La Otra Versión

No hay como apuntar casi todo ( II )

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La otra versión:

                   

Por René Sánchez García

Fue así en la fonda de doña Meche donde se llevó cabo el primer diálogo, digamos público, entre la maestra Jazmín y don Paco Méndez, quien ya no era considerado forastero, mucho menos desconocido. Fue público, porque aparte de la dueña de la fonda también estaban varios parroquianos del lugar, que más que dedicarse a saborear el rico café y las deliciosas empanadas, pararon oreja durante los sesenta minutos que duró la charla. Como es costumbre de este pueblo, de inmediato se conoció el contenido de la plática, misma que se difundió con distintas versiones, tal y como suceden con los chismes.

El domingo por la mañana, precisamente en la misa del medio día, el padre Juan Alfonso, encargado de la capilla de San Rafael Las Flores, en su plática, sin mencionar nombre, lugar, ni fecha, dijo, palabras más, palabras menos, lo que me contaron: “Hermanos, hace unos días al fin se supo, que nada maligno o peligroso sucede en nuestra comunidad cristiana. Todos esos rumores que nos preocupaban acerca de que un ángel malo había llegado, resultaron falsos y no debemos de qué temer de hoy en adelante. Podemos estar en paz con el Señor, que en todo momento nos iluminó y protegió. Vamos a orar en agradecimiento y por el perdón de nuestros pecados”.

La más fidedigna de las versiones me la dio la maestra Jazmín Albino, precisamente al día siguiente, o sea el lunes por la mañana en la parada del autobús. Me contó que don Paco Méndez es un jubilado más de Telégrafos de Guatemala, que le agrada viajar por distintos puntos del país con la finalidad de conocer, convivir y hacer nuevos amigos. Es –dijo- una persona solitaria de buen corazón y demasiada ternura, así como ilustrado en muchos asuntos. Igual, asegura que le preguntó al final de la charla, acerca de esa libreta color guinda que tanto preocupaba a los lugareños.

Durante esa plática del viernes, la maestra Jazmín me comenta se atrevió a tocar por unos instantes la mencionada libreta guinda, misma que de manera instantánea, por no decir brusca, la retiró de sus manos, como si se tratara de un objeto prohibido. La maestra, conocedora del manejo de las reacciones de los seres humanos, de inmediato le dijo: “Que hermoso que en esa agenda usted registre todos los acontecimientos importantes de cada uno de los lugares que visita; de los diálogos que sostiene con las personas de las comunidades; de apuntar allí todos sus problemas, sueños, deseos y aspiraciones de vida; cuánto material  valioso deben contener esos diarios íntimos que acumula día con día con su puño y letra. Ya muchos quisiéremos tener esa facilidad de anotar casi todo”.

Don Paco Méndez, el jubilado, el forastero, el extraño –dice la maestra- puso una cara de sorprendido al escuchar todo eso que no entendió en lo más mínimo. El hombre sólo pudo decir: «La verdad es que desde muy joven, debí tener unos veinte años cuando compré mi primera agenda anual y desde entonces año con año, desde 1973 las adquiero y colecciono, no me falta ninguna. Pero lo cierto es que yo no escribo nada eso que usted dice. Así como cada mañana salgo con un sombrero o con un paraguas para evitar el sol o la lluvia, también a diario no puedo salir sin mi agenda, que es como mi compañera inseparable. Así que entrando en plena confianza, Don Paco Méndez le permitió a la maestra Jazmín, por fin  ojear con sus ojos y hojear con sus manos esa misteriosa libreta.

La profesora quedó bastante sorprendida del contenido de esa agenda, tanto que le prometió al forastero no divulgar nunca lo que había visto y leído en cada una de sus páginas. Y sí, nadie sabe ni nadie supo de ello. Al finalizar la semana siguiente, Don Paco no fue visto más y Jazmín al término de la quincena, no se supo más de ella. Los enfermos cuando surten sus recetas me preguntan casi siempre por él, lo único que les digo es que ya son casi tres años de renta lo que me adeuda.

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