¿Dialogar con el narco?
Pedro Peñaloza
¿Por qué debería preocuparme por la posteridad?
¿Qué ha hecho la posteridad por mí?
Groucho Marx
- Acuerdos en los oscurito. Durante largos años personeros del gobierno del PRI, y no dudo que del PAN y tampoco de otros partidos que han dirigido municipios o estados, pudieron establecer diálogos con delincuentes de distintas dimensiones y de variada influencia. Mucha documentación pública lo corrobora; libros enteros han descrito los puntos de contacto entre segmentos de la clase política y empresarial con el narcotráfico. Me viene a la mente el texto “Los señores del narco” de Anabel Hernández (a quien conocí en la Asamblea Legislativa siendo una jovencita inteligente e intuitiva), donde describe como se establecieron relaciones de complicidad entre miembros del gobierno de Felipe Calderón y el Cartel de Sinaloa. Relata días, lugares y contenido de los acuerdos. Nadie, que yo recuerde, de los involucrados salió a desmentir estas crónicas.
Aunque ya mucho antes la clase política priista acordó vías de convivencia con los diversos cárteles y grupos que fueron creciendo al amparo del poder. Las reglas implicaban trueques económicos a cambio de impunidad e inmunidad. Recordemos que Rafael Caro Quintero, otrora líder del cártel de Guadalajara, repartía entre sus cómplices credenciales de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad; pagaba con dinero y ostentosos, en esa época, automóviles marca Ford Galaxie. Sólo como un breve ejemplo.
- Pacto y estabilidad. El PRI y sus personeros no se andaban por las ramas, establecían reglas del juego, podían ofrecer secrecía y privilegios a los narcotraficantes, puesto que eran partido único y gobierno avasallante; modulaban el ritmo de la violencia y de la operación delictiva; distribuían territorios y espacios para actuar. Este mecanismo de acuerdos se “normalizó” durante largo tiempo. Nadie se oponía y hasta los gringos mostraban su complacencia. Eran parte de los acuerdos. Los contextos cambiaron y el actual panorama es distinto.
- Curas en acción. Junto con el gobierno, también algunos miembros de la Iglesia Católica jugaban su papel conciliador. Ahora ha reaparecido dicho vinculo, y no clandestinamente, a través del obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel, quien anunció que recientemente se reunió con un “alto jefe de la droga” y le “dijeron que respetarán a los candidatos y a quien elija el pueblo” (La Jornada, 2/4/18 p.13).
¿Sera acaso que vienen nuevos tiempos en donde algunos personeros de las iglesias podrán aminorar las violencias que pueblan el país? ¿Es la renuncia del Estado a su función primigenia de brindar seguridad? Con todas las salvedades, dadas las anémicas propuestas de los candidatos, todo indica que así podría ser. Amén.
pedropenaloza@yahoo.com/ Twitter: @pedro_penaloz