Ars Scribendi

Águila descalza

Comparte

Rafael Rojas Colorado

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx

 

 En los acrisolados años que cálidamente transcurrían en la vida pueblerina de ese Coatepec del siglo XX se desarrolla la niñez de Juan Manuel Lozada Jiménez. Su alma por ningún motivo deseaba quedar atrapada en el anonimato, razón por la que en el año 1952, a temprana edad y exigido por sus necesidades, inicia el aprendizaje para la elaboración de pan, en la panadería “La Purísima”, propiedad de su padre, don Gilberto Lozada Zavaleta. El negocio estaba ubicado en la calle Galeana, junto a la cantina de Guillermo Godínez.

De esa evocadora época de niñez y del tierno abrazo a la adolescencia, a don Manuel todavía le parece escuchar en la radio a Acerina, a Mariano Mercerón, al trío Los Panchos, a Los diamantes. Y de entre los artistas del pueblo recuerda a Abraham Sánchez “El clemas”, a Víctor Manuel Gálvez “Pito loco”, y los inicios de Juanito Vega y los inolvidables bailes de Chapultepec. Esto sucedía a principios de los cincuenta.

Contrajo matrimonio con la señorita Rosa Hernández Espino, con quien procreó cuatro hijos: Rosa Luz, Rafael (†), Francisco Javier y Juan Manuel Lozada Hernández. Estos serios compromisos le obligaron a buscar otros horizontes más prometedores y en el año 1959 se inicia en la albañilería. Cuatro años le bastaron para pasar de peón a maestro albañil. Pronto abrazó el espíritu sindicalista y en 1963 es nombrado Secretario de Trabajo del Sindicato de la Construcción CROC  (Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos). Este puesto lo representó por espacio de un  año y en 1964 es nombrado Secretario General, correspondiéndole terminar la construcción del IMSS Coatepec. Por causas particulares se retira de la CROC para pasar a formar parte de las filas de la CTM (Confederación de trabajadores de México). Cumple dos periodos y se retira del cargo. El año 1994 nuevamente se convierte en secretario general, cumpliendo dicha responsabilidad por diez años consecutivos. En la actualidad forma parte como Secretario de Trabajo del Sindicato de la Construcción FATEV (Federación Auténtica del Estado de Veracruz).

Algunos albañiles de quienes aprendió y con quienes compartió experiencias laborales y trabó lazos de amistad son Alfonso Melchor “Chiva”, Pedro Jiménez “Popocha”, Leonardo Espino Rodríguez, Cruz García Cervantes, Augurio Guzmán y otros más que ocupan mil emociones en su ya cansado corazón.

Manuel Lozada Jiménez, acuna el orgullo y la emoción florecida de que bajo su periodo como secretario general de la CROC, un 20 de noviembre de 1964, fueron inauguradas cuatro clínicas del Seguro Social: la clínica 11, de Lomas del estadio; la clínica 17, de Coatepec; además, las de Tuzamapam y La concha. El solemne acontecimiento fue hecho desde la clínica 11 por el entonces Presidente de la República, Adolfo López Mateos, estando presente el Gobernador de Veracruz, Fernando López Arias, y el director del IMSS, Don Benito Coquet.

Con quince años de edad la energía de la juventud jamás renuncia a los retos deportivos. Estudiando en la escuela Benito Juárez el cuarto grado de la educación primaria, inicia sus prácticas de básquetbol en esa cancha aún cubierta de tierra. Rápidamente exhibe virtuosas cualidades, por lo que Fabián y Mario Pérez lo invitan a jugar en el equipo “Excélsior” a finales de los años cuarenta. En esas filas encontró magnífica talla de los integrantes titulares: Antonio Ronzón, Chafís, Mauricio y Antonio Hakim, el profesor Julio García Vega y Gonzalo Galván.

Integró la selección de basquetbolistas que fue a competir a Orizaba, en la que iban dignos y brillantes deportistas del deporte ráfaga: Vicente Bonilla, “Chiva”, Alejandro Bonilla “Jarillas”, Eladio Castillo “Cuchas”, Ernesto Quiroz y Carlos Maldonado “Coneja”. Durante tres años consecutivos conquistaron los primeros lugares de ese torneo (1948, 1949 y 1950). En 1949 también participó en un torneo de volibol.

Recuerda con nostalgia a Rafael y Raúl Monge. A los hermanos Soler: Chucho, Juan y Armando, quienes se iniciaron a principios de los años cincuenta. A Rafael Basurto y a Jesús “Chuy” Rivas; éste, uno de los jugadores más brillantes del básquetbol de aquel ayer. Juan Manuel Lozada jugó su último campeonato el año 1964, militando en el equipo “Constructora Ballesteros”. Su pasión fue tal que en repetidas ocasiones salió a la cancha a defender los colores de su equipo jugando sin tenis, por lo que lo bautizaron “Águila descalza”.

Pero también existe otro deporte que exige entrega, fuerza, valor, determinación y voluntad, y al que fue incapaz de eludir: el atletismo de fondo. Manuel Lozada participó en la primera carrera de antorchas. Los fundadores de la justa fueron los profesores Laurencio Ortiz y Abelardo Jácome.

Aquel 15 de septiembre de 1952, a las diez de la noche, sonó el disparo de salida en La pitaya. Corrieron a lo largo de la carretera de Briones. En la aguerrida disputa por el primer lugar los atletas llevaban en la mano una antorcha encendida como una evocación a los legendarios héroes que lucharon por la libertad de un pueblo. Así fueron llegando exhaustos y sudorosos a los bajos del palacio municipal que exhibía una modesta iluminación de colores. Los atletas fueron vitoreados por la multitud que en pocos minutos gritaría con emoción y entusiasmo: “¡Viva México!”. El primer lugar lo ocupó Felipe Zapata; el segundo, Oscar del Campo; el tercero, Augurio Pale; el cuarto, Juan Manuel Lozada Jiménez. Todos ellos acreedores a significativos trofeos, pues era el tiempo del deporte amateur. Participar únicamente por amor deportivo.

El profesor Abelardo Jácome formó un equipo de atletismo en el que él participó activamente, todos pertenecían al barrio de Arteaga. Oscar del Campo, Cutberto Mavil, Miguel Benítez, “Bobo”, Antonio Ramos y Manuel Lozada, compitieron dignamente contra los campeones estatales, entre los que figuraban los coatepecanos Felipe Zapata y  Héctor Servín.

Manuel Lozada Jiménez nació en Las Minas, Veracruz, pero desde su niñez se cobijó bajo los azules cielos de este suelo. Hijo de la señora Maximína Jiménez Rodríguez y del señor Gilberto Lozada Zavaleta, creció en el barrio de Arteaga, en los años que tenía dos rudimentarias llaves de agua en la que los vecinos se abastecían de ella. A lo largo de su vida ha demostrado ser un triunfador en su trabajo y en el deporte. En esas páginas plenas de nostalgia y añoranzas que acunan su época profundizó sus huellas como un ciudadano ejemplar útil a su familia y a la sociedad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *