Primavera 2018, México
Mary Paz Monzón y Héctor Larios
Llegó la primavera, las jacarandas en flor embellecen esta temporada, llegaron también las lluvias con todo y tormentas que refrescaron jardines, campos y bosques. Los calores y tormentas se juntan para las inminentes campañas políticas, sofocaran algunas quemaduras.
El futuro de Veracruz y México están en juego. En esta contienda se esperan algo más que tormentas, llegarán amenazas de cimbrar al país, aquelarres, video escándalos para denostar candidatos y candidatas. Guerra sucia en formatos modernos, seguramente desde las redes sociales se confabularán con el anonimato y la perversidad de falsas noticias. Campañas que buscan incidir en el voto para manchar, aún más, la pisoteada imagen de políticos.
Campañas donde todos son buenos, vestidos con el manto de la pureza, cargando la espada de la justicia, desfilarán por medios de comunicación, algunos tocarán puertas, caminarán entre banderas repartiendo despensas y playeras “made in china”, estarán en reuniones con los mismos de siempre, las mismas caras para seguir negociando con la pobreza e ignorancia.
¿Podremos esperar campañas diferentes? Los actores políticos de esta ocasión tienen la oportunidad de hablar con el corazón usando la razón e inteligencia para convencer a un electorado cansado de promesas y frases huecas, demagogia pura. No han entendido el hartazgo ciudadano. Ese es su reto, ganarse su confianza impactando en la percepción de las mayorías para que ejerzan su voto. Del proyecto e instrumentación de sus programas no habrá tiempo, ni interés. ¿Veremos nuevas estrategias que hablen a los jóvenes, mujeres y aquellos que se suman al abstencionismo?
Creemos que no, simplemente porque la mayoría de los participantes son los mismos de siempre, disfrazados de otros colores, con otras máscaras y las mismas intenciones. Esperamos equivocarnos, vivir una campaña con propuestas, con una prensa calificada que narre, analice e informe de los perfiles, con debates de altura, y compromisos, para todos tengan elementos necesarios para confiar su voto. No podemos volver a equivocarnos. México no se merece políticos de tan bajo nivel, ni ciudadanos sin compromisos y conciencia social.
A propósito, nos parece pertinente, compartir con ustedes una petición de un asiduo lector, quien nos envía un artículo publicado en el Diario de Xalapa, hace algunos años, titulado. “Pláticas con el maestro José Vasconcelos”, de Carlos Darío Martínez Brash, narra la visita del intelectual a estas tierras veracruzanas en los años cuarenta del siglo pasado. Lectura que nos ayude a identificar a ciertos personajes, “hulelillos”, ahora que llegan los tiempos de campaña.
¿Cuántos de estos podremos encontrar en la Primavera del 2018 en México, Veracruz y en el Distrito de Coatepec?
PLATICAS CON EL MAESTRO JOSÉ VASCONCELOS
Por Carlos Darío Martínez Brash*
En los años cuarenta estuvo en la ciudad de Xalapa el gran maestro José Vasconcelos. El que esto escribe tuvo la oportunidad de conocerlo en la visita que hizo a mi padre en nuestra casa y luego, en varias ocasiones, convivir con él en fiestas, viajes y banquetes, uno de los cuales quedó grabado en mi memoria debido a que como los invitados de honor eran el gobernador del Estado, don Jorge Cerdán, quien a pesar de ser licenciado siempre corregía aquellos que se dirigían a él llamándole señor licenciado o señor gobernador, diciéndole palabras textuales: ¡Mejor díganme don Jorge y nos llevaremos mejor! Decía que los invitados eran don Jorge, José Vasconcelos y mi padre, así como muchas personas importantes que se reunieron en la hacienda La Orduña que es un bellísimo lugar.
Como de costumbre, a pesar de mi corta edad en ese tiempo, quedé sentado junto a mi padre y, como consecuencia, junto al maestro Vasconcelos que, por ser quien era, se puso a platicarme. Y recuerdo perfectamente que en un momento dado de su plática sencilla, me preguntó sorpresivamente señalando a todos los invitados a la gran mesa acomodada en los pasillos de la hacienda, y que sumaban más de cincuenta o sesenta personas. ¿Sabes, Carlos Darío –dijo- quiénes son todas esas personas que están aquí? No maestro –respondí-. Pues bien –prosiguió- no tienen nombre, puesto que no los conoces y por tanto –exclamó- puedes llamarlos “huelelillos”. ¿Por qué ese nombre maestro? –dije intrigado-. Ahora no importa. Cuando seas más grande –dijo- lo entenderás. Como no quedé satisfecho con la respuesta, insistí y exclamé: Quiero que me explique lo de los “huelelillos”. Bueno, lo de ese adjetivo es porque no saben volar –aseveró con seriedad-. ¿Y por qué no saben volar maestro? –contesté ya intrigadísimo- Pues por la sencilla razón de que para volar no hay que andarse arrastrando –contestó-.
Yo ya en ese momento me encontraba todo confuso con eso de los vuelos y con esa candidez que tiene uno a temprana edad, insistí preguntando: ¿Y usted sabe volar maestro? Sí lo sé hacer; solo que bien –contestó-. ¿Y cómo es eso? –respondí-. Pues… volar bien respondió -es volar muy alto y mirar muy lejos-. ¿Entonces porque no vuela ahora? –insinué. Te lo voy a decir, y solo a ti te lo voy a confiar me dijo en voz queda-: no puedo ahora porque mis alas de gigante no me dejan volar, no lo olvides –agregó-.
Algún día tú también volarás, pero cuando lo hagas –agregó-. Hazlo siempre de cara al sol; pero al sol de la verdad que es el único lugar que te puede guiar al conocimiento de ti mismo, porque si quieres engañar a los demás te engañarás a ti mismo, y entonces ni volarás, no caminarás y tendrías que arrastrarte como todos esos “huelelillos” que ahora ves aquí y tampoco –agregó- te infles, porque debes recordar –sentenció- “que al que se infla, quien lo pincha lo revienta”.
Esta plática sigue viva en mi recuerdo a pesar de los años y recuerdo con cariño a uno de los hombres más valiosos de México: El maestro don José Vasconcelos.
*Texto publicado en el Diario de Xalapa, proporcionado