¿Y dónde quedaron los ahorros?
¿Y dónde quedaron los ahorros?
Por Aurelio Contreras Moreno
Pese
al triunfalismo del discurso oficial que alcanzó tintes teatrales durante el
mensaje presidencial con motivo de la presentación del segundo informe de
gobierno, la realidad de la economía del país es muy diferente al mundo de
caramelo que Andrés Manuel López Obrador esbozó la mañana de este martes en
Palacio Nacional.
Días
antes, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, declaró que
este año se acabarán los “guardaditos” del gobierno, que no son otra cosa que
los fondos de reserva con que cuenta –o más bien, contaba- la administración
federal y que le sirvieron, entre otras cosas, para evitar que el derrumbe de
las finanzas llevara al país al colapso total.
Dichos “guardaditos” son los recursos del Fondo de Estabilización de los
Ingresos Presupuestarios (FEIP), cuya función es “aminorar el efecto sobre las
finanzas públicas y la economía nacional cuando ocurran disminuciones de los
ingresos del Gobierno Federal respecto a los estimados en la Ley de Ingresos,
para propiciar condiciones que permitan cubrir el gasto previsto en el Presupuesto
de Egresos”.
Dicho
en otras palabras, representa una suerte de fondo de ahorro cuyo objetivo es compensar
los desajustes que puedan registrarse en los ingresos gubernamentales durante
el año fiscal en vigencia y así cubrir el gasto planeado originalmente en el
Presupuesto de Egresos de la Federación.
A
inicios de 2019, los recursos del FEIP ascendían a unos 290 mil millones de
pesos, que en ese momento representaban aproximadamente un punto porcentual del
Producto Interno Bruto del país. Pero para finales de ese mismo año, su saldo
era de 158.4 mil millones. Había perdido cerca de la mitad de sus fondos,
tomados por el gobierno para fines poco o nada transparentes.

Otro
de los “guardaditos” a los que se refirió el secretario de Hacienda son las
coberturas petroleras, mismas que consisten en “una serie de operaciones que
protegen las finanzas públicas en caso de una caída abrupta del valor del crudo”.
Las coberturas
petroleras contratadas por la administración de Andrés Manuel López Obrador
para 2020 buscaban garantizar ingresos por un precio en el mercado de 49
dólares por barril de petróleo mexicano. Y como es bien sabido, durante el
segundo trimestre del año el crudo mexicano llegó a valer nada –al grado que
salía menos caro tirarlo que almacenarlo- tras desplomarse los precios
internacionales a causa de la paralización de las actividades económicas
provocada por la pandemia. Y debido en buena medida también a la pésima
conducción de la política energética por parte de la secretaria del ramo, Rocío
Nahle García, quien se creyó la broma de que podía “agarrarse a las patadas” en
una negociación con los jeques árabes y con Rusia. Amén del desastre en
Petróleos Mexicanos, que en el primer semestre de este año perdió más de 600
mil millones de pesos.
El
resultado es que entre ambos fondos, el gobierno mexicano gastará en números
cerrados unos 289 mil millones de pesos, dinero con el que busca cubrir el
boquete en los ingresos presupuestarios del país de 297 mil millones que dejó la
caída de la economía nacional durante el confinamiento por la emergencia
sanitaria.
No
es gratuito pues que en el discurso presidencial se aluda constantemente a las
remesas enviadas por los migrantes mexicanos en Estados Unidos, que han sido la
verdadera tabla de salvación de la economía del país que, hacia finales de 2020,
se prevé tenga una caída de 10.02 por ciento en total.
Ante
este escenario de precariedad financiera del país –que entre otras consecuencias
significará una reducción en las participaciones federales a estados y
municipios en 2021, y que en el caso de Veracruz se estima sea de un tres por
ciento- llama la atención que en su informe, el presidente López Obrador
presuma “ahorros” por la “austeridad republicana” y por “no permitir la
corrupción” del orden de 560 mil millones de pesos durante lo que va de su
administración.