Y después de la desconfianza ¿qué?
Pedro Peñaloza
“El hombre sabe mucho más de lo que comprende”.
Alfred Adler
1. ¿La desconfianza nace o se hace? El licenciado Peña Nieto ha confesado que en México permea la incredulidad y desconfianza. Se agradece que el inquilino de Los Pinos tenga a bien socializar lo que se vive y se sabe en amplios segmentos de la población, sin embargo, hubiese sido aconsejable que el joven imberbe profundizara en los motivos que generan estos estados de ánimo, pero no, optó por solo decir vocablos sueltos y carentes de contenido profundo y explicativo. ¿El titular del ejecutivo sabrá las raíces de lo que afirma? Es deseable que lo sepa. Quizá
2. Hablemos con visión. Abandonemos las ocurrencias. México vive atrapado por una trilogía estructural, a saber, desigualdad social, corrupción e impunidad, las tres variables son interdependientes, pero tienen su propia autonomía, actúan por senderos distintos que después se encuentran. No es una maldición divina lo que provocó nuestra notable crisis sistémica, lejos de ello, se produjo y coaguló por razones conectadas al dominio clasista y hegemónico que marcó el horizonte de una República atrapada por taras históricas y su condición dependiente en la división internacional del trabajo capitalista. Por lo tanto, es importante abrir nuestra perspectiva analítica para explicarnos cómo llegamos a este proceso de degradación y de descomposición social sin límite. Seguramente el mapa que nos podría proveer las pistas fue dibujado por esas minorías universales y también vernáculas que se apropiaron de tierras, fábricas y conciencias. No existe otra forma pedagógica y que nos dé luz, para encontrar los circuitos que nos conectaron a este aparato de dominación.
3. El poder fortalece o aniquila. El ciudadano Presidente debería saber que él es parte de un problema histórico y no hablo solo de su persona, me refiero a los poderes metaconstitucionales que tiene y ejerce. Él concentra decisiones legales y formales, pero también, y esto es importante subrayarlo, influye en el curso de los procesos políticos y de las llamadas políticas públicas. No, de ninguna manera señor Presidente, se puede aceptar una versión superficial de un fenómeno multiclasista e intergeneracional. Usted, licenciado Peña, aunque tenga limitaciones constitucionales, es evidente que su poder podría contribuir a diseñar un nuevo modelo de convivencia democrática, pero no, ha preferido tolerar e impulsar políticas tendientes a mejorar a pequeñas minorías que se apropian del producto del trabajo y recursos de las mayorías nacionales. Usted, joven Presidente, tiene la certeza de que puede gobernar un país con una mayoría de miserables y excluidos; usted, titular del ejecutivo federal se ha rodeado de personajes ineptos y arribistas; usted, ha «palomeado» candidaturas para diversos puestos de elección popular que no llenan los requisitos elementales para influir en la edificación de una gobernabilidad democrática; usted mantiene una alianza con los dueños del dinero, que son los principales beneficiarios de una política que porta como religión el individualismo y el egoísmo; usted podría tomar iniciativas en otra dirección y no lo hace; usted debería corroborar que el PRI es distinto, pero no lo hace por las inercias que le imponen la nomenclatura de su partido; usted podría ser promotor de la participación ciudadana y comunitaria, pero prefirió aliarse con pequeñas ONG derechistas y conservadoras, que lejos de oxigenar el ambiente de la llamada sociedad civil, se dedican a aplaudir al régimen y a legitimar sus acciones.
Pero no ciudadano Presidente, usted y sus antecesores con la clase política toda, sembraron un enorme clima de desconfianza, de incredulidad y escepticismo. Usted y el ejército de políticos profesionales son los promotores de lo que usted ha ventilado recientemente. Así que, no hay que dar muchas vueltas, el país como entidad plural, solo tiene futuro si la clase política cambia o la cambiamos. Ni más ni menos.
pedropenaloza@yahoo.com /Twitter: @pedro_penaloz
