CIUDAD UNIVERSITARIA
En la década de los cuarenta, el rector de la UNAM, don Salvador Subirán, gestionó ante el presidente general Manuel Ávila Camacho, la adquisición de terrenos para llevar a cabo la edificación de la CIUDAD UNIVERSITARIA. Una declaración del doctor Subirán, dignificó el emblema: “Antes que proyectar el edificio, debe proyectarse la Institución”. A don Miguel Alemán Valdés, presidente electo, le pareció muy interesante esa iniciativa, y en una demostración de que la miseria no se nota, le apostó 500 mil pesos de aquella época para llevar a cabo esa operación. Se adquirió el suelo localizado en la colonia Pedregal de San Ángel, lugar cubierto por lava incandescente vomitada hace más de dos mil años, por el volcán Xitle a las faldas del Ajusco.
Los profesores de la escuela de Arquitectura, realizaron un concurso de ideas para la zonificación, funcionamiento y plano de conjunto. Ahí destacaron Mario Pani, Augusto H. Álvarez, Alonso Mariscal, Javier García Lascuráin y Don Enrique del Moral entre otros. El fallo del concurso fue favorable a Mario Pani y a Enrique del Moral. Como en toda escuela existen alumnos sobresalientes, también colaboraron los estudiantes Teodoro González de León, Enrique Molinar y Armando Franco.
Con la disposición del terreno, los proyectos ejecutados por profesionales creativos y entusiastas, lo único que faltaba eran los billetes, cosa que, como por arte de magia, aparecieron contantes y sonantes. Toda la responsabilidad para llevar a cabo el megaproyecto, recayó en la persona del Arquitecto Carlos Lazo Barreiro, hijo y nieto de arquitectos; nacido en la ciudad de México en 1916, año en el que el presidente Venustiano Carranza, fundó la escuela Nacional de Química Industrial en el pueblo de Tacuba.
Sin consulta pública de por medio, porque eso no se usaba, el presidente y sus asesores decidieron integrar un ejército de más de diez mil albañiles, comandados por sus maestros y sobre estantes y con el overol puesto le ponen “manos a la obra”. La torre de ciencias con sus quince pisos la construyen en 210 días; al estadio Olímpico le invierten 8 meses de trabajo y en menos de tres años, el arquitecto Lazo cumplió con la misión que le habían encomendado. Para el 7 de noviembre de 1952, faltando días para concluir su mandato, el presidente Miguel Alemán, entregaba su obra cumbre al pueblo de México. Ese pueblo, con mucha algarabía la recibía, con la esperanza de forjar una nación estudiosa y productiva. Ese mismo año el arquitecto Carlos Lazo Barreiro, se tomó unas vacaciones, y se trasladó al Puerto de Veracruz, a ejecutar su proyecto a la orilla del mar; el edificio que hoy conocemos como la Torre de Pemex y que muchos años albergó al Banco Nacional de México y también al faro.
El arquitecto Carlos Lazo Barreiro, tres años más tarde, EL 5 DE NOVIEMBRE DE 1955, murió junto con su menor hijo en un accidente de aviación. Cosas del destino.
Amigos, lo dice el sabio: “El primer paso para conseguir lo que uno quiere, es saber qué quiere”. Si no sabes, ni te metas.
¡Ánimo ingao…!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz