Entre Columnas

Campañas a diputados

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Martín Quitano Martínez

mquim1962@hotmail.com

 

La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos.

George Bernard Shaw (1856-1950)

Escritor irlandés.

 

No hay mejor momento cívico para desnudar nuestras carencias y distorsiones políticas y cívicas que la temporada de campañas políticas. Matizado o no, se patentiza la continuidad del profundo quehacer tradicional, del desdén y las viejas formas en que buena parte de los actores políticos conciben las campañas, la captura del voto ciudadano.

 

Campañas electorales para la renovación del legislativo estatal promoviendo a más de 300 candidatos para la conformación del Congreso veracruzano, muestran con holgura la ignorancia y el cinismo de quienes aspiran a “representar” los intereses sociales, pues parecieran no conocer su ámbito de responsabilidad o pretenden engañar a los votantes que tampoco lo saben.

 

Sin duda hay excepciones, “botones” que rompen la regla del oportunismo y la desvergüenza, pero son los menos. ¿Eso quieren oír los votantes? ¿Eso esperan de su próximo legislador? La promesa del camino, el agua, la pintura de la escuela, más empleo, más seguridad pública son los ofrecimientos directos de quien busca el voto para ser diputado local. ¿Saben a qué van o de plano no les interesa?

 

Por el territorio veracruzano los privilegiados candidatos, los favoritos del sistema, pasean su capacidad financiera con desparpajo, mientras los sectores sociales presurosos obsequian sus respaldos, fascinados por la imagen de fortaleza que les brinda el dinero, un dinero a quien nadie preocupa su origen ni si se apegan a la legalidad de las reglas electorales o no.

 

La otra cara de la moneda es: – “Si no van a dar nada para qué vienen”- “ Los otros nos dieron camisetas no lápices”. ¿Quién tiene más la culpa?

 

El fin justifica los medios, es la idea que rige y fundamenta el comportamiento de muchos de los candidatos en sus afán de representación, es válida cualquier forma de hacerse presentes, de lograr situarse en el candelabro de los reconocimientos de sus posibles electores, cualquier acción es permitida en la lucha por ser “representantes”, incluidos los brincos y cambios de color partidarios que no merecen mayor explicación, pues los justifican el fin, su fin. ¿Principios e ideología? ¿pero de qué hablan? ¿a quién le interesa su programa de trabajo?

 

La política reiteradamente vista desde la lógica del pragmatismo que tiene como soporte nuestras irresponsabilidades y falta de compromisos cívicos que dejan

hacer y pasar e incluso acompañan las prácticas que, al final del día, conllevan a la queja social de representaciones ruines y lejanas.

 

La preocupación es la conformación de un poder legislativo favorable a los intereses de siempre con la llegada a la cámara de diputados, de hombres o mujeres que no tienen la capacidad o el interés para hacer el trabajo legislativo que se requiere con urgencia. Sería deseable votar para construir un poder que sirva de contrapeso real, para dignificar una institución alicaída y desprestigiada por su fehaciente historia de subordinación y abyección.

 

El ruido de las campañas a diputados tan solo eso, sonido hueco de la falta de propuestas, de los mensajes que acompañan la ignorancia y la incapacidad; ruido a veces estridente y en ocasiones sonidos que llevan una propuesta sensata, una señal de que no todo está perdido.

 

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

El activismo alocado del ejecutivo estatal en tiempo de veda electoral es premeditado o simple arrogancia.

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