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El Secreto de María Enriqueta

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                                CRÓNICA COATEPECANA

Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

jesus_bonilla1@hotmail.com

(Segunda y última parte)

María Enriqueta en su novela El secreto refleja una serie de vivencias y angustias que vivió en su niñez tal y como lo reveló en una entrevista, cuando le preguntaron ¿Cuál era su novela preferida?, a lo que contestó lo siguiente:

“A mi novela El secreto, porque en el héroe de ese libro he vaciado muchos de los angustiosos dolores que hubo en mi espíritu cuando yo era pequeña. Dicen que los niños son felices: yo de mí sé decir que sufrí extraordinariamente y sin causa justificada. ¿Un detalle de esos sufrimientos? Este, por ejemplo: invitada frecuentemente por mis amigas para pasar la noche con ellas y sus hermanos jugando todos bajo los altos árboles de sus patios y jardines allá en mi amada Coatepec; cuando el regocijo y animación llegaban al delirio; cuando en los ojos, en los labios y en la voz de aquel inquieto coro de chiquillos no había sino éxtasis, luz, acentos de júbilo, movimiento y vida, yo, repentinamente, lo mismo que si una brusca mano me hubiese dado de pronto un golpe en el corazón, sentía que esa entraña comenzaba a palpitar con fuerza aterradora, e instantes después, una voz de timbre extraño, de timbre que no he podido olvidar jamás, parecía decirme al oído con misterio: ¡Corre, vuela hacia tu casa, porque ya tu querida madre no está en ella!… ¿No está en ella? –repetía yo-. Esa frase me hacía más daño que una puñalada. Y así, transida de dolor, pero sin decir una palabra de esto a mis compañeras de juego, salía violenta y furtivamente, corría por las calles como una loca, llegaba casi desfallecida a la puerta de mi casa, después de golpear en ella desesperadamente para que me abriesen pronto, entraba a escape, cruzaba como un relámpago el larguísimo corredor, y así, anhelante, sofocada, con media vida, casi arrastrándome porque la huida por las calles había sido sin la menor interrupción, recorría la casa entera, buscando atropelladamente por todos los rincones; salía y entraba, sin concierto alguno, en la sala, en el comedor, en las alcobas, y no me calmaba de aquella profunda angustia, sino hasta arrojarme en los brazos de mi adorada madre, a la que apretaba convulsivamente, mientras ella, al mirarme en ese estado, me decía con extrañeza y aflicción: pero, ¿qué tienes, hijita, qué tienes?… Tal fue mi vida en la infancia. Mucho sufrí en ella silenciosamente. Y por eso, al escribir mi novela El secreto, como un desahogo aliviador, quise poner en el temperamento del héroe toda la imaginación torturadora que tanto dañó mi niñez. Tales son el motivo y la causa de ese libro…”

Referencia bibliográfica

Dotor, Angel, María Enriqueta y su obra, M. Aguilar Editor, Madrid, España, 1943

 

 

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