Bestiario, de Juan José Arriola
La otra versión:
Bestiario, de Juan José Arriola
René Sánchez García
En cierta ocasión, José
Emilio Pacheco, mencionó cómo fue que conoció, por intervención de Carlos
Monsiváis, al escritor jalisciense Juan José Arreola (1918-2001) en la ciudad
de México. Como todo escritor iniciante, Pacheco necesitaba del punto de vista
personal de alguien que ya incursionaba en las letras nacionales. Una tarde le
llevó dos pequeños cuentos: “La sangre de Medusa” y “La noche del inmortal”,
mismos que Arreola leyó sin pausa alguna, no le corrigió ni una coma y los
publicó posteriormente en una revista literaria donde publicaba semanalmente.
Meses más tarde, José Emilio
fue aceptado en un taller de escritura creativa que dirigía Arreola y fue allí
donde se inició no solo la amistad entre ambos, sino el cúmulo de enseñanzas
que recibió del maestro jalisciense, que le permitieron a la postre, ser
considerado un buen escritor. Dentro de los comentarios de Pacheco, sobresale
la mención de la mala situación económica en la que vivía Arreola, junto con su
esposa y sus dos hijas. Así, en el año de 1958, recibió un adelanto económico
por parte de la UNAM, para entregar un libro. Mismo que de no entregarlo, sería
demandado por los abogados y devolver el anticipo recibido.
El libro en cuestión era: Bestiario, un libro narrativo y a la vez
poético en su prosa, en forma de ensayo breve, con un estilo de escritura
mordaz, acompañado de bellas viñetas, que habla de la vida natural de 23
animales salvajes, pero con mensajes dirigidos a los seres humanos que habitan
éste planeta. Lo más significante es lo que Pacheco narra, el libro de Arreola
no fue escrito por la mano y la pluma fuente de Arreola, sino que él lo dictó y
Pacheco lo revisó en redacción y puntuación solamente. Se sentó Arreola en su
sillón y desde ahí habló y habló de cada uno de los 23 animales, como todo un
verdadero conocedor de la zoología, hasta terminarlo.
Así, de esta manera
inmortalizó al rinoceronte, al sapo, al bisonte, a las aves de rapiña, al
avestruz, al Carabao, a los felinos, al Búho, al oso, al elefante, a los topos,
a los camellos, a la boa, a la cebra, a la jirafa, a la hiena, al hipopótamo, a
los cérvidos, a las focas, a las aves acuáticas, al ajolote y a los monos. Dice
el escritor José Agustín: “Su campo de acción es el ser humano, ya que su
aproximación al mundo de los animales se cobija en Jonathan Swift y las bestias
sugieren conductas de hombres; sin embargo, las descripciones son portentosas y
no sólo incluyen los símbolos naturales sino visión poética y conocimiento
intuitivo”.
Queda la invitación para mis
lectores para adentrase en Bestiario, pues
aquí nos reconoceremos con alguno de estos animales salvajes, nuestro actuar en
la vida nos ubicará en uno de ellos.