BOLA #8 CONTRA CAZARÍN, LA LUCHA SUBE DE TONO
BOLA #8 CONTRA CAZARÍN, LA LUCHA SUBE DE TONO
Por Edgar
Hernández*
La sangre llegó al río.
Luego del repudio presidencial a las
aspiraciones gubernamentales del secretario de Gobierno, Eric Cisneros,
sobrevino su desquiciamiento, la pérdida de la razón, el no acatar las órdenes
de López Obrador, irse a la yugular a su jefe Cuitláhuac García y atentar
contra el más importante operador político de Nahle, Juan Javier Gómez Cazarín.
Apoyado en su cercana -muy cercana-
Fiscal General, Verónica Hernández y el crimen organizado está dispuesto a
llegar hasta sus últimas consecuencias con tal de ser gobernador.
Su historia da para una novela, de terror.
Muy pocos imaginarían que de ser nada
en Veracruz en 2018, de la noche a la mañana se auto colocó por encima del
presidente de la República, rebasar al gobernador Cuitláhuac García con quien
rompió y terminó mentándole la madre y con Gómez Cazarín, con quien pasó de la
persecución y agresión familiar, a la amenaza personal a través de sus
sicarios.
La disputa entre Eric y este último,
que data del 2020, alcanzó por estos días un nuevo nivel al escalar hasta donde
la rabia y el hígado del hombre de Otatitlán, enfermo de poder, se lo permite.
Tiene sus razones.
Tras una vida de poca monta, una vida
familiar disfuncional y su espíritu pequeño afloró el hombre narcisista,
berrinchudo, vengativo, impetuoso, necio, prepotente y lenguaraz.
Y ya con el poder en el puño ante el
débil de Cuitláhuac creyó que podía escalar la primera magistratura estatal a
través de los grupos delincuenciales, enclaves de poder corruptos, amenazas a
alcaldes y opositores y una desmesurada propaganda.
Abrazado a la negritud este político
de bronce mandó a tapizar los 2012 municipios con vistosos espectaculares en
donde destaca su boluda figura, luego sus tristemente célebres libros.
Infortunadamente para su causa, al
percibir tal alteración al juego de poder, López Obrador, ordenó parar al Bola
#8, invitarlo a bajar sus espectaculares y renunciar al cargo si insistía en
sus aspiraciones.
El Bola #8 no solamente desobedeció,
sino que se confrontó además con su jefe político, Cuitláhuac García, a quien
mandó por un tubo rompiendo todo trato.
Luego la emprendió contra el segundo
más poderoso del grupo cercano al Cui, el diputado Juan Javier Gómez Cazarín,
al que alguna vez pensó podría controlar y, a través de él, tener a sus pies el
Poder Legislativo, se equivocó.
En realidad, la liga se rompió
prácticamente desde el arranque del gobierno misma que para el segundo se
recrudeció un año después al traducir su encono en amenazas.
Así, para el proceso electoral del
2021, Cisneros “en la plenitud del pinche poder”, diría el clásico, movió
cielo, mar y tierra para tumbar a Cazarín de la diputación plurinominal, le
armó una campaña de medios mercenarios y giró instrucciones a instituciones
como el OPLE y el Tribunal Estatal Electoral para descarrilarlo.
Pero Cazarín se movió y cabildeó con
el Tribunal Federal, primero, y con sus compañeros de bancada después para
conservar no sólo la diputación, sino la presidencia de la Junta de Coordinación
Política.
Furioso por la batalla perdida,
Cisneros golpeó paredes y rompió adornos de su oficina… y buscó quien se la
pagara.
Encarceló de forma arbitraria al
alcalde electo de Lerdo, Fabián Cárdenas, atribuyéndole complicidad con
Cazarín, al que nuevamente le echó encima a la jauría de prensa controlada
desde su Secretaría, tratando, infructuosamente de destruirlo.
Por respuesta, Cazarín se replegó y
llegados los tiempos, le quitó a Cisneros la Presidencia de la Mesa Directiva
del Congreso y propuso a Margarita Corro.
Lo que seguiría sería la sal en la
herida: Cazarín le quitó a un cercano a Cisneros la poderosa Comisión de
Vigilancia, desde donde se revisan las cuentas de los entes públicos estatales
y de los Ayuntamientos, muy fáciles de chantajear.
Al paso del tiempo y ya con el
calendario electoral sucesorio encima, el Bola #8 se fue con los
afrodescendientes en busca de la escalera del poder que le permitiera acceder a
la gubernatura.
A la par, implementó su “Plan B” de
hacer campaña por todo el Estado con el pretexto de un libro que algunos ya
apodan “el Sancho”, porque se sabe que existe, pero nadie lo ha visto.
Incapaz de autolimitarse, Cisneros
cruzó la raya hasta con los propios morenistas.
De forma paralela, reanudó el pleito
con Cazarín.
El nuevo teatro de batalla fue el
Instituto Veracruzano de Acceso a la Información, donde Cisneros pretendió
meter a la cárcel al comisionado presidente, David Agustín Jiménez Rojas, para
que –en maniobra ilegal- la expresidenta, de sus cercanas, muy cercana, Naldy
Patricia Rodríguez Lagunes, continuara al frente del organismo.
Jiménez Rojas buscó abrigo en
Cazarín, que se lo dio y, nuevamente, le ganó la batalla a un Cisneros negro de
coraje.
En este punto, el odio hacia Cazarín
estaba por alcanzar niveles insospechados ya que a la par el líder estatal de
Morena, Esteban Ramírez Zepeta, observando la magnitud del desquiciamiento de
Cisneros, su antiguo aliado, lo dejó solo.
Sin embargo, el autoproclamado el Rey
del Pueblo, siguió adelante.
Obligó a alcaldes de todo el estado a
patrocinar carnavales donde se lucía y los ediles reticentes a organizar y
financiar con dinero municipal esa locura fueron amenazados al tiempo que les
retiraba la policía.
En San Andrés Tuxtla, la región de
Cazarín, el carnavalito estatal de Cisneros sufrió su primer revés, pero en
Totutla, donde el público no llegó ni a cien personas, fue el acabose.
Herido en su frágil vanidad, Cisneros
se abandonó a un ataque de furia que, incluso, preocupó a sus escoltas. Al
llegar a su camioneta se quitó la guayabera y, furioso, la aventó jurando que
esa afrenta Cazarín se la iba a pagar de una forma o de otra advirtiendo al
mismo tiempo la integridad del legislador.
Y no pasó mucho tiempo en que el azar
le diera la oportunidad: un familiar de Cazarín fue detenido durante una fiesta
y tras una revisión de sus pertenencias dio con lo que para Cisneros debió
parecer un tesoro, una vieja pistola.
Mientras que en Tantoyuca, los
malandros quemaban tráileres y patrullas, siendo la nota nacional e internacional
de Veracruz de ese día, para la Fiscal lo más importante fue hablar de “un
borracho” con una pistola vieja.
Este culebrón continuará.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo