Ars Scribendi

AQUELLA MAÑANA

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Rafael Rojas Colorado

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx

 

 

Ella, hacía su ejercicio matutino, la mañana luminosa y, los frondosos árboles, sombreaban acogedoramente el paraje, ella, desplazaba su paso en una senda trazada a lo largo del bosque, sus pasos parecían flotar sobre la húmeda senda. Él hacía lo propio, pero aún no se veían.

Fue un encuentro espontaneo, al verlo, ella le sonrió, él se estremeció y rápidamente fue a su encuentro, ella le ofreció la mejilla izquierda, él, con sus labios, le rozó la tersa piel blanca y sudorosa, se acompañaron para continuar su sesión anaeróbica. La conversación fluía. Meses sin verse, mil cosas que contarse. Ella no era una mujer libre, sin embargo, parecía que ese tipo de encuentros le agradaba, pues siempre disponía de una sonrisa para él. El destino siempre es incierto.

Él se enamoró al conocerla, fue a primera vista, precisamente en el momento en el que ella le regaló una sonrisa. Él, día a día pensaba en ella e inspiraba en ese recuerdo sus más bellas fantasías. En la realidad, a veces parecía que la tenía en sus brazos, pero ella se mostraba esquiva y se desvanecía como la espuma en él mar. Él la amaba en silencio. Al paso de los días, ella se notaba distante, solo coincidían de vez en vez cuando practicaban sus ejercicios matutinos; no fueron pocas las veces en las que parecía que ese amor tan anhelado se realizaba, pero pronto el oasis se transformaba en el árido desierto que roba la esperanza al peregrino.

Ella, afloraba su natural sonrisa ¡imposible describirla con el lápiz! Él la concebía en el alma, en ese espacio que arrulla sus más íntimas emociones. A él siempre lo acompañaba aquel rostro que algún día vio por primera vez. Como olvidar su fisonomía que le robó el corazón. Lamentaba por no tenerla a su lado, él lo sabía, el amor que brotaba del corazón de ella, le pertenecía a otro.

Él siempre reservaba un detalle para ella que casi siempre los acogía con agrado, esto a él le hacía pensar que lo amaba, pero la realidad expresaba otra cosa. Ante esta situación él se sentía impotente, pero ella se notaba natural y despreocupada. él se decía a sí mismo que con la amistad se conformaría, pero ella ni siquiera eso estaba dispuesta a brindarle, excepto las veces que coincidían en sus ejercicios matutinos, en ese espacio parecían viejos amigos. Mientras él soñaba con ese amor, ella, le brinda su ser al hombre que ama. Ironías de la vida.

Pero esa mañana el radiaba de felicidad, nuevamente estaba con ella, aunque tan solo fueran escasos minutos. Ella lucía hermosa, jovial, lozana y, como siempre, parecía sincera, pero en sentimientos, estaba totalmente alejada de él. El tiempo transcurre y tendrían que despedirse, ella, nuevamente le ofreció su mejilla, ahora fue la derecha, él, la besó suavemente y por unos segundos retuvo sus labios sobre la lisura de la blanca piel que él deseaba llevarse adherida en su boca. Ella le regaló otra sensual sonrisa, él lentamente se alejó llevándose ese recuerdo que jamás se desvanecerá de su alma.

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