Pedro Peñaloza

18 años

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Por Pedro Peñaloza

 

No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidir. Pero el que decide es nuestro carácter. José Ortega y Gasset

  1. Se dice, y no sin razón, que los muertos se van cuando los olvidamos. Sí, pero tú te adelantaste a ese viaje que todos emprenderemos. Te sentimos, pero no te tenemos. No estás aquí para bromear y abrazarnos. Tu ausencia la sufrimos sin límites y con dolor, ese malestar que nos taladra intensamente.

Estás en cada milímetro de nuestros espacios. Transitas con nosotros en cada momento. Evocamos detalles y anécdotas que compartimos contigo.

  1. Olemos tu aroma. Ese que fluye de tus poros. El mismo que pulula por los rincones de nuestra vida. Que partió y se quedó. Aspiramos para imaginarte. A veces lo logramos. No siempre. Te fuiste en un momento clave de tu carrera humana y deportiva. Tus esfuerzos empezaban a rendir frutos. Habías superado la miseria de pequeños espíritus, soportaste los golpes de seres intrascendentes. Nunca te doblegaste ni perdiste la dignidad.
  2. Tenías un horizonte luminoso y estimulante que compartiste con quienes te amamos. Fuiste de una pieza, necio y firme. Noble y entregado. Testarudo y coherente. Eras capaz de todo para desprenderte de lo material. Eso no te importó nunca. Lo gozabas. Se lo dabas a quien les hacía falta. Recuerdo cuando, en un semáforo, te quitaste la playera de entrenamiento de tus Pumas para dársela a un vendedor ambulante que te la pidió. Llegaste a casa con el torso desnudo. O cuando les regalabas tus zapatos de fut a tus compañeros que carecían de ellos. Así eras: noble y fresco.

Te tenemos sin tenerte, las fotografías son testimonios físicos, pero tu respiración sigue siendo oxígeno para nuestras vidas. Te desplazas en la casa y ocasionalmente nos visitas. Nos haces travesuras. Nuestra nostalgia de ti nos hace verte y oírte. ¡Y vaya que te sentimos!

  1. Sé que te sentirías orgulloso de tus hermanos, los espléndidos Emiliano y Lídice Estelí. Dos seres humanos estudiosos, pensantes y sensibles que te recuerdan con amor. En mis sueños los he visto abrazados a los tres. ¡Carajo!
  2. En fin, hijito, aquí estamos. Y lo sabes, mientras tenga vida te seguiré escribiendo al sol cada año. Cada 22 de diciembre, cuando partiste, exactamente en el cumpleaños de tu abuela Elenita, que tanto te llora. Aquí estás Pedrito y allá nos veremos. Te amamos.

 

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