Ars ScribendiPLUMAS DE COATEPEC

FLOR DE LA ESPERANZA

Comparte

ARS SCRIBENDI

FLOR DE LA ESPERANZA

Rafael Rojas Colorado

Zaira sirvió dos tazas con café, di el primer sorbo, delicioso, vi a mi esposa hacer lo mismo, luego sujetó un bolígrafo en su mano derecha, mientras el café destilaba una silueta que se desvanecía en el aire.  Cuando me di cuenta ya caminaba por veredas y melgas en el corazón de las fincas de café. Las matas reverdecidas por la reciente lluvia. Orgullosas exhibían su flor blanca que despedía un aroma a perfume de campo. Las besanas se confundían con un extenso jardín de jazmines, cualquiera lo afirmaría, sin temor a equivocarse, la cosecha se aproxima.

            Esas florecillas son inmaculadas, su color blanco lo confirma, pues su virginidad se muda en el embrión que dará vida al café. El viento las acaricia suavemente y juega con ellas, se enamora a primera vista; por momentos lo vi alejarse y subir a la copa de los árboles, pero pronto regresaba para refrescarlas y evitar que los rayos del sol las marchiten. Sus cómplices son los árboles de jinicuil y chalahuite, de encinos y liquidámbar, de limón y naranja, siempre dispuestos a brindar su sombra.

Las matas de plátano también están pendientes, cuando la lluvia humedece la blanca flor, entonces, con sus verdes y anchas hojas le refleja un poco de luz solar, para aminorarles el frío. 

El campo está en armonía, cada poro vegetal exhala abundante oxígeno que proporciona vida al vergel, en el que el campesino deposita su esperanza en la cosecha que se avecina. Con alegría prepara la finca para que sea fructífera, la limpia de yerba mala y la abona, con el sudor de su espalda y manos encallecidas levantará la cosecha.

            No percibí el transcurrir del tiempo, pero mis ojos se extasiaban con el abundante café cereza que, como pequeños racimos, pendía de los brazos del cafeto. Todo era alegría para la gente de campo. El encargado repartía los surcos, los iba señalando con una hoja de mata de plátano atorada en una mata de cafeto. Cada campesino, según su habilidad para cortar, se responsabilizaba de uno, dos, tres o cuatro surcos. 

A lo lejos se escuchaba el grito ¿a dónde va la mano? Y cuando la tarde fenecía ¡ya vamonoooosss! A veces como un adagio, el sonido del cuerno armonizaba con el canto de los pajarillos que ya iban en busca de su nido, pues la tarde pardeaba. Todos amarraban costales y lonas y cargándolos al hombro se dirigían al rancho, allí los vi pesar los kilos que durante su jornal acumularon, esta tarea la realizaba el encargado y el administrador apuntaba, era parte de su ingreso semanal. Días con sol y lluvia, frío o niebla, no dejaban de trabajar, poco les importaba que el roció les escurriera a lo largo de los brazos hasta mojarles las axilas provocando escalofrío en el cuerpo, deberían de aprovechar la cosecha, pues es un buen ingreso anual, en la guayaba solo hay escases de dinero.

            Cierto día me acerqué y los vi sentados en una melga, entre hombres y mujeres sumaban un pequeño grupo de ocho personas, estaban en corro, en medio una fogata que chirriaba y expulsaba el humo, el sol señalaba la una de la tarde y calentaban su bastimento, tacos de frijol y extendidas de salsa. Con una delgada vara de tallo de cafeto con punta volteaban sus tortillas para no quemarse las manos, los ojos les lloraban por el humo.

Se apreciaba delicioso el humilde bastimento, uno de ellos me invitó un taco y me sumé al grupo, cuando estaba a punto de degustarlo con cierta ansiedad, la voz de mi esposa me volvió a la realidad. Me mostró el dibujo que acaba de terminar, una rama de mata de café floreando y estaba plasmado con tinta en una blanca servilleta de papel, totalmente idéntico al que está en la carta del negocio. Aprecié la virtud de su talento en el arte del dibujo; más tarde lo tejió con hilos de colores en la superficie de la tela, bellos momentos.

Ambos sonreímos y suspiramos en ese acogedor espacio en el que nos encontrábamos muy a gusto, en el que el aroma, el sabor, la amistad y la atención están entrelazados. Seguimos conversando entre sorbo y sorbo del exquisito aromático que tan bien preparan en “CAFÉ RAMÍREZ. rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx