En Arenas movedizas
Pedro Peñaloza
“Ojalá, podamos tener el coraje de estar solos
Y la valentía de arriesgarnos a estar juntos”.
Eduardo Galeano
1. Juegos de poder y la mirada sin retrovisor. El Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, señaló hace unas horas, que «está en juego el desarrollo del país». Es una buena frase para encabezar periódicos, pero el ciudadano general omite decir el origen y la génesis de la crisis mexicana. El militar llama a «sumar y tomar decisiones acertadas para ponderar desafíos y consolidar el rumbo». ¡Caramba! El titular de la SEDENA sigue sin decir algo más que convocatorias abstractas. ¿Acaso el General Cienfuegos se convirtió en el vocero de los acuerdos políticos? Qué paradoja que ahora el discurso de las fuerzas armadas se centre en vectores políticos y en reclamos de «juicios injustos». El descontrol en las filas del grupo gobernante modificó roles y apuntaló realineamientos. Habría que recordarle al general secretario que los militares no tienen ni mayores ni menores derechos que cualquier civil. Quizá lo olvidó.
2. De la esperanza a la desesperanza; y del dolor al rencor. El informe del Procurador Murillo Karam cerró y abrió una etapa. Sí, el titular del Ministerio Público Federal se colocó en el centro del huracán y anunció un conjunto de hechos y derrumbó creencias y expectativas. Murillo, y con él su jefe, el inquilino de Los Pinos, saben a ciencia cierta momentos y hechos cruciales, que tal vez administraron y usaron en el momento oportuno. Quizá.
Decir, o mejor dicho, plantear que hay serias posibilidades de que un montón de vestigios «cenizas» los normalistas desaparecidos, es el banderazo para todo, para la confrontación, para potencializar la incredulidad, para socializar rabias e impotencia, para desestructurar o multiplicar el movimiento justiciero. Para todo, sí, para todo ha servido el informe de Murillo. Solo las futuras comprobaciones científicas darán luz o incrementarán la oscuridad.
3. Una agenda monotemática, pero insuperable. Ayotzinapa es el núcleo de una crisis, pero también es parte de las múltiples asignaturas pendientes que atraviesan el país, a saber, la discriminación y clasismo para los segmentos pobres y marginados; estudiantes precarizados, herederos de todas las desigualdades; prisioneros de las asimetrías regionales y poblacionales, sin más futuro que el que se puedan forjar con esfuerzo personal y escapándose de los parámetros excluyentes de un mundo contaminado de acumulaciones materiales efímeras y superficialidades transitorias. Normalistas que tuvieron que ser protagonistas de una desgracia para que los reflectores apagados para ellos se encendieran y develaran sus miserias y su alejamiento constante del bienestar o de los «igualadores sociales», que ensalzan los promotores del «capitalismo justo».
4. El izquierdismo y su papel cómplice del sistema. En medio del terrible dolor y del sentimiento generalizado de impotencia y desazón, suelen emerger los infantilismos y los desplantes radicales. En un ambiente en donde todo se vale, los «vanguardistas»realizan «acciones ejemplares», para «acelerar las contradicciones». Son los clichés de siempre, como ya los describió el viejo Lenin, juegan el papel del reverso de la moneda del oportunismo, como siempre los rebases por la izquierda de los movimientos pacifistas le caen de perlas a la clase dominante. Polarizar y enfrentar físicamente las fuerzas del Estado es la coartada perfecta para la represión y para el aislamiento de los movimientos. Los tiempos que vivimos están marcados por la confusión y la ocurrencia. El curso de este proceso de indignación social se puede ir a la cañería si no se distingue lo posible de lo deseable. La experiencia histórica nos advierte que sustituir la organización paciente de las masas con acciones «espectaculares», es un camino directo y sin escalas al fracaso y al desánimo social. Los errores de conducción se pueden convertir en el próximo reflujo del movimiento de masas. Cuidado.
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