El enanismo político
Pedro Peñaloza
«Los cobardes mueren muchas veces antes de morir».
Mahatma Gandhi.
1. Ajuste de cuentas en el PRD. El partido del sol azteca es una caricatura de partido. Lo tomaron por asalto un pequeño grupo de analfabetos que se visten de «modernos». El PRD es un cascarón vacío, no hay discusión interna, no hay análisis de la realidad mexicana (menos internacional), la dirección política es simplemente la sumatoria de concesiones al Gobierno y la satisfacción de apetitos clientelares; en efecto, dicho partido no representa ya al descontento social, al contrario tendencialmente se está convirtiendo en un freno. La exclusión de Ebrard y Bejarano, sólo es un pequeño capítulo de una historia que aún no concluye, es el manejo tosco y burdo de las venganzas y las consignas; las primeras son resultado de la disputa por las hegemonías superficiales y las segundas, sin duda, resultado de un acuerdo con el grupo gobernante para tener un grupo parlamentario dócil y mediocre.
Precisemos: Ebrard no es ningún líder opositor consistente, no es un hombre de izquierda, en el sentido lato del término, es un socialdemócrata deslavado y altamente pretensioso. Recordemos sólo un ejemplo para descifrar su perfil, fue Marcelo, siendo Secretario de Seguridad Pública, quién (con el aval de López Obrador) impuso a la Asamblea Legislativa inflar la penalidad de los delitos, especialmente el robo, produciendo la detención y encarcelamiento de muchos cientos de jóvenes ladrones de poca monta, saturando las cárceles y criminalizando a los pobres. Sólo ese dato lo dibuja con claridad; en el caso del marginado Bejarano, no se requiere mucha tinta, este personaje es un especialista en el pragmatismo y en los reacomodos, lo cual lo hace moldeable a éste PRD. En conclusión, el PRD ha venido tirando a la coladera su original capital político cosechado desde 1988. Ahora pasó de tener una dirección política nacionalista radical a ser una izquierda satelital al poder y sin ningún rasgo de izquierda anticapitalista.
2. La derecha radical en su laberinto. En el frente panista, el panorama no es nada alentador para el impulso de la democratización del país. La dirección política es una mezcolanza de provincialismo, pragmatismo y oportunismo, su comportamiento ha sido errático y cómodo para el gobierno. Usaron el pactismo para emerger de su crisis interna y de su ausencia en las luchas sociales más significativas; ahora, han desechado momentáneamente el colaboracionismo y se han puesto el disfraz de radicales, apostando a capitalizar el descontento de la población, aunque irónicamente, el deterioro de la confianza ciudadana proviene también de las erráticas políticas de los 12 años del panismo. Ninguna autoridad política tiene el blanquiazul para convocar al «cambio de rumbo», puesto que tuvieron la posibilidad de desmantelar los pilares del corporativismo y el presidencialismo, y no los tocaron ni un ápice, es más, reforzaron dichos controles autoritarios. De nueva cuenta, el travestismo «radical» del panismo se ofrece en esta temporada electoral. Veremos quién les cree.
3. El regreso del PRI que nunca se fue. El peñismo encara la coyuntura en condiciones ambivalentes, por un lado sigue siendo la fuerza política más arraigada y extendida nacionalmente; por otro lado, la figura presidencial se localiza en los más bajos niveles de aceptación que se recuerde en el periodo reciente. Es evidente, que ese 30%-34% que dicen las encuestas posee el PRI en la intención del voto será suficiente para tener mayoría en la cámara de diputados (y más con el porcentaje de esa cosa llamada partido Verde), y quizá ganar la mayoría de las gubernaturas. Pero, más allá de estos posibles resultados, el partido del gobierno está atrapado entre los fórceps de la vieja ideología nacionalista y los dictados del capitalismo financiero.
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