Ars Scribendi

EL COATEPEC DE AYER

Comparte

 

 

 

 

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE

Por Rafael Rojas Colorado

Aún con las sombras de la madrugada la doña de la casa se dirigía al molino, se le veía llevar en la mano una cubeta con nixtamal para obtener la masa para el bastimento del marido, buscaba el más cercano a su hogar. Antes de la siete de la mañana el peregrinar de la gente que trabajaba en el campo, con alegría y a toda prisa se encaminaban al domicilio de su patrón, allí los estaba esperando un camión de redilas, por una improvisada escalera de madera hombres y mujeres subían hasta apretujarse unos con otros, (todos de pie) y los trasladaban a las fincas en las que cortarían el café y desarrollarían otras tareas campiranas. Entre fincas, arroyos y cañaverales vivenciaban todos los climas del año cumpliendo el deber de su trabajo. La cosecha de café en las que la fincas se teñían de rojo, y las matas amenazaban con doblarse por la abundancia del fruto, conformaban los meses en los que el campesino ganaba buen dinero que le permitía ahorrar para enfrentar los tiempos de la guayaba —escases de trabajo, por lo tanto, de dinero— Los días sábado muchas calles se teñian de folclor con la presencia de los campesinos, (ambos sexos) se les veía formados en fila india, poco a poco avanzaban hasta que llegaba su turno, a través de una ventanilla el dueño o el administrador pagaba a cada uno su raya, producto de su trabajo durante la semana. Después, con la alegría en el corazón, se disponían a hacer sus compras en el mercado o en las tiendas de sus barrios. Por esas fechas llegaban al pueblo los Hermanos Nava, instalaban sus juegos mecánicos en un espacio anexo al Mercado Rebolledo y la rueda de la fortuna era un buen atractivo para la gente de campo, también los caballitos para estimular la alegría y la fantasía en los niños, así disfrutaban un poco de felicidad.

Gracias al cultivo del café se inspiró la creación de talleres que se especializaron en diseñar maquinaria para su proceso, así nació el taller de Filiberto Barrera, pronto se convirtió en fuente de trabajo para muchos que se inclinaron por ese oficio. Otros más lo fue el de Abel Aguilera ubicado en la segunda calle de Terán, un barrio muy oscuro —junto al taller se veía a la señora Bertha Gómez, en un anafre guisaba las exquisitas chalupitas, ella fue la pionera de este tipo de garnacha— lo mismo el de Adán Salvador Montes con las despulpadoras de café y, aunque difusa, en mi mente está la presencia de don Edmundo Moreno Dauzón, algunas veces le llevé recados de mi papá que también se dedicó a este trabajo de las secadoras y todo lo que confiere a ese ramo. En esos talleres se visualizaban esos rostros que la experiencia les fue encaneciendo el cabello, pero todos ellos con su disciplina forjaron una época, sus áreas de trabajo se tornaban en cierta musicalidad cuando desempeñaban sus labores cotidianas, el martillo, los cinceles, las brocas, el olor a grasa, el taladro, el esmeril, el soplete de la soldadura entre otras herramientas de utilidad para su trabajo; cuando la mente los convoca se hacen presentes.

Se tornaba en regocijo visitar el negocio de revistas de don Vicente Hernández (el muégano) y estar pendiente de la aparición del “EST0” y “Ring Mundial”. El de las hermanas Ronzón llamado” Élite”, la papelería de Manuelita frente a la escuela Enríquez, en ambas, los niños comprábamos sobres con estampitas para llenar el álbum en turno. El Restaurante Coronita –años después se llamaría Alameda y finalmente Arcos de Belén– y El Trébol, en donde se saboreaban ricas enchiladas de mole y tostadas, parecía ser cierto lujo de esos tiempos visitar dichos negocios gastronómicos. Parece una fantasía cuando en nuestra mente se dibujan aquellas mujeres con delantal soplando el anafre para preparar las garnachas, fue típico verlas por las noches en la plaza y diversos barrios atendiendo a quienes les brindaban su preferencia. Son tantas cosas que se pueden describir que formaron parte del Coatepec de aquellos años que el tiempo fue envolviendo en la nostalgia y están vigentes en el corazón. Continuará.

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *