A la mitad del río
A la mitad del río
Por Pedro Peñaloza
“Se va a la plaza del nunca por
la calle del ya voy”.
Miguel de Cervantes Saavedra
A tres años de la conclusión de la administración
de López Obrador, es posible afirmar que hasta ahora el balance es deficitario,
por llamarlo de alguna manera, si nos guiamos por el análisis de los
principales vectores de un gobierno que arribó con un discurso “renovador” y
“antineoliberal” y, además, respaldado por alrededor de 30 millones de
sufragios.
Desde el día uno, el inquilino de Palacio Nacional
ha basado su agenda política en la confrontación y los desplantes para
justificar la nobleza de sus intenciones sin ofrecer un debate serio, amplio y
profundo. Por supuesto, tiene derecho a emitir sus puntos de vista, eso no debería
estar a discusión, el quid del problema es que evade la discusión pública y
equitativa. Se refugia en sus homilías matutinas, desde donde descalifica y
calumnia a quienes cuestionan a su gobierno y su proyecto. Es más, su vena
excluyente la ha ratificado por no sentarse con los representantes de los otros
poderes ni con interlocutores opuestos a sus ideas. En tres años, no se reunió
con el conjunto de los legisladores del Congreso de la Unión y con el poder
judicial lo ha hecho selectivamente.
El presidente ratificó permanentemente que no tiene
una visión republicana, no obstante su morfología ideológica y política. Su
visión es más cercana al añejo presidencialismo autoritario, como lo muestran
sus continuos ataques a los otros dos poderes o a los institutos autónomos. Le
irrita la transparencia y la rendición de cuentas.
No sólo en el plano político es donde el ex jefe de
gobierno entrega malas cuentas, es también en las diversas políticas públicas
que se han puesto en marcha, cuyo denominador común ha sido la improvisación y
la ausencia de rigor científico. El saldo es desastroso en los principales
rubros, e incluso, con cifras de instituciones oficiales. Veamos: seguridad
pública militarizada e ineficaz y una economía sin rumbo, más homicidios dolosos,
más pobres, un sistema de salud lejano al prometido, una pandemia manejada
desde la superstición y la irresponsabilidad. Y, por si faltara algo, el trato
violento a los migrantes convirtió a un gobierno supuestamente humanista y
soberano en “la policía” de la Casa Blanca.
En resumen, nada que presumir y propagandizar. Lo
que se avecina son cambios cosméticos: desfiles de suspirantes, ajustes del
aparato, actos diversos por conservar el poder a como dé lugar, aplastando a
las oposiciones. Hace unas horas describió un país imaginario. Veremos cómo
llega a la orilla del río, uno cercano a Palenque.
pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz