De la Mediocracia a la Memecracia
Alejandro García Rueda
«Tengo mil maneras de decirte lo que siento y siempre elijo la peor, así soy yo».- Moderatto
Cuando un autor abre su texto con un epígrafe, éste trata de cuidar que la frase sintetice o ilustre la idea general de lo que busca expresar y en esta ocasión, me permito hacer a un lado ese lado intelectualoide que citaría a Rosseau o Montesquieu para beber a cabalidad el último sorbo de irrealidad que queda antes de regresar a la refriega.
La gripe y la tos me acompañaron por un tiempo, a estas alturas parece que la sinusitis quiere ser mi nueva compañera de viaje, pero como sea, volver a lo que cariñosamente he llamado «la refriega» me hace sentir un Jedi.
En los últimos días he dejado a Twitter un poco descuidado; Facebook está ahí, abierto de par en par y en las «noticias» (para los que no lo saben, con «noticias» me refiero a lo que publican mis contactos) lo único que puedo ver a esta hora es una ola de «memes» y eso, aunque en principio suena soso me dio las armas para abordar el primer tema de esta nueva temporada.
Vivimos sepultados bajo toneladas de información y ruido descontrolado. Cuando se suman ambos elementos se producen ideas contagiosas y de pronto actores, cantantes, los mismos medios, publicistas, empresas, activistas e inclusive políticos quieren ser protagonistas de ellas.
De pronto aparecer en un meme se convirtió en una necesidad para posicionar una idea y convertirla en un éxito viral; de la «mediocracia» pasamos a la «Memecracia».
Aver, a ver ¡Para tu tren! ¿Qué es un meme?
En palabras sencillas se trata de una imitación de… ¿de qué? tonadas, ideas, melodías, imágenes, creencias o modas.
Continuando en esta tónica, sin un lenguaje rimbombante o dominguero, si se habla de un meme musical podría rescatar lo hecho por el grupo de rap Akwid, que alguna vez intercaló sus rimas con fragmentos de «Te lo pido por favor» de Juan Gabriel o para las generaciones más modernas, los acordes de la lambada que de los años ochenta pasaron a formar parte de la canción «On the floor» que Jennifer López y Pitbull reutilizaron
Creer que en cierto punto de tu vida «te quedaste a vestir santos» o que rezar el «angelito de mi guarda» te hará dormir protegido puede ser considerado un meme. Pero no es todo, utilizar sombreros como los de la duquesa de Cambridge, vestir como la reina de España o atesorar una botella de refresco con tu nombre también equivale a un meme. En suma, el 99% de lo que vemos y tenemos sería un meme.
Volviendo al redil
Si nos enfocamos en el presente y dejamos de lado los tintes histórico-antropológicos, la máxima expresión de un meme se encuentra en las redes sociales y si bien no estoy tan inmerso en cómo funcionan bajo la perspectiva de un generador o productor de esta clase de contenidos, sí logro identificar el por qué antes de que me de cuenta doy click en una foto de Lena Meyer Landrut (cantante alemana), el por qué un solo enlace publicado en Facebook me puede entretener más tiempo del que debería o por qué la sola declaración de «X» político hará que mi rictus se endurezca lo suficiente para dedicar mi tiempo a escribir acerca de ello.
Es difícil resistirse a los memes
Si nos enfocamos en las bondades del mecanismo que produce, posiciona y viraliza un meme, encontraremos que su impacto -guardando las proporciones- puede ser comparado con un dispositivo quirúrgicamente preparado para hacer una gran explosión.
El meme mediático-político
Si de política se trata, saber estructurar un meme es vital. Evidentemente se necesita de una figura que atraiga miradas, una buena historia para contar en el marco de una narrativa moderna e hipnótica y las masas emocionadas y/o enardecidas vendrán por añadidura.
Una imagen compartida una y otra vez dentro de las redes sociales puede provocar la movilización ciudadana si ésta tiene la chispa adecuada, ahí están el fenómeno viral que supuso Kony en 2012, la utilización del hashtag #BringBackOurGirls y la protesta realizada por féminas turcas que llevaron a Twitter su descontento por las declaraciones de un político que -en palabras más, palabras menos- dijo que ver a una mujer sonreír era un acto de inmoralidad.
Posiblemente la imagen de Marty McFly (protagonista de las películas de «Volver al futuro») tenga más visitas que el informe del presidente ¿Cómo hacerle frente a la cultura pop en las redes? ¡Todo sería más fácil con un meme! Sería mucho más fácil colocar ideas si hicieran que una gráfica, un video o -insisto- una idea sea más famosa y la gente supiera en realidad de qué se trata lo que se está queriendo exponer.
La meta de todo político en cuanto a imagen y comunicación se refiere tendría que ser la exposición de contenidos digeribles…con guiños de entretenimiento tal vez para una sociedad que está hambrienta de eso.
El meme tiene como objetivo al ciudadano, pero también la meta es llegar a los medios, pues copn ello se da mayor exposición y si en algún punto dentro de este nuevo ecosistema en el que las redes también deciden elecciones, alguien se decide por apostarle a la generación de estos contenidos, lo único que tendría que hacer el susodicho sería crear, publicar y esperar a que el espectador, en modo faraónico decida y actúe en consecuencia.
Hoy que estamos de vuelta, que estamos juntos como al principio, notarán que (con sus bemoles) El Azote no viene intenso, y no lo hace por una simple y muy sencilla razón: Al autor se le acabaron los frascos de cicuta.
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