Yo puedo
HISTORIAS OLÍMPICAS*
El capitán de espíritu indomable
¡YO PUEDO!
Por
Héctor Larios Proa
Decisión, voluntad y entrega
son características que reúnen los triunfadores. Hace varias décadas conocimos
a un joven que mostró esos valores a lo largo de su carrera deportiva. El joven
no conoció imposibles supo brincar obstáculos que para muchos significaron
frenos. Distancia, cansancio, falta de dinero y apoyos no impidieron lograr su
sueño de jugar en primera división del futbol mexicano.
A sus escasos diez años,
jugaba en la calle, como millones de niños en el mundo, para él era algo más
que un juego, no era un pasatiempo o diversión, era la oportunidad de ser
alguien como aquellos futbolistas que veía por televisión.
“Algunos vecinos le decían a
mi papá, Gabriel juega bien futbol, hay que llevarlo a un equipo”. Un día mi
padre obrero de la IEM, a quien le gustaba el béisbol, me dijo: ¡Mira, entre ser vago y futbolista, no hay
mucha diferencia!
“Ahí me la dejó botando”, recuerda,
Gabriel Márquez Trejo, hijo del matrimonio de José Guadalupe Márquez Martínez y
Rosa Trejo Palomino, tuvieron seis hijos. Gabriel nació en Pachuca, Hidalgo,
pero siempre ha vivido en la colonia Progreso Nacional al norte de la ciudad de
México.
“Desde los seis años jugaba en
la calle, iba a la ´cascarita´ todos los días con los amigos de la colonia,
donde aún vivo, no importaba que fueran más grandes”, nos cuenta Márquez,
casado con su señora Lucy procrearon dos hijos, tuvieron la parejita.
Del barrio
al América
“Un día supe que el América
tenía equipos de chavos por Coapa, Avelino mi hermano mayor, me llevó para
probarme. Después de la practica me dijeron: regresa a entrenar.
Y así fue de los 12 años a los
14, en las infantiles mi primer entrenador fue el señor Simón Hernández, quien
después fue masajista de los Pumas, luego el señor Mayaudon y Galo, eran los entrenadores”.
Del norte de la ciudad hasta
los campos en calzada de Tlalpan, al lado de la Kodak. ¿Cómo te ibas? “Había un tranvía desde la Villa hasta Coapa, dos
horas para llegar y otras dos para regresar. No importaba, estaba en el
América”.
¿Qué
posición? “De extremo, volante, centro delantero y hasta central me
llegaron a poner”.
Gabriel desde joven se
distinguió por ser alegre, positivo y vacilador, al pisar la cancha se
transformaba en un león, siempre atento, vivo para la siguiente jugada. Bueno
en la marca y el anticipo, no se arrugaba ante los delanteros de mayor altura y
fortaleza, por si faltara algo, guardaba una fuerza interior que le valió
destacar entre muchos, su vigor inyectaba ánimo a sus compañeros.
Su atrevimiento y deseos de
superación le llevaron a pedir una oportunidad en la Reserva Especial del
América al mando del famoso, “Picao” Arnauda, quien le dijo: No, estás muy
chico. ¡Yo puedo!, insistió nuestro personaje, ante la negativa del cubano que
jugó en México.
¿Esperaste? “No,
me enteré que en Xochimilco entrenaba la Reserva Especial del Toluca y fui, ahí
me recibió un buen entrenador que me ayudó, Don Luis “la Negra”, Gutiérrez, me
vio jugar y me aceptó, meses más tarde, un día un señor de cachucha fue a
vernos jugar, al final le dijo a la “Negra” Gutiérrez, que me enviará a
entrenar a Toluca, a la Bombonera, era nada más y nada menos que Don Nacho
Trelles. Fui un par de meses, entrenaba con los futbolistas que veía por la
tele los domingos.
¿Cómo
llegas a la selección Amateur? Semanas después me citaron a
jugar una final de la Reserva Especial en los campos de san Isidro Xalpa, en
Azcapotzalco, le ganamos al Tlacuachiunes,
un equipo amateur famoso en la ciudad 2 a 1. Ahí estaban dos personas que a
serían muy importantes para mí, el señor Larios y Diego Mercado, entrenador que
había llevado a selección de futbol a los Juegos Olímpicos de Alemania ese año.
Me invitaron a la selección, por supuesto ahí estuve del 72 al 76”.
¿Qué
significó para ti? Imagínate, cuando llegué al Centro Deportivo
Olímpico Mexicano, CDOM, ahí nos concentramos, cuatro años, conocí a
deportistas de elite como “mano santa” Arturo Guerrero y muchos que pusieron en
alto el nombre de México en juegos olímpicos y mundiales, boxeadores,
luchadores, basquetbolistas, marchistas, corredores, etc. En el comedor nos
brindaban alimentos sanos en abundancia necesarios para reponer energías y
crecer. El servicio médico fue para mí muy importante, los dormitorios, todo el
personal que ahí laboraba fueron buenas personas que nos ayudaron a ser
mejores. Fue un gran privilegio, sobre todo, cuando en el barrio no contábamos con
casi nada. Ser parte de la selección, vivir en el Comité fueron mi escuela,
aprendí a valorar muchas cosas.
En diciembre de 1972, llegaron
llenos de ilusiones los jóvenes Javier Regalado, Oscar Mascorro, Raúl Flores,
Felipe de Jesús Becerra, Pedro Peñaloza, Eduardo Bautista, Angel Salazar,
Daniel Báez, José Luis Caballero, Quintanar, Granados, Víctor Rangel, Sotelo,
Oscar Padilla y Torres Salinas, Sergio Meza, sus compañeros del Toluca, entre
otros, todos de extracción amateur, un proyecto del que lo prensa dudaba de su
futuro.
¿Cómo
era un día de concentración? Entrenábamos a las seis de la
mañana todos los días, corríamos en el CDOM, en la pista de Tartán o sus
alrededores, también íbamos al desierto de Los Leones, desayunábamos al terminar,
una siesta después y a prepararse para entrenar a mediodía en el Centro de
Capacitación, regresábamos a comer, a veces hacíamos tres sesiones. Fui de los
18 jugadores que llegamos a la primera concentración hasta el final del ciclo
olímpico en 1976.
Tu
primer viaje internacional. “Fue en el 73 fuimos a California, nunca
me había subido a un avión, ponerte la camiseta de la selección y defenderla es
una de las cosas más preciadas, nos enseñaron a portarla con honor,
responsabilidad y compromiso”.
¿Por
qué son importantes ese tipo de juegos? Hoy les dicen moleros. “No
que va, cada partido hay que salir a ganar, los rivales siempre salían a
vencernos como fuera, se preparaban para ello nada más, ganarnos era lo máximo
para ellos. Así que había que meterle, si queríamos ganar, sin confiarse. Los
entrenadores Mercado, Portugal y Larios, nos mentalizaron, Además al regreso de
las giras siempre había corte, a quienes no les alcanzó, quedaban fuera.
Los juegos internacionales fueron subiendo de
nivel de exigencia, el público cada vez era mayor, los estadios más grandes,
fuimos a pueblos, ciudades y grandes estadios en Estados Unidos. Competimos contra
equipos centroamericanos y sudamericanos, después fuimos a Europa.
Sabía que debía entrenar muy
duro para jugar en primera división y ese era el camino, mantenerse fue lo
difícil, había mucha gente que iba a probarse, jugaban bien, calculo que fueron
cerca de ocho mil jóvenes a probar suerte entre convocatorias, torneos
nacionales, visorias que hacían los entrenadores durante el ciclo olímpico.
La selección Amateur una
escuela y gran proyecto, jugadores realmente del barrio con talento que se
esforzaron y tuvieron acceso a entrenadores, giras, alimentación, ropa de
entrenamiento para alcanzar sus metas. Eso hizo que fuéramos unos guerreros en
la cancha”. Expone con firmeza haciendo valer su experiencia en estos
menesteres.
¿Tu
primer Torneo Internacional? “El Juvenil de Concacaf, se
iba a jugar en Nicaragua, pero un temblor impidió que se jugará ahí y trajeron
la sede a México, jugamos en Puebla y Toluca. Fuimos campeones y nos
enfrentamos a selecciones con quienes no volvimos a ver repetidamente en otros
torneos y eliminatorias”.
En
el proceso vivieron pasajes difíciles. Cuéntanos. “Sí
hubo de todo, lesiones y otras cosas, pero la muerte de un compañero me marcó,
Felipe de Jesús Becerra, defensa central, era el capitán del equipo, murió
cuando un malandro lo apuñaló. Fue muy duro, fuimos al velorio. Con él platicaba
de nuestras ilusiones de jugar en primera. Frente al féretro, le prometí: Voy a
jugar en 1ª División, ese fue un aliciente, lo tenía presente y debía
cumplirle”. Nos cuenta Márquez Trejo.
¿Tu
lesión? “Fue duro, una lesión en la rodilla del ligamento medial y
menisco de la pierna izquierda, cuando íbamos corriendo en el CDOM, por el
velódromo, me resbalé, se me atoró la pierna y caí de espaldas, estuve jugando
así dos meses, no quería parar hasta que el doctor Julio Ramos, me dijo, es
mejor operar. Gracias a Dios, fue un
éxito la cirugía”.
Tu
rehabilitación vale la pena que se conozca, cuéntanos. “Estuve
enyesado 26 días, los médicos dijeron que la recuperación era de 7 meses la
hice en tres. No podía perder la oportunidad de estar en la selección y tenía
fija la idea de volver lo más pronto”.
Le recordamos a verlo visto a
las cinco y media de la mañana, bajaba de la villa varonil, con muletas para
caminar en la pista de tartán.
Con su sonrisa singular
echando la cabeza hacia atrás como recuperando aquellas escenas, Gabriel
relata: “Era un chaleco de seis kilos que me prestó Arturo “mano santa”
Guerrero y un par de polainas de 1 kilo, sin falta ahí estaba, quería regresar
pronto a las canchas”.
Te
adueñaste del servicio médico. “Pasaba las mañanas y las
tardes, gracias a las atenciones del “Mago” Ortiz y el señor Alfaro,
kinesiólogos del CDOM, en la tina de hidromasaje hacía patín en ambas piernas, fui
obediente a todas sus indicaciones.
Larimex, me decía que debía
fortalecer las piernas porque perdían volumen muscular, por ello, me pasaba una
hora cuarenta minutos, mañana y tarde. Logré aumentar centímetro y medio el
volumen de mi pierna operada, también iba al gimnasio y a veces por las noches
me daban permiso de entrar a la alberca”.
Al respecto Julio Larios,
comparte: su carácter y deseos de figurar lo sacaron adelante, además con su
forma de ser alegre y bromista se ganaba a la gente. Un día fui a verlo al
servicio médico, lo vi con una bata blanca puesta, estaba atendiendo a un
deportista lesionado. Cuando le llamé la atención, me dijo: Larios me la pasó
aquí todo el día ya sé aplicar los tratamientos, poner salchichas, compresas
calientes, aplicar ultrasonido, sigo las indicaciones de los médicos yo solo le
ayudo y me dicen Gracias, doctor. Era muy consentido del Mago y del señor
Alfaro, Gabriel se ganó a todos en el Comité Olímpico. Recuerda Julio Larios.
Ernesto
De la Rosa, su compañero rememora que a la hora de dormir se amarraba
el tobillo con una venda para acostarse boca abajo, jalar para flexionar y
romper la calcificación, admirable la voluntad del capitán, dice compartiendo
la anécdota.
Márquez, conocía a todos en el
Comité y con todos se llevaba bien, con los basquetbolistas, boxeadores en
especial con el de peso completo que le llamábamos King Kong, como no recordar
las bromas pesadas con el maestro Mario Tovar, de Lucha, cocineros, empleados,
secretarias y con el mismísimo Mario Vázquez Raña.
“El
Negro”, como también le dicen algunos compañeros, un hombre
sociable, bromista saludaba a todos siempre con una sonrisa. “Saludar no nos
quita nada, por el contrario, cuando esas personas trabajan para ayudarnos era
una forma de agradecerles incluso los invitaba a los partidos cuando sabía que
íbamos a jugar contra la selección o un equipo profesional o torneos
importantes, iban y nos apoyaban”. Márquez todo un personaje.
Tu
regreso después de la lesión. “Yo me sentía listo,
recuperado, los doctores me pedían que fuera despacio, que empezará a trotar,
yo quería jugar. Muy pronto lo logré. Estar con “mano santa” Arturo Guerrero,
escuchar sus consejos, me ayudó mucho, sus ánimos, al igual que otros
deportistas.
Mi regreso en un torneo
oficial fue en los Centroamericanos de Santo Domingo, una competencia que no
quería perderme y que fue muy especial incluso jugué de central en una ocasión
contra Cuba, Portugal me encargó una tarea especial marcar al centro delantero
cubano Jorge Massó.
Ese tipo de partidos tienen
una exigencia especial, los de Concacaf se preparan exclusivamente para
ganarnos, encararlos con compromiso nos ayudó a salir siempre bien preparados,
pero sobretodo nos inculcaron una mentalidad ganadora por ello el equipo
contaba con seis o siete jugadores líderes que se echaban el equipo al hombro”.
Agrega el recio defensa.
¿Cómo
se logra esa competitividad? “Había una competencia interna muy fuerte, no
sólo en la cancha entrenábamos con todo, en el físico yo siempre quería estar
entre los primeros y había muy buenos corredores, los interescuadras eran
buenos agarrones todos querían ser titulares, buenos jugadores. Incluso había
dos equipos la “B” y la “C”, que querían ocupar uno de nuestros puestos.
Los juegos internacionales nos
brindaron una experiencia increíble, nada nos asustaba por más difícil que
fuera el rival llegamos a jugar contra selecciones importantes en nuestro nivel
en Cannes 74 jugamos contra Francia perdimos 2 a 1 ahí estaban Platini, Tigana,
Fernández, entre otros, los dos siguientes compromisos fueron contra Hungría y
Rusia les ganamos a ambos.
Llegamos a jugar contra Holanda, Alemania, en Toulon con Argentina de Pasarella, Gallego, Ardiles, dirigidos por Menotti, tres años después fueron campeones del mundo, perdimos 1 a 0”. Recuerda Márquez apretando el puño y los dientes como solía disputar un balón.
¿Cuántos
juegos internacionales? “120 juegos de corte internacional entre
juegos de preparación, torneos Juveniles de CONCACAF, Centroamericanos, Cannes,
Toulon, Panamericanos, Olímpicos. También jugamos contra equipos profesionales,
como el América de Carlos Reinoso, John Kerr, Borja. Cruz Azul, Atlético Español, hasta la
selección mayor hacíamos interescuadras. Eran entrenamientos muy buenos que nos
ayudaron. Corríamos, nos entregábamos en cada jugada sabíamos que enfrentarlos
era de beneficio para nosotros.
¿Llegaron
ganarles? “Nos ganaban unas veces, otras nosotros”, ríe el duro,
lateral derecho.
“En una de esas prácticas, Don
Nacho Trelles, nos habló a Javier Regalado y a mí, nos dijo: “sigan entrenando,
van a llegar a primera”, agrega, Gabriel, quien meses después fuera designado
capitán del equipo por su voluntad y pundonor.
Vino después los Panamericanos
del México 1975. Un torneo que llenó las expectativas de público mexicano,
llenó la Bombonera de Toluca en todos los partidos y transmisión por televisión
en vivo y en directo de un equipo de jóvenes salidos de llano. Juan Dosal, los
apodó La Esperanza Verde”. Un fenómeno sin precedentes.
La gran final fue en el
Estadio Azteca contra Brasil, algunos dudaban que llenará el estadio. Se
equivocaron lo llenaron no una sino en dos ocasiones esa gran final y en un
juego de exhibición contra Brasil de su categoría.
Llenaron portadas de los
periódicos nacionales como el ESTO, Ovaciones, El Heraldo, El Sol de México,
Universal, Excélsior. Revistas como Penalty, Don Balón, y hasta apareció una
serie de dibujos animados.
“Hubo un empresario que quiso
comprar a todos para que jugáramos juntos en un equipo de primera, así de altas
eran las expectativas que generamos”. Dice uno de los líderes de la llamada
Esperanza Verde.
Montreal
1976 ¿Qué te significa? “Una meta cumplida, momentos
inolvidables, estar entre los mejores atletas del mundo de todos los deportes,
ver ondear tu bandera en la Villa Olímpica, portar el uniforme nacional”.
Los resultados no fueron
favorables empate a dos con Israel, después de ir ganando 2 a 0 en el primer
tiempo, derrota 4 a 1 con Francia y empate a 1 con Guatemala.
¿Qué
sucedió? “Después de los Panamericanos varios de nosotros ya
pensábamos en ser profesionales, habíamos firmado becas con equipos, yo con
Monterrey. Dos meses antes estaba pensando en otra cosa y no en la competencia,
perdimos concentración antes de concluir el compromiso más importante. Nos
faltó enfoque, extraviamos el objetivo”, remata serio, el capitán indomable.
Gabriel
Márquez ¿qué mensaje podrías dar a los jóvenes que quieren ser futbolistas? “Son
otros tiempos los jóvenes de hoy tienen muchas distracciones, pierden su tiempo
con celulares, juegos electrónicos, les falta hambre de ser alguien.
Para que aquellos chavos que
tengan la ilusión de jugar en primera deben tener una meta clara, una
disciplina férrea que no permita distracciones, deben aprender a cuidarse de
las malas amistades, cuidar su cuerpo con buena alimentación y descanso.
Una
meta, un ideal, sí los juntas con disciplina y mentalidad positiva, son la
fórmula para lograr lo que te propones e inmediatamente trazar la meta del día
siguiente”. Concluyó Gabriel Márquez Trejo, un futbolista
que marcó una época del futbol juvenil mexicano, pisó canchas del mundo dejando
sudor y ejemplo de entrega, para después cumplir su anhelo de jugar en primera
división.
Debutó con el Monterrey en el
clásico norteño jugando de titular los 90 minutos, ganando 2 a1 a los Tigres,
entre la pandilla se encontraba Javier Regalado, Márquez, Vicente Álvarez, el
otro central Álvarez, Basilio Salazar; Paco Solís, Juan González, Rogelio
Valadez, Bertochi, Milton Carlos, Rubén Romeo Corbo. Estaban todavía el
“Huesos” Montoya, Quintero Morones, Trinidad Caballero y el legendario Guaracy
Barbosa.
Pasó al Guadalajara del Javier
“Zully” Ledesma, García Rulfo, Celestino Morales; “Pititos” Torres, Eduardo
Ramos, Aurelio Hernández, Fernando Quirarte, el “Nene” López Zapiain; José Luis
Real, Javier Cárdenas, Aurelio Martínez, Pepe Martínez; en la delantera el
famoso “Willy” Gómez, Hugo Díaz, Víctor Rangel, “Snoopy” Pérez, Héctor Prieto,
su entrenador era don Carlos Miloc.
También vistió la casaca del
Jalisco entre otros compañeros Gilberto Adame Padre, Ricardo “Diablo” Márquez,
Alberto Ordaz, Arturo Cuevas, entre otros.
Historias de futbol que dejan
huella.
Colección Épica. – Presenta la primera serie de Historias Olímpicas de futbolistas mexicanos. En este verano 2021 próximo a la justa olímpica de Tokio 2021, tiene como meta rescatar historias de personajes
que inspiraron a jóvenes en busca de sus ilusiones, portaron la camiseta verde con honor y orgullo llenando de alegrías a la afición con sus triunfos.
Son la generación Olímpica de Montreal 1976, la llamada Esperanza Verde, que le dio un giro a las representaciones mexicanas pisando fuerte en busca de sus sueños de gloria. Una forma de agradecer su esfuerzo que conquistó corazones, sedujo a la prensa deportiva de la época para abrirse paso dejando huella.
La próxima entrega otro personaje inolvidable.