EL SHOW TIENE QUE CONTINUAR
EL SHOW TIENE QUE CONTINUAR
Por: Alejandro García Rueda
Aunque alguna paradoja no nos deje verla
claramente, la amenaza de un retroceso en México es latente. No solo aparece en
periodos electorales, se percibe en el día con día.
Está en las delaciones y en las acusaciones
falsas; en las condenas por hechos no corroborados; en los castigos infundados;
en las cohortes fraudulentas, en el estigma inquisidor del rumor y en la
dictadura de los trascendidos.
La caída de las torres gemelas en Septiembre de
2001 lo cambió todo. En un mes el congreso estadounidense aprobó una guerra
jurídica anti terrorista dando cobertura legal a acciones que en realidad no lo
eran tanto, como la tortura a la que eran sometidos en las prisiones de
Guantánamo, en Cuba y Ghraib, en Irak.
De ahí en más, en distintos sistemas jurídicos
del orbe se ha dado una creciente tendencia a tratar a las personas no como
ciudadanas, sujetas de derechos fundamentales sino como parias o enemigos del
orden establecido.
Hace unos días se desmontó en España un
supuesto escándalo de corrupción en el que involucraron al líder de Podemos,
partido político de izquierda y al presidente de Venezuela.
Tanto la documentación presentada para
acreditar los hechos como los datos publicados por OK diario digital resultaron
ser falsos, pero la verdadera noticia no es que se haya descubierto que esa
información fue maquilada desde el gobierno, sino que habrá quien siga
retransmitiendo disparates a los cuatro vientos.
En su momento, estos próceres serán capaces de
afirmar que no tienen nada qué ocultar y ¿sabe qué? cuando lo digan tendrán
toda la razón, porque al final del día la realidad estará a la vista de todos.
No es una lucha ideológica a la que asistimos,
sino una batalla por los privilegios, por el poder de excluir, de aprovecharse
e incrementar el amasijo de poder.
Claro, es más fácil cuando el sistema está
reorganizado a modo: Los afines ya se ubican en puestos clave y se trabaja en
las pruebas. Para entonces ya se tiene un culpable, ya fue emitida una condena
y una maquinaria mediática dispuesta a participar activamente.
Después de un tiempo importará poco si lo que
se dijo era parte de la realidad o no, porque el chiste es desacreditar al
adversario. Vaya, ejemplos de ello también los tenemos alrededor de
Latinoamérica.
Afortunadamente a Pablo Iglesias le han acusado
de recibir dinero del presidente Nicolás Maduro, no de violentar a grupos
vulnerables. Dicho de otro modo, le salió barata la factura pero ¿por qué? El
político se hubiera visto obligado a pasar muchos años tratando de desmentir la
información y su imagen se hubiera desgastado en la búsqueda de fórmulas para
resarcir cualquier daño.
No se trata de una mera teoría conspiranóica o
apocalíptica. Ahí está a la vista lo que pasó con el entonces presidente de
Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, a quien —acorde con el Comité de Derechos
Humanos de la ONU— se investigó y enjuició violando derechos como el ser
juzgado por un tribunal imparcial, su derecho a la privacidad e incluso sus derechos
políticos.
En su momento, Glenn Greenwald, un hombre que
sin haber estudiado periodismo ganó un premio Pulitzer (el mayor reconocimiento
periodístico en Estados Unidos) publicó unos antiguos chats en los que
participaban el juez Sergio Moro y los fiscales del caso Lava Jato, uno de los
mayores escándalos de corrupción de la historia de Brasil por el que el ex
mandatario terminó preso.
De ser un rockstar que aparecía en un sinfín de
publicaciones como paladín de la justicia, el juez, promovido a ministro, pasó
a ser el enemigo público ¿cómo sucedió? En esos diálogos, Moro dió
aparentemente información estratégica a los fiscales sobre la manera en que
tendría que llevarse el proceso, algo prohibido por la legislación carioca.
La guerra jurídica en contra de Lula comenzó
con el juicio político a Dilma Rousseff, la sucesora del oriundo de Vargem
Grande y continuó con la salida a la luz del caso Lava Jato, cuyo objetivo,
según la politóloga Arantxa Tirado, era perseguir al ex mandatario y evitar que
volviera a presentarse a las elecciones.
En nuestra política hemos visto a
«luchadores incansables contra la politización de la justicia» que
hacen todo lo contrario, pero ojo que de lo que se trata es de armar un caso
que genere consensos.
Si hay algo verdaderamente legítimo por lo cual
luchar es justamente la corrupción. Así es como diversos frentes le ponen
zancadillas a lo que puede significar un golpe a sus intereses.
Ya no se puede invadir un país tan fácil, los
ataques y los bombardeos carecen de la prensa que antes tenían y el asedio a
ciertos países se percibe más como parte de un juego de intereses que como
acciones de buena voluntad en favor de alcanzar un bien mayor. La gente ya está
entendiendo lo que significa la democracia y lo que es ir tras los recursos
naturales.
Cuestión de Análisis
El tratamiento de casos como los de Lula e
Iglesias en la prensa es escandaloso, pero también se trata de un intento de
respuesta por parte de ciertos grupos para intervenir sin estar tan expuestos
al rechazo de la opinión pública.
Existen medios de información que sin tener la
mínima duda dan por hecho la culpabilidad de una persona, que entran en la
refriega del golpeteo mediático poniéndose la camiseta de sucursales del
Ministerio Público o de la propia Fiscalía General de la República y que cuando
se da un dictamen oficial diametralmente distinto no dan la misma cobertura que
a todo lo demás. Hay medios, plenamente identificados que son utilizados como
un arma de destrucción masiva de reputaciones; sin embargo la buena noticia es
que hay otros ecosistemas mediáticos capaces de dar una cobertura mayor y más
equilibrada.
Basta leer los titulares para darse cuenta del
enfoque de la noticia, para reconocer quién queda como víctima o victimario y
para descubrir si se revela el origen de cualquier chismorreo de Estado.
La ultima palabra no es la de los medios,
tampoco es la de la clase política que está «en la parte de arriba»
sino la que proviene desde el clamor «de los de abajo» porque es ahí
donde se ejerce mayor presión.
Y es que hay un lujo que México no puede darse:
No contar con una representación que ponga freno a este tipo de argucias.
Claro, expresarse en las redes sociales cuenta,
pero se logra más fuera de ellas porque el poder tiene tentáculos y éstos
llegan a los bolsillos.
El tener buena representación es el primer paso
hacia una dirección diferente, en la que si se publica una noticia falsa y se
añaden declaraciones del afectado haya algo más por hacer que decir a los
cuatro vientos que todo está bien. No lo está.
Una vez desmontado todo enredo…entonces sí,
el show tiene que continuar.