YA SE VAN, MUY PRONTO
YA SE VAN, MUY PRONTO
Uriel
Flores Aguayo
Un
sexenio, breve para sus conductores y largo para la ciudadanía, duró la
alternancia morenista, no más. En muchos sentidos fue un tiempo perdido.
Llegaron casi por accidente, en la ola obradorista. Pudo ser cualquiera, sin
necesidad de aportar algo. No se dieron cuenta de esa circunstancia o simulan
no advertirlo. Se comportaron como si ese poder fuera resultado de su
trayectoria y méritos. Error fatal. Con el poder en sus manos se dedicaron a la
fiesta, a la frivolidad y al saqueo; sin obviar sus perversas venganzas.
Ya
instalados en el poder mostraron un rostro de nepotismo e ínfimos perfiles.
Hicieron un gobierno familiar y de cuates. Creyeron que sus cargos eran
infinitos y actuaron con soberbia y prepotencia.
Son
administradores (malos) no gobernantes y mucho menos líderes. Valen por el
cargo, sin él son cero e intrascendentes.
Hicieron
del gobierno una caricatura de AMLO, una repetición de las ocurrencias y fobias
presidenciales. Sin ideas propias rápidamente se fueron esfumando en el
imaginario popular. Ganaron también las elecciones del 2; pero con métodos
represivos y contando con las precauciones opositoras. Hasta hora aparentan
vivir en una burbuja, como si todo lo hubieran hecho bien y el futuro les
sonriera.
Están
equivocados, pero son repelentes a la autocrítica. Se piensan superiores en
función de sus ideas polarizantes y anti democráticas. No creen en el
pluralismo, por tanto, los otros no existen o únicamente representan el mal.
Son demagogos, no hacen ningún esfuerzo de análisis y reflexión; no piensan.
Son un gobierno de operadores básicos. No distinguen a su partido del gobierno,
lo fusionaron. Son corporativos y clientelares. Han llevado sus abusos con los
empleados públicos a niveles de esclavismo. Son viles.
Debut
y despedida. Están moralmente derrotados. Sin banderas ni principios, sin
causas ni ética, sin cambio ni honradez. Son del montón, son prescindibles. Hay
casos escandalosos como el de la diputación federal por Xalapa, donde Morena
lleva nueve años con esa posición sin haber hecho absolutamente nada, dejando a
la capital veracruzana sin representación popular. Es obvio que, en Xalapa, no
deben seguir, que no merecen un voto más. Y tampoco en el resto del Estado, por
ejemplo, en el caso de los Senadores y el gobernador, tan ausentes como
inútiles. Morena tendrá votos de simpatía hacia AMLO y de beneficiados de
programas sociales que creen se lo deben a él, pero no le alcanzan. Ahogados en
corrupción y libres de escrúpulos intentarán alterar el resultado electoral;
son tan limitados que hasta eso les saldrá mal. Se van a topar con la dignidad
y el hartazgo de la mayoría de los veracruzanos, además del anhelo de cambio.
Ellos ya no representan algo nuevo, envejecieron súbitamente, son tradicionales
y no tienen nada que ofrecer. Son una secta chafa. Son imitadores y
charlatanes. Terminaron como una pandilla. Son tontos, no locos: no comen
lumbre. Viene la desbandada y buscarán salvar el pellejo.
Cegados
por su mitomanía creyeron que las próximas elecciones eran un paseo y ya se
repartían los puestos de gobierno. No están preparados para la competencia, se
ven torpes y hundidos en una apabullante mediocridad. Van a perder. Por el bien
de Veracruz.
Recadito: del segundo se fueron a los veinte pisos.