Converso
Por: Juan A. Morales.
La sala tenuemente iluminada da paso a la tercera llamada. Me remonto a la época en que por quince días me aficioné a las comedias, cuentos y enredos de los Títeres Herrera, que llegaron una vez durante la Feria a Perote, a mediados de los años sesenta.
“Otras manipulaciones” es el espectáculo de títeres que ahora me dispongo a ver en la comodidad del teatro del Centro Artístico y Cultural del Bosque, que si bien es una sala pequeña, dispone de todos los recursos técnicos de una profesional, y pertenece a mi amigo Yaco Guigui y su familia, una familia de artistas.
Por fin se oscurece la sala y aparece el titiritero, es Carlos Converso, que control remoto en mano, da vida a un muñeco de baterías, que en realidad es un hombre. Ésta es la primera alegoría a las manipulaciones. Siendo niño me impresionaba ver en la televisora de González Camarena (Canal 5) a Don Facundo, un personaje con el rostro de adulto y cuerpo de muñeco. Siendo niño trataba de descubrir el truco, y ahora, este maestro de los títeres me devela el secreto. Me fascina la maestría para meternos en situación y hacernos creer, que en efecto, se trata de un muñeco de baterías, y no de Rubén Reyes, el discípulo de Carlos Converso, quien encarna al “muñeco”.
Las otras manipulaciones. No las propias y cotidianas, sino “las del poder, las del amor, las de las ideas, de la fe, de los medios, del status, de la moda, de los objetos que nos atan y nos definen, las tenaces manipulaciones del tiempo y las sutiles del olvido”, reza el programa de mano, al referirse al espectáculo, y en verdad impresiona mis sentidos porque los diálogos bien trabajados, cortos y certeros definen una abrupta realidad, no la que vivimos, Dios guarde, sino la otra realidad, la que ocurre en el mundo alterno de Dante Alighieri —que tiene cierto parecido al nuestro— y en esta dimensión alterna, la del teatro, los actores plantean dos escabrosas situaciones sociales, la primera: es la mierda en la que se hunde un país imaginario, que sufre una cruel corrupción en todos sus niveles, y la segunda: la costumbre de enjaular, como aves de rapiña, a quienes cuestionan al poder.
Los temas son tratados de una manera sutil, que no agravia a justos, y con una llaneza que se le agradece al dramaturgo, actor, director y titiritero Carlos Converso. En el último cuadro es fundamental el trabajo preciso de Imelda García, pues gracias al juego de luces, un barrio en miniatura cobra vida; y las figuras humanas que vemos están hechas de cartón, y no son más altas que la palma de mi mano; y así nos cuenta, la historia de un amor imposible.
Es el drama de un cinéfilo argentino que ve varias veces la misma cinta, en la que un hombre sueña con conocer a la protagonista de la que se ha enamorado: Gina Lollobrígida. De repente, la actriz sale de la pantalla y busca la puerta del cine. El hombre la sigue hasta un café, y después de una breve plática, se citan una hora después, en el mismo sitio, para fugarse juntos. Los dos están interesados. Pero el personaje (títere) es casado y es esclavo de la cotidianeidad de su trabajo: la marioneta de Converso, que también está en el cine, de pronto ve salir a la Lollobrígida (figura de cartón) y corre tras ella hasta el cafetín. Los vemos desde afuera, a través de una vidriera, ellos están adentro. De pronto la escenografía del barrio en miniatura gira ciento ochenta grados, y ahora estamos con ellos dentro del café, y miramos la calle, mientras conversan. Se citan para más tarde, en el mismo café, El hombre va a casa por su maleta. Se fugarán. Pero despierta la esposa. Bastante obesa y opresora, y basta con el saludo y una mirada, para que el hombre desista de realizar su sueño. Al día siguiente acude al café, convencido de que vivió una alucinación, pero el barman le entrega una cigarrera de plata —La dejó para usted, la chica con la que estuvo anoche, por cierto que es muy bella—. Un amigo que llega en ese momento le recuerda que es un simple empleado, sin las agallas para cambiar de vida. Pero el protagonista ve en la cigarrera dos letras: G. L.
Extraordinario trabajo basado en un texto de otro gran titiritero: Javier Villafañe y el alemán Friedrich Durrenmatt. ¿Qué he visto? Me pregunto, el cine dentro del teatro, el teatro dentro del cine o el teatro dentro del teatro. En una entrevista publicada por Lupe Morán, el número 19 de la Revista “La ratonera”, del mes de enero de 2007, Converso dijo “Se produce un juego entre la ficción, el sueño y la realidad, porque así es como vivimos los humanos ¿no?, porque nos imaginamos cosas, nos creemos cosas, que luego no son ciertas y deambulamos entre estos dos mundos (…) y es que los títeres son el lenguaje por excelencia de la imaginación”. Así define su trabajo el actor, dramaturgo y director de teatro, quien es originario de Córdoba Argentina y nacionalizado mexicano.
Este día sábado 26 de julio de 2014, fue homenajeado Carlos Converso Prato, por sus cuarenta años de trabajo ininterrumpidos. La organización del festejo corrió a cargo de la Familia Guigui, y se efectúo en el Centro Artístico y Cultural del Bosque. En su intervención Yaco dijo que las premisas de estos artistas son: (a) “Imposible, es imposible”. Dicho de otra manera, es imposible que exista lo imposible. Y (b) “Hacer fácil lo imposible, lo fácil, cotidiano, y lo cotidiano hermoso”. Felicidades Maestro Converso. Que la vida le dé más éxitos y salud para disfrutarlos.