Especial

Asobronados

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Por Sergio González Levet

 

 

He ahí la palabra que nos define a todos los que vivimos en Xalapa: asobronados.

O define la forma en que vivimos en Xalapa.

Y nos cabe a todos: a los oriundos de esta bella ciudad, los indígenas; a los que somos vecinos y arribamos desde todos los pueblos del estado, nos enamoramos y nos quedamos a vivir acá; a los jarochos que vienen de Veracruz y se dedican a extrañar el calor, los gritos y las groserías del Puerto; a los que llegaron de Córdoba porque crecieron ahí y les dio por ser gobernadores (Murillo Vidal, Dante Delgado, Javier Duarte); a los chilangos que quieren hacernos creer sin lograrlo que son xalapeños de nacimiento, ¡ni que tuvieran tanta buena suerte y ni que soportaran los xalapeños verdaderos tan mala fortuna!.

Asobronado, según la Real Academia Española de la Lengua (RAE)… ¡no significa nada! El término de uso común en el sur mexicano y el ex DF, hoy la contaminadísima Ciudad de México, aún no ha sido incluido en las últimas ediciones del mamotreto y tampoco aparece en el portal digital de la institución: www.rae.es.

El participio significa, según el diccionario libre: encimado, apilado sin orden, puesto uno encima del otro de manera desorganizada.

En algunas partes del bajío y del norte del país utilizan un verbo que igualmente no aparece en el diccionario de la RAE: “reborujados” (con una variante más popular aún: “arreborujados”, que significa estar apretados de manera descompuesta).

El termino nos cae justito a los xalapeños y a quienes vivimos en la capital de todos los veracruzanos -incluidos los de Boca del Río, señor Presidente- porque así permanecemos: asobronados, por la difícil geografía de la ciudad, por las calles angostas y los laberintos impredecibles que nos salen al encuentro por todas partes (lo siento, he estado leyendo mucho a José Emilio Pacheco en su plan de poeta magnífico).

Asobronados, porque tenemos el mayor porcentaje de vehículos por habitante de todas las ciudades de la República.

Asobronados, porque no cabemos en las banquetas angostas que además están llenas de postes, puestos ambulantes y petulantes que no permiten el paso el paso a la gente de razón. Seguramente en el siglo XVII o XVIII, cuando le dieron forma a las calles de la ciudad sólo vivía aquí gente muy delgada, con una gran elasticidad y un equilibrio digno del Cirque du soleil, porque además de estrechas, están hechas de roca volcánica cortada de manera basta, que es un material que no permite que el calzado se mantenga derecho al caminar, aunque sea una bota de montañista hecha para caminos difíciles y desesperados., como las causas de san Judas Tadeo.

Asobronados, también, porque no hay aún un programa de movilidad que ponga orden y meta en cintura a los choferes, cafres y señoras empingorotadas que convierten el auto en un arma peligrosa y letal.

Asobronados, finalmente, porque tienen que caber en el mismo espacio reducido todas las concepciones políticas, filosóficas y hasta religiosas, todos los gustos sanos e insanos y todas las necesidades cambiantes de una población que flota entre los lugares circunvecinos y todos nuestros lugares citadinos… lo he dicho, que están irremisiblemente asobronados.

 

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