Xalapa, una manifestación “patito”
Xalapa, una manifestación "patito"
Por Edgar Hernández*
Bien se dice que hasta para hacer las cosas mal hay
que hacerlas bien.
La manifestación y vandalización sucedida ayer en el
centro histórico de Xalapa, a cargo de un puñado de jóvenes, los llamados
“chairos” o “cacalovers”, no fue más que una burda representación de lo que en
política no se debe hacer para distraer el ánimo ciudadano.
Es como pretender presentar un espectáculo tipo
“Cirque Du Soleil” cuando solo dispone del “Circo Atayde”.
De otra suerte no se entiende la burda
representación violenta de un grupo de estudiantes en días de pandemia, donde
no hay estudiantes en la ciudad capital.
Inexplicable y de señalada tosquedad que los
vándalos encapuchados hayan llegado en autobuses foráneos cuando toda marcha
precede al mitin que puede terminar de manera pacífica o en choque con la
policía.
La de ayer, sin embargo, fue una engañifa.
Su lenguaje y expresiones verbales no corresponden a
los veracruzanos y muy telegrafiado que sus focos de ataque fueran el Diario de
Xalapa, la Catedral y los comercios del centro más no los palacios de gobierno
y municipal, ni los edificios públicos.
Imposible tragarse esa píldora.
Solo un tonto daría por buena que la protesta fue
por la muerte del ciudadano Carlos Navarro Landa a manos de la policía, que en
efecto sucedió, pero el tres de mayo pasado. Es decir, los vándalos recordaron
un mes después el abuso policiaco.
Sospechosamente el mismo modus operandi se registró en
Guadalajara por el asesinato -también hace más de un mes- de otro joven,
Giovanni López, a manos de la policía en un escenario político donde más parece
venganza política del gobierno de López Obrador contra el gobernador Enrique Alfaro,
que una exigencia de justicia.
Sobre todo, se sucede en un país donde en los
últimos 18 meses han muerto de forma violenta 48 mil personas sin contar la
pandemia, escenario ante el cual los encapuchados justicieros no acusaron
recibo ni de muertos, ni desaparecidos, ni destazados.
Llama la atención como los violentos de Xalapa se
movieron de manera coordinada, demasiado perfecta para ser creíble. Las mismas
frases, los mismos desplazamientos de los encapuchados de la ciudad de México.
Las mismas pintas. La misma avanzada de mujeres y hasta una llanta en llamas que
de pronto apareció frente a la Plaza Lerdo.
Demasiado teatral para ser creíble.
En sus consignas los rijosos de Xalapa, exigían
además justicia por la muerte de George Floyd, un hombre de color asesinado por
un policía de Minnesota el 28 de mayo ante lo cual la poca gente de Xalapa, la
de a pie, se preguntaba ¿Y quién es ese Floyd?
Pero ahí estaban los chairos solidarios. Sin
convocatoria previa. Simplemente aparecieron en las calles despejadas, sin
elementos de tránsito, sin la policía, patéticos.
Como Pedro por su casa, se apoderaron de la plaza
para con sus martillos y piedras hacer destrozos y saqueos. Igualito como lo
hicieron en Mexicali con el cierre de la cervecera “Constelation Brand”. La
misma táctica que en los disturbios provocados en Jalisco y en la Ciudad de
México.
¿Demasiadas coincidencias para ser creíbles no?
Hoy la opinión pública está llena de dudas. No entiende
por qué en Veracruz, la tercera entidad con más violencia y crimen, segundo
lugar en feminicidios y seis carteles que controlan parte del territorio, hasta
ahora los chairos se acuerdan de la injusticia.
Por qué el gobernador Cuitláhuac García, luego de la
vandalización, sale a decir que no se presentarán denuncias penales pero que
los vándalos tendrán que pagar los destrozos a comercios e instituciones
privadas, mas no los daños públicos.
Pareciera que no entendiera que para que los agresores
paguen hay que ir por ellos a la ciudad de México ya que no hubo detenidos y
para que respondan por los daños a edificios públicos hay que empezar por
dañarlos ya que extrañamente ningún de ellos fue vandalizado.
El gobernante no puede tomar la ley en sus manos y
disponer quien paga y quien no. No puede erigirse en juez y parte y hablar en
nombre de los tres poderes.
Hoy se dice pacifista renegando de su pasado
violento.
En realidad, las acciones de ayer solo son
distractores, cajas chinas ante el descrédito y reprobación por la visita
presidencial, los nuevos empréstitos, el desgaste oficial ante la escalada de
muertes por el Covid-19, las denuncias de corruptelas y saqueos al erario amén
de que la gente, las familias, ya no aguantan el confinamiento.
Hay que dar circo, aunque no haya pan, para que no
se alebreste ese “pueblo bueno” que vela armas de cara a la jornada electoral
del 7 de junio del año próximo en donde los morenos habrán de registrar muerte
súbita.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo