Destacado

EL NICHO VACÍO

Comparte

 

 

(parte una de dos)

Para recordar a mi hermano Ramiro,

les comparto uno de sus cuentos favoritos.

 

 

El ataúd que contenía el cuerpo de la tía Venturina, soltera de 91 años, descansaba en el centro de la capilla familiar en el cementerio Antiguo. La tía Venturina era la única hermana de mi abuelo. Los veinte nichos que había mandado a construir el bisabuelo en 1905 aún no estaban todos ocupados. Don Francisco Villar (mi bisabuelo), compró a perpetuidad el terreno y dijo que ahí debían descansar en paz, él y su mujer, sus hijos y sus nietos.

Y en efecto, ahí descansaban; hacía más de veinte años, la tía Victoria, quien estudió en el Colegio de las Vizcaínas, en ciudad de México; el tío Libertario quien murió de apendicitis en 1944; la tía Evangelina que, murió de parto la noche del temblor el tres de enero de 1920; el tío Robespierre, asesinado en un asalto en 1916 en el camino viejo a San Antonio Tepetlán; el tío Juan Coss esposo de la tía Victoria, que murió a consecuencia de tres balazos cuando viajaba en el tren Interoceánico, cerca de Tepeyahualco, dijeron que fue por una confusión de apellidos; también ahí reposaban los restos del bisabuelo Francisco, llevados desde Papantla, fusilado por Hilario C. Salas, Francisco Villar era el jefe político del ex cantón de Papantla; la bisabuela Margarita muerta a los 99 años; los papás de la bisabuela Don José María y doña Faustina, los tres hijos de Robespierre, muertos de viruela negra cuando aún no contaban tres años; también ahí descansaban Trinidad y Joaquinita, las esposas de Libertario y Robespierre. Asimismo, estaban las gemelitas Esmeralda y Rubí con su padre, el tío Dantón.

 

Cuando conté las lápidas con los nombres, sumaban diecisiete y solamente había dos nichos vacíos, entonces le pregunté a mi hermano, que a quien más habían sepultado ahí, si solamente mi abuelo y su hermana Venturina tenían llave de la capilla y la reja solo se abría el dos de noviembre. No tuve respuesta.

La tía Venturina dueña de tres fincas productoras de café, y tres coches mercedes, había heredado de un tío hermano del bisabuelo. Ahora sus propiedades, ella, las legó a sus sobrinos. La finca “Abisinia” donde se encontraba el beneficio para café, tenía una casa de campo con cuatro recámaras dobles, una gran sala y una bien equipada cocina poblana, con horno, tres metates, un molino para trigo, dos grandes alacenas, ahí se guisaban exquisiteces y se hacían excelentes comelitones. En aquella casa muchas amistades de la tía disfrutaron muchos fines de semana. A la tía le gustaba ir al puerto de Veracruz con una o dos amigas, con su bien alimentado perro y su fiel chofer. Se hospedaba en el “Diligencias” y pasaba la mañana recostada en algún mecedor de la playa charlando con sus amigas y por la tarde saboreando un aromático café en La Parroquia, mientras Zeus, su perro, era paseado por Jerónimo, el chofer.

 

Amigos, la continuación de este cuento coatepecano, aparecerá en la próxima edición. Acuérdense de “A los recuerdos, no le cierres los ojos, aunque la realidad esté oscura

 

¡Ánimo ingao..!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *