro, caballeroso contestó, gracias Maestro, él es mi hermano Julio, le he platicado mucho de usted, a lo que el visitado se dirige a mí declarando, Julio, tanto gusto, siéntense por favor ¿Qué están tomando?

El filósofo e historiador coatepecano por adopción, José Ezequiel Iturriaga Sauco, inició la conversación y en ese momento nos convertimos en asiduos oyentes. Hoy es 18 de julio, se conmemora un aniversario más de la muerte de Benito Juárez y continuó la charla platicando de la ríspida relación entre los oaxacos Porfirio Díaz y Benito Juárez.

Maestro, ¿por qué tanta diferencia, si ambos luchaban por un mismo ideal que era la libertad del país?, fue la pregunta de mi hermano. Pues verán, contestó don Pepe, después de la batalla del 2 de abril, Porfirio entregó a Juárez una considerable suma en efectivo, treinta y cinco mil elementos de su ejército, así como su estratégica renuncia. Digo estratégica porque para él, la victoria era propia y para don Benito, en declaración publicada, dijo que el triunfo no fue de las armas, sino de la ley.

El abogado zapoteca y el guerrero mixteco, don Pepe continuaba la charla, encarnaron el poder de manera divergente. Juárez estimaba que los militares eran la causa del retraso mexicano; Díaz tenía por pluma una espada y su actitud era demasiado humana pero no patriótica; le costaba trabajo comprender la solidez de las ideas morales. En 1871, la fórmula Juárez-Lerdo de Tejada, ganó la elección presidencial, Porfirio, empuñando nuevamente el acero y el bridón, exclama que fue fraude; Juárez, su escudo es la razón y la ley su fortaleza.

La tarde se hizo demasiado corta, don Pepe concluyendo, expresó: a los héroes, la muerte les debe llegar a tiempo, y a la cita con la muerte, el 18 de julio de 1872, Benito Juárez llegó a tiempo. El atavismo que nos deja, con el respeto al derecho ajeno, nos permitirá siempre, VIVIR EN PAZ.

Antes de despedirnos, comprobé la generosidad del convidante al obsequiarme una obra que publicó en 1984, cuyo título es muy sugerente “Lo Religioso en el Refranero Mexicano” libro que guardo con recelo al funcionarme como ejemplar de consulta. Inolvidable tarde, como inolvidables mis personajes de este relato, don José Iturriaga Sauco y mi hermano Ramiro Contreras Díaz. En paz descansen. Dios a cada uno los guareció en su tiempo.

¡Ánimo ingao..!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.

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