El dogma como argumento
El dogma como argumento
Por
Pedro Peñaloza
“Gracias a la libertad de expresión hoy ya es
posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al
gobernante tampoco”.
Jaume
Perich
El ciudadano López Obrador oscila
entre ser el presidente y el candidato eterno. Un día riñe con todos los ajenos
a su iglesia, otro pide que “respeten su investidura”, después difunde un
documento, no verificado, de sus presuntos opositores, como un distractor a la
parálisis global de su gobierno ante la crisis múltiple.
La brújula del tabasqueño se
mueve a partir de reacciones primarias y tufos autoritarios. Su única frontera
y dique es Donald Trump, a él si lo respeta, obedece y vanagloria. Al mismo
tiempo, su discurso y comportamiento es arbitrario. Atropella, impunemente, la
campaña sanitarista de su propio gobierno, todo por ir a agitar un pedazo de
tela y dar luz verde a sus proyectos insignes, inaugurando la carrera electoral
para 2021. No podía esperar más.
AMLO señala constantemente que,
“estamos domando la pandemia”, cuando las muertes van en ascenso. Es incapaz de
plantear un paquete de medidas económicas más allá de sus disparos
asistencialistas ya conocidos y aprobados presupuestalmente. De nada sirven los
graves diagnósticos de organismos internos y externos que describen la
pesadilla en la que estamos y la que viene. Su pensamiento no se rige por datos
duros, ni oficiales, sino por dogmas y creencias. Por ello, ostenta estampitas
y símbolos religiosos como factores protectores ante los males terrenales. Su
mundo no es de ésta galaxia. La realidad la inventa y decreta diariamente desde
su púlpito en las misas de 7, donde cuenta con acólitos que esparcen incienso
en la exoneración o condena de los pecadores y/o arrepentidos de su reino.
Con el tabasqueño no hay debate
ni discrepancias posibles. Su ultimátum es demoledor: no hay medias tintas, no
hay tonalidades grises, la vida política para él es bicolor: “estas con o
contra mí”. Por eso, suelta la antidemocrática ocurrencia de que solo haya dos
partidos: el liberal y el conservador. Para él las dudas y matices son para
filósofos atenienses. Su verdad es un decreto que no está en revisión. Por eso,
su partido tiene un modelo staliniano de decidir.
En efecto, sus gritos
democráticos del pasado hoy son manotazos desde su inmenso poder. Mientras el
país se incendia entre la inseguridad pública, las violencias y el nuevo
desempleo masivo, él subestima las llamas, ignora que la pradera está seca y
que el fuego también lo puede envolver. Su pánico de perder la mayoría en la
Cámara de Diputados lo puede llevar radicalizar sus dogmas. Cuidado.
pedropenaloza@yahoo.com @pedro_penaloz