XALAPA AMENAZADA Y OFENDIDA
Uriel Flores Aguayo
Amenazas cotidianas, de coyuntura o por sistema se enseñorean sobre nuestra ciudad; amenazas cumplidas ante la impunidad y las omisiones oficiales. Somos una población amenazada permanentemente por grupos de interés, lidercillos y juegos palaciegos. Las amenazas se vuelven ofensas, graves hasta el detalle, por quienes no ven ciudadanos en nosotros, por los prepotentes que asumen a la ciudad como territorio de conquista y de paso. Muchos deciden sobre Xalapa, la afectan con sus órdenes verticales y se van, nos heredan los problemas de su ignorancia y ambición. Casi en ningún servicio público el ciudadano – usuario tiene voz.
Una amenaza diaria y visible la constituye la policía estatal, con inútiles desfiles de patrullas en las que sus elementos ocultan su rostro con máscaras y nos apuntan con armas largas infundiendo temor en la población; nos amenazan los grupos oficialistas que invaden y depredan nuestras áreas públicas tanto verdes como de interés social; nos amenazan los «valientes» que «luchan» bloqueando nuestras calles, sobre todo la principal y más céntrica, casi siempre con aliento oficial; nos amenazan las grúas, poder mafioso que recauda sobre la indefensión ciudadana; nos amenazan los tíanguis y pocilgas en que, por negocios político y económico, han convertido a nuestros parques, alejando de su disfrute a la población y a los turistas; nos amenazan con un gasoducto proyectado para la prioridad de una empresa, omitiendo el interés de la gente; nos amenazan con miles de taxis y autobuses, en número demencial y desproporcionado, haciendo casi inútil cualquier esfuerzo de ordenamiento para la movilidad; nos amenazan con la privatización de la comisión municipal de agua, en la ruta del SAS, omitiendo que esa empresa pública no pertenece a un sindicato, partido o grupo, si no que es de la ciudad; nos amenazan los policías viales con metralleta y silbato, intimidantes para automovilistas y peatones; nos amenazan las inmobiliarias con sus desarrollos mal hechos y promociones del urbanismo salvaje; en fin, sólo es una aproximación de las amenazas que acechan a Xalapa, algunas cumplidas, otras latentes.
El contexto de estas amenazas es un sistema político que le resta facultades a la ciudad, que todo lo vuelve clientelar y que pone por delante el interés particular sobre el general. En el fondo existe un desprecio evidente al ciudadano, no cuenta ni es sujeto de derechos para quienes se ven como jefes y dueños de nuestro futuro. Es en lo electoral y en materia de seguridad pública donde se observa con facilidad la idea que tienen desde el poder sobre los ciudadanos: clientes y delincuentes. Es asombroso como casi todo en materia de seguridad es una farsa.
En el equilibrio de las posturas a favor y en contra de Xalapa, las segundas ganan por inercia o por una costumbre muy arraigada de amplios sectores de la población, educados en el clientelismo oficial, consistente en pedir y pedir, nunca dar. Con esas actitudes más bien hay desequilibrio, déficit de ciudadanía y enormes limitaciones para dar curso exitoso a la solución de necesidades sociales. La lucha seguirá, es un proceso, no hay manera de detenerla; siempre la disyuntiva planteara un rumbo u otro, entre estar a favor o en contra de Xalapa.
Estar a favor de nuestra ciudad supone decirlo y hacer algo al respecto, opinar, ganar voluntades, practicar aun en detalles los métodos democráticos e impulsar una agenda novedosa y progresista que nos lleve a tratar los grandes temas del municipio. Ahora lo correcto es que, cuando los grupos y sectores pidan, ricos y pobres, se les pregunte, a la ves, ellos que aportan. Mis mejores deseos para los que quieren Xalapa unida, incluyente, humana, transparente y hasta de respirar dan ganas.
Recadito: La pregunta es que hacemos con los partidos: Los vendemos, los rifamos, los regalamos o los empeñamos.