EL ABUELO
EL ABUELO
Por
Rafael Rojas Colorado
Al
recuerdo del güero Villa.
El día
de hoy me obliga a detener mi paso, por un momento apartarme del ajetreo
cotidiano para abrazar al abuelo, evocar aquella irrepetible infancia a su
lado, en la que me cubrió de ternura, cariño, amor y me hechizo con mil fantasías.
Fue el
abuelo el que me llevó de la mano de aquí para allá susurrando a mi oído con el
acento de su voz mil historias, quizá, implícitamente, deseaba señalarme el
camino de la vida, entre platicas y risas eso es lo que pretendía con toda
seguridad, porque los años le acumularon sabiduría y experiencia.
Cómo
olvidar al abuelo si está viva su imagen, sus canas, el cansado andar, el
cuerpo envejecido, pero con la fuerza interior cobijándome. Esas imágenes que
guardo de él sentado y reflexivo en el corredor de la casa,
fumando sus cigarros alas azules y su garrote entre las piernas, narrándome cuentos y mitos, llenando de fantasías mi corazón inocente, su imaginación me creó un mundo de encanto y de felicidad.
El
tiempo lo fue despojando de su vigor, las etapas de la vida lo iban mermando de
su vitalidad, el destino le arrebató todo menos el latir del corazón y el
conocimiento, ese fue el tesoro que lo acompañó hasta la edad senil; así
caminaba paso a paso hasta esa noche oscura que fue su final.
Abuelo,
jamás te has marchado de mi ser, mi niñez es una estancia compartida contigo,
en ella recibí tu calor, tu tiempo y la paciencia que me tenías, el cariño y tu
palabra, todo a cambio de mi inocente sonrisa infantil, estas son las palabras
con las que puedo describir tú nombre, cada una es un universo de ternura y
amor. Cuando te fuiste de este mundo mis lágrimas no dejaban de brotar frente a
ese rostro sereno. Ya no me viste crecer, pero las huellas de tus pasos las
guardaste en mi corazón. Este día me dice que siempre estás a mi lado, por esta
razón me refugió en el silencio para estrechar tu recuerdo, para recuperar tu
voz y la amistad, en ese espacio me veo escuchando tus consejos y valoro todo
lo que fuiste capaz de regalarme, alimentando mi inocencia de felicidad.
Gracias abuelo por las gratas horas compartidas en mi infancia.
–El
abuelo es un hombre pleno de sabiduría, la fue recogiendo a lo largo de su
vida, hoy pide silencio porque desea compartirla, quiere ser escuchado, mostrar
esos largos caminos en los que fue dejando su juventud para construir un
mañana, ya no aspira a nada más que a la comprensión y el estar acompañado, es
el premio que se merece por luchar a lo largo de su existir. Sin embargo, hay
abuelos que moran en su soledad, se refugian en las plazas públicas y parques, buscan
consuelo dando migas de pan a las palomas, pero son ellos los que reclaman una
miga de amor y de comprensión, su entorno es gris. Tal vez recuerden que no
todo este perdido, que guardan el cariño y la ternura para los pequeños que
tanto la necesitan. Pero al paso del tiempo la indiferencia los dejó con sus
enfermedades y recuerdos abandonados en los asilos y calles con su corazón
marchito, vacío porque entregaron todo el amor que tenían que dar a los suyos,
pero la ingratitud olvidó todo.
Si
tienes tu abuelo, cuídalo, ámalo, entrégale un poco de lo mucho que, cuando
eras niño te regaló. Sí el ya no está presente, abrázalo con tu recuerdo y un
suspiro te recompensará.