Especial

¡La comezón la traigo en otro lado!

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Ramón Durón Ruíz

Cuenta la historia que “Siendo un niño, el genio musical austriaco, Wolfgang Amadeus Mozart, sus padres reconocieron sus excepcionales dotes para la música. A los seis años, Mozart ya era un intérprete avanzado de instrumentos de tecla y un eficaz violinista, al mismo tiempo que demostraba una extraordinaria capacidad para la improvisación y la lectura de partituras.
En la juventud de Mozart, se le acercó un muchacho de su edad y le preguntó cómo se componía una sinfonía. Mozart le contestó que aún debía dejar pasar muchos años de aprendizaje, antes de intentarlo.
El joven, irritado con la respuesta le objeto: –– Pero tú ya componías a los diez años.
Mozart, imperturbable contestó: –– Si, pero no tenía que preguntar cómo.”1
La moraleja es extraordinaria, cuando detonas tus dones y bienes y fluyes con el universo, no tienes que preguntar nada a nadie, las respuestas emergen en automático, porque tienes la sabiduría de escuchar la voz sagrada de tu corazón.
HOY toma conciencia de hacer una pausa en el camino y darte tiempo para escuchar la voz de tu corazón –el mensaje viene en signos y señales, no en palabras– el corazón sabe el camino Divino por el que has de transitar en la vida.
El que escucha el llamado de su corazón, hace las cosas bien, de buenas, a la primera, porque se elaboran con amor, es entonces en medio del dolor y del sufrimiento, que se encuentra con la libertad y la felicidad.
Oír el llamado de tu corazón, te reconcilia con el pasado, te lleva a disfrutar el viaje, hace que creas en ti mismo y te superes, concentra tu ser en el amor, para que éste se expanda, pues es vitamina pura que alimenta tu alma, atacando frontalmente tus miedos; es entonces que te das cuenta que llegan la recompensa… ¡y ocurren los milagros!
Todo lo que emerge del corazón, te lleva a creer en la vida, para crear un mundo espectacular, a entender que en tu camino hay 4 partes: “Amar, sufrir, luchar y vencer; el que ama, sufre; el que sufre, lucha y el que lucha… vence”
Cuando escuchas la voz de tu corazón, no vuelves a ser el mismo de antes, te empoderas de la vida, te ayuda a no extraviar el camino, como por arte de magia encuentras nuevas soluciones a los viejos problemas, te das tiempo para “Construir a cada paso los buenos momentos… que los malos llegan solos”
El llamado de tu corazón, enriquece tu conciencia, te invita a trabajar en tu mundo holístico, integrando mente-cuerpo y alma, en todo tu ser, entonces tienes sueños, construyes tus metas, tienes claro a dónde vas porque “el que sabe a dónde va, tiene la mitad del camino recorrido”
Escuchar tu corazón, te recuerda que “en la vida no hay magia, hay magos, que hacen de su existencia una obra maestra, en la que no falte un beso… que cause temblor; que no falte una caricia… que produzca calor; que no falte en tu vida… un café, un libro y un amor…”
Escuchar el sentido de tu corazón, te enseña a dedicar tiempo al silencio interior, renunciando a lo políticamente perfecto, enseñándote que los grandes cambios de tu vida, nacen de adentro hacia afuera, entonces simplificas tu vida y “Haces en cada momento lo que hay que hacer…lo que corresponde”
La energía del corazón llena tu vida de amor, tolerancia, prudencia, felicidad, te ayuda a aprender a sonreír, a dar, a agradecer, liberándote a la par de la necesidad del miedo, el odio, el rencor, el ego, el resentimiento, eso te lleva a vivir plenamente el presente.
Cuando interpretas los mensajes del corazón, te ayuda a ensimismarte en tu ‘mágica mismidad’ y gozarte con el sentido del humor. El humor es terapéutico, trae consigo sanidad y alegría, “cura al que lo da y al que lo recibe”, siempre está cargado de buena fe, picardía y astucia, de sentido de vida, pleno de ingenuidad provinciana; humor, que al conectarte con tu Maestro Divino, siempre es una buena nueva.
Resulta que invitan a una cena al hombre rico del pueblo: Don Audomaro y a su esposa Doña Ovárica, él la apercibe:
–– ¡Vieja! debo llevarte a la cena, porque es muy importante para mí, pero como te falta roce social ¡Tu disimula!, ¡disimula!
–– Viejo no te preocupes, yo voy a disimular.
La cena marcha muy bien, hasta que Doña Ovárica empieza a rascarse desenfrenada y estrepitosamente el cuero cabelludo.
–– ¡Vieja!, –desesperado reclama el esposo en voz alta– con una tiznada… ¡te dije que disimularas!
–– Estoy disimulando ‘abrón… ¡LA COMEZÓN LA TRAIGO EN OTRO LADO!
1.http://www.enriquegracia.net/secc/libros/anec_mozart.htm

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