El Valor de Nuestra Gente

En busca de la sociedad civil

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Linda Rubi Martínez Díaz

 

Hola amigos lectores, les saludo con el cariño de siempre. Los tiempos políticos se deben vivir diariamente, pues como ya decía Aristóteles, el hombre es un animal político, vive y le debe su ser a la polis, por lo que confundir este noble trabajo a lo electoral es menospreciar una tarea permanente y esencialmente humana. Además, estar al tanto de los asuntos públicos, por  su misma definición colectiva, debe involucrar a todos los sectores definidos de acuerdo a sus intereses de grupo, los cuales son portavoces de sus necesidades más apremiantes. Sin embargo, a diferencia de la política ejercida en un estado-nación como la Atenas de Pericles, la cual se distingue no sólo en número a los mega-estados actuales, la situación actual es más compleja pues debemos afrontar la diversificación de los intereses que ya no apuntan a un bien común unitario, pues se debe ahora responder a sectores históricamente desfavorecidos de acuerdo a su género, atendiendo a sus creencias y tradiciones, o teniendo como hilo conductor sus necesidades específicas de subsistencia más apremiantes.

            En ese tenor, la representatividad electoral parece haberse consolidado en nuestro país, gracias a la implementación de cargos ediles en los municipios, o a los legisladores plurinominales en las diversas cámaras locales y federales. Incluso, la ley de equidad de género es una muestra de la justicia distributiva tan apremiante que no sólo interprete el contexto social desde el panorama de la igualdad humana, sino también desde el respeto hacia las diferencias. Sin embargo, una vez que pasa la efervescencia electoral y los representantes toman posesión de sus cargos, parece olvidarse entre la población la tarea pública de evaluar el desempeño de sus funcionarios, así como de utilizar medios alternos para hacer su participación más efectiva.

            Más allá de la representatividad, hoy en día urge el ejercicio de la ciudadanía, de buscar caminos para expresar el empoderamiento que cada quien tiene no sólo por naturaleza, sino por ley. La polis la constituimos todos así que relegar nuestro papel real nos convierte en meros usuarios pasivos de la democracia. ¿Cómo ejercer entonces nuestro poder propio? Al participar, al denunciar las injusticias de unos sobre otros, al colaborar y cooperar en las tareas donde podemos significar la diferencia. El verdadero progreso democrático no sólo consistirá en realizar elecciones transparentes donde podamos elegir sin coacción al mejor representante, o en que el estado de derecho sea real y aporte el escenario idóneo para hacer cumplir la ley. También depende de la realización de la Sociedad Civil, esa colectividad racional que sabe sus necesidades y busca resolverlas por sí misma.

Parte de esta tarea es de cada quien, por ello invito a ustedes amigos lectores, a buscar dicha participación, a no seguir pensando al gobierno como la única entidad que ejerce poder, y sobre todo a evitar verlo como el que tiene que solucionar todos los problemas sociales. Ese será el reto para poder superar la vieja política de partidos.

            Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga.

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