Crisis en la crisis
Pedro Peñaloza
“Rascar al hombre civilizado y aparecerá el salvaje”.
Arthur Schopenhauer.
1. Parálisis, inacción y torpezas. Los cálculos de los grupos de inteligencia de las Fuerzas Armadas, de Gobernación y de Los Pinos, seguramente no se imaginaron las dimensiones que podría tener no tomar medidas preventivas frente a la crisis soterrada en Guerrero, en especial, en Iguala y sus alrededores. Los «cerebros» del régimen operaron para un escenario focalizado y encapsulado, es decir, supusieron que el «ajuste de cuentas» se presentaría solo en las filas del PRD. Sus estimaciones no tomaron en cuenta todos los posibles detonantes nacionales que podían influir en un acontecimiento tan grave como lo es el secuestro de 43 estudiantes. Ahora, que se desbarató su laboratorio de oficina, se ha exhibido a un grupo gobernante torpe y lento, sin recursos argumentales, ni capacidad para diseccionar una estrategia que disminuyera los daños a la imagen presidencial. Ya ni siquiera el duopolio televisivo ha podido «salvar» el deterioro institucional.
2. Polarización, exclusión y ofensiva contra los pobres. El nuevo diseño gubernamental busca intensificar su política neoliberal y clasista. Las fórmulas están a la vista y reflejan dos cosas centralmente: la primera, es que el agotamiento del modelo de dominación capitalista a la mexicana, no tiene mayor sustento en un contexto de cambios en los niveles educativos y en la formación de cuadros universitarios que atestan las amplias franjas del desempleo y la desesperanza; y en segundo término, la concepción tecnocrática de los adoradores del mercado ha forzado el proceso de restructuración y modernización capitalista con las consecuentes líneas depredadoras de sobreexplotación obrera, mediante la plusvalía relativa. Estos dos vectores, representan puntos de análisis que pueden explicar la crisis mexicana. En ese marco, los escribanos del régimen y sus ideólogos tomaron la decisión de lanzar ofensivas a segmentos aparentemente vulnerables y estorbosos para los planes del recambio capitalista, y nos referimos, al tratamiento a las Normales Rurales y la intentona hacia los planes y programas del Politécnico. El inequívoco signo clasista que subyace en el diseño de la política económica del grupo gobernante se transparenta día con día.
3. Partidos, movimientos y radicalismos. Si desde la clase gobernante se exhiben torpezas y ausencia de oficio político, en las fuerzas opositoras al régimen, el panorama no es nada estimulante. En primer término, el referente partidario de la izquierda electoral, el PRD, se ha convertido en un freno para desmantelar las complicidades y las corrupciones que se entrecruzan entre el poder político, la delincuencia organizada y los poderes locales. La paradoja que hoy tenemos en la escena nacional, es que el partido de izquierda de mayor influencia no está navegando a favor de los vientos del cambio y de la acciones democratizadoras. Por otra parte, en el campo de las fuerzas políticas y sociales colocadas a la izquierda del PRD, también encontramos serias deficiencias para encarar la crisis desde una óptica articuladora. Es decir, la llamada izquierda social no se ha presentado como un referente que conduzca la radicalización hacia horizontes claros y con rumbo.
Epílogo. Así las cosas, los normalistas de Ayotzinapa representan la bisagra unificadora de un movimiento amplio y diverso, lo cual puede tener sus límites sino se logra cohesionar un corriente nacional que acompañe la irritación social con salidas creíbles que no fomenten la decepción y el retraimiento. En efecto, el grupo en el poder se encuentra en apuros, el politécnico puede ser otro detonante que galvanice al movimiento, sin embargo, las asignaturas de la desigualdad social y de la pauperización masiva deberían ser componentes que le den consistencia multiclasista a un polo opositor que actúe coordinado y unificado, y que pueda encarar alternativamente al modelo dominante y excluyente. Solo así.
pedropenaloza@yahoo .com/ Twitter: pedro_penaloz