Aquella nuestra mascota escolar
Aquella nuestra mascota escolar
Por René Sánchez García.
Recuerdo
bien que fue en el mes de septiembre del año de 1980. Fecha precisa en que la
Escuela “Experimental” estrenó su nuevo edificio, allá en la colonia 21 de marzo
de esta ciudad capital, muy cercano al municipio de Banderilla. Pues bien, la
compañía constructora recogió todos sus materiales sobrantes, dejando
únicamente una casita de madera y lámina que utilizó como bodega de
herramientas durante los 18 meses que duró la obra.
Esa
casita de madera ubicada al final de un taller de usos múltiples la ocupó
posteriormente un matrimonio: él, llamado Ambrosio; ella, una señora de nombre
Laurencia; así como Natalia, hija de ambos, una chiquilla como de 13 cumplidos,
que al año siguiente (1981) se inscribió en el primer grado de secundaria. Les
recuerdo que Don Ambrosio fue el velador de la compañía, pero que al término de
la obra quedó sin empleo, convirtiéndose a partir de ese mes en el nuevo
velador de dicho plantel educativo.
Este
hombre de baja estatura, moreno de color, de vestimenta de campesino, con ganas
sobretodo de seguir siendo útil, se le veía siempre acompañado de una burra
huesuda de color negro con pequeñas manchas blancas. Según él, la burra en
cuestión fue su compañera fiel en las labores de campo que realizó allá por La
Joya, que queda rumbo a los caminos que van a Perote. Un buen día la comunidad escolar
supo y se dio cuenta que dicho animal cuadrúpedo de carga se encontraba
esperando descendencia, en otras palabras, preñada.
Pasaron
los días, las semanas y los meses, y al final un buen día nació su pequeño
hijo. Las autoridades de la escuela constatamos que se trataba de un pequeño y
hermoso burrito de color totalmente blanco. Como sucede con todos los de su
especie, los primeros meses fue de aprender a caminar sin despegarse de la
madre a la hora de amamantar. Poco a poco los niños, niñas, profesores,
profesoras, empleados y empleadas, tanto del ciclo de secundaria y del
bachillerato, hicieron totalmente suyo el acontecimiento del nacimiento y
crecimiento de éste bello animalito.
La
verdad es que todo mundo tenía que ver con dicho burrito blanco. No sólo a la
hora del receso que era a las 10:30, sino que también al término de cada clase.
Se veía a diario a los niños y niñas correr con suma alegría a visitar al nuevo
integrante de la comunidad escolar. Este personaje, aparte de la leche materna,
aprendió a comer y disfrutar de tortas, pambazos, tostadas, molotes, agua,
refrescos, dulces, frutas y hasta chicles de diversos sabores. Era tanto el
amor y el cariño que nuestra directora Carmen Vargas Delgadillo, tuvo que
intervenir para mantener el orden y la disciplina.
En
aquellos tiempos inolvidables existía una asignatura y un taller de la Técnica
de Celestín Freinet, a cargo del profesor Arturo Antonio Vargas Zamora. Este
docente lanzó una convocatoria o concurso dirigido a todos los alumnos de secundaria,
a fin de bautizar a éste animalito que ya se había robado el corazón de todos y
que ya era la mascota oficial. Después de algunas semanas se dio a conocer su
nombre en una publicación mensual escolar, lugar donde se estamparon los
mejores pensamientos vertidos hacia el burro blanco, utilizando dicha imprenta
escolar, compañera inseparable de dicha Técnica.
Fue
un lunes, exactamente a las 8:40, engalanada por una hermosa mañana. Allí en la
cancha escolar convertida en plaza cívica, se llevó a cabo primeramente el
homenaje a la bandera nacional con todos los honores. Después de ello vino la
comunicación del resultado de la convocatoria. El nombre elegido por todos los
niños y niñas para su amada mascota fue el de “Platero”. Una comisión de alumnos de tercer grado trajo a dicho
lugar al precioso animalito que lucía recién bañado, peinado y perfumado, y fue
una niña del primer grado quien colgó en su cuello una tablita de madera con su
nombre propio. Nombre que tiene que ver con un famoso cuento para niños escrito
en el siglo pasado por Juan Ramón Jiménez.
sagare32@outlook.com