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DULCE NARANJA DULCE

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DULCE NARANJA DULCE

Por Rafael Rojas Colorado

Caminaba por la calle de Hernández Hernández, de pronto me detuve en la casa marcada con el número 18, me llamó la atención un letrero “Dulce Naranja Dulce”. Después de titubear unos segundos me encaminé por un corto pasillo, se trata de un café. Vi en el corredor varias mesas bien acomodadas, en el pequeño jardín un naranjo exhibiendo su fruto, muy cerca una jacaranda, en su tronco está arraigado un mechón de largas hojas verdes donde nace la flor de mayo.

Se me acerco una muchacha y me presentó la carta, variedad de platillos y café; escuché que uno de sus compañeros la llamó Anageli. Con gracia y mucha amabilidad me atendió, me llevó el café en una prensa francesa, colocó en el centro de la pequeña mesa la taza y fui vertiendo en ella el aromático cada vez que era necesario. Me gustaron las tazas, tienen una leyenda que reza: Costa Rica, Brasil, Colombia 1927 si no mal recuerdo.

El espacio es muy acogedor, soplaba un ligero aire otoñal y las hojas del naranjo y la jacaranda lo recibían con agrado, pues suavemente las hacía bailar. En este lugar es muy fácil encontrarse con la reflexión, parece estar aislado del tráfago de la ciudad. En este espacio se convive, se conversa con cierta libertad o simplemente se dejan fluir los pensamientos con la compañía de un buen café. Amable lector, es posible que aquí pueda escribir una historia si usted así lo prefiere, pues en este lugar se despierta la inspiración.

Fui al café “Dulce Naranja Dulce” acompañado de un gran amigo, refiero a un libro, entre sorbo y sorbo de buen café avanzaba mi lectura en estas páginas que describen a “Otelo”, personaje central de una de las obras teatrales de la vasta producción literaria que nos heredó William Shakespeare, disfruté mucho esos minutos que permanecí en ese entrono con aroma de café.

Amable lector, le recomiendo este lugar para su esparcimiento, si es que usted desea escapar del ruido que exhala la ciudad. Visite “Dulce Naranja Dulce”, lleve consigo la tragedia de Otelo, el moro veneciano, para que conozca el desenlace de esta historia literaria y teatro, también puede leer “Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi, o alguna novela histórica de Pedro Ángel Palou, tal vez se anime por penetrar en “Las batallas en el desierto” de José Emilio Pacheco, descubrirá como el progreso  y la modernidad sepultan para siempre el pasado, esto sucede en un abrir y cerrar de ojos. Son innumerables las lecturas que usted puede hacer según le aconseje su predilección, pero sino desea leer, por esta única ocasión lo disculpo, simplemente vaya con alguien o solo a tomar un café en “Dulce Naranja Dulce” y aspire ese entorno de tranquilidad que le regocijará el alma.