“EL NOMBRE DE LA ROSA”, SEGÚN SU AUTOR
“EL NOMBRE DE LA ROSA”, SEGÚN SU AUTOR
Como todos los sabemos, en el
año de 1980, Umberto Eco (1932-2016), Semiólogo y Escritor italiano, escribió
su novela “El nombre de la rosa”, misma que más tarde fue llevada a la
pantalla cinematográfica, teniendo como actor principal al británico Sean Connery
(1930-2020), quien se inmortalizo con la interpretación de varias cintas como
el Agente 007. En esta ocasión deseo plasmar algunos comentarios que Eco hizo
acerca de su propio libro. Recurrir a lo autobiográfico es poco común, porque
se espera como más válido, las palabras y los juicios que expresan los
conocedores, críticos y reseñitas literarios.
“Entre los 46 y 48 años,
escribí mi primera novela, “El nombre de
la rosa”. Las motivaciones que me llevaron a escribirla son múltiples, sólo
afirmo que me entraron ganas de escribir una novela es una motivación más que
suficiente. Nació de una idea seminal que era poco más que una imagen: esta fue
la que se apoderó de mí y me hizo desear seguir adelante. Nació cuando hirió mi
imaginación la imagen del asesinato de un monje en una biblioteca”.
“Pensé, que tenía ganas de
envenenar a un monje. En sentido literal desencadenó una serie de preguntas
sucesivas sobre por qué quería llevar a cabo ese crimen. El hecho es que esa
imagen, la del monje asesinado durante la lectura, me pidió en determinado
momento que le construyera algo a su alrededor. El resto nació poco a poco,
para dar sentido a aquella imagen, incluida la decisión de situarla en la Edad
Media. Me pasé año y pico, si bien recuerdo, sin escribir una línea, Leía,
hacia dibujos y diagramas, inventaba un mundo lo más preciso posible, de manera
que pudiera moverme en él con absoluta familiaridad”.
“También dibujé centenares de
laberintos y de planos de abadías, basándome en otros dibujos y en lugares que
iba a visitar. Necesitaba que todo funcionara, tenía necesidad de saber cuánto
tiempo emplearían dos personajes para ir hablando de un sitio a otro. Y esto
definía también la duración de los diálogos. Dibujé a todos los monjes de la
abadía. Los dibujé casi todos con barba, aunque no estaba nada seguro de que
por aquel entonces los benedictinos llevaran barba, y luego eso constituyó un
problema filológico. Yo quería que el lector entendiera a la perfección cómo
estaba hecho el ambiente”.
“En “El nombre de la rosa” el estilo es aquel (siempre homogéneo) del
cronista medieval, preciso, fiel, ingenuo y asombrado, cuando es necesario
llano. Dicha novela se desarrolló en siglos bastante remotos, pero en los que
se hablaba con lengua distinta, ese latín eclesiástico. Aquí había que obedecer
a la secuencia apocalíptica, el tiempo de la trama pedía coincidir con el
tiempo de la fábula: la historia empieza con la llegada de Guillermo y Adso a la
abadía y acaba con su marcha. Fácil también de leer”.
“Para esta novela me había ido
construyendo una especie de horario o calendario secuencial, intentando
determinar qué debía suceder en una semana, día tras día. Lo bueno es que estos
esquemas son férreos si uno los ve uno por uno, pero tengo los cajones llenos
de esquemas hechos una y otra vez, a medida que la novela adelantaba. “El nombre de la rosa”, en sus versiones
definitivas, estaba escrito a máquina. Luego, la corregía, la volvía a
mecanografiar, a veces recortaba y pegaba; al final se lo di todo a una
dactilógrafa y luego aún corregí, sustituí, pegué. Pero con la máquina de
escribir puedes corregir hasta cierto punto. Te cansas de mecanografiar, pegar
y volver a mecanografiar. El resto lo corriges en galeras, y ya está”.
“La tristeza empieza cuando la
novela está acabada. Esta es la única razón por la que desearía escribir otra
inmediatamente. Pero si no está ahí, esperándote, es inútil acelerar los
tiempos”. (Véase el libro de Umberto Eco, titulado: Sobre literatura, México, 2017, Penguin
Raudom House, Grupo Editorial, 347 pp.).