Entre espadas y escudos
Cuarto Acto
Entre espadas y escudos
*Algo que pocos saben o entienden
Por: Alejandro García Rueda
Hace no mucho, quien esto escribe se encontraba
escuchando un podcast en el que se afirmaba que hay historias que no tienen
retrovisor.
Este espejo te permite observar los vehículos,
personas y objetos que están a tu alrededor o a través de la ventana posterior.
Además, te da la posibilidad de ver de dónde vienes y, de alguna manera, te
ofrece pistas sobre a dónde vas. Dicho de otro modo, el espejo retrovisor marca
el futuro y lo mismo pasa cuando una figura pública da una entrevista.
Ahora, las nuevas tecnologías permiten no solo
consumir contenidos sino también participar de la producción de los mismos. De
esa tendencia —cuyos escarceos más notorios datan de 2016— nace el concepto de
prosumer y como tal, el autor de este artículo ha reafirmado que el abrir paso
a estos espacios es justo y necesario.
Con la inauguración de una nueva era en la
política local, merece la pena que quien deseé construir un futuro dentro de
este ámbito pondere todo lo que a través de ella puede lograr.
La entrevista es, entre otras cosas, el puente
que nos acerca a conocer vida, obra y probablemente, milagros de una persona,
pero además nos permite ver una radiografía de su ideología y es que con las
ideas se camina, pero también se transforma.
El escritor, novelista y periodista colombiano
Gabriel García Márquez decía que la mejor noticia no es siempre la que se da
primero, sino muchas veces la que se da mejor. Lo mismo pasa con la entrevista,
con la capacidad y la posibilidad de contar una historia.
El público se asombra con el aquí y el ahora y
—en un medio en el que se usan verdades para decir mentiras— bien valdría
comenzar a desmitificar y propinar certezas.
La entrevista da oxígeno a la imagen porque
contribuye a poner de manifiesto cuando existen medias verdades. Está claro que
no se puede bajar la guardia, porque la credibilidad siempre está en juego. De
ahí que este recurso resulte clave.
Más allá de cualquier artificio poético, el
ejercicio tiene algún mérito cuando la audiencia escucha lo que está deseando
saber, pero el blasón será mayor cuando se entere de lo que ni siquiera sabía
que quería conocer. Ahí cabe la cuestión de los estilos.
No es menester hacer juicios de la labor
periodística que se ejerce desde otros espacios. El alcance en términos de
seguidores es una métrica distinta a la profundidad y la sustancia de la
información, pero el tener una presencia favorable en los medios recala en el prestigio
y la reputación.
En este país, las críticas son de fácil acceso,
no así la conversación libre de veredictos y quien suscribe prefiere que la
persona con la que charla diga lo suyo y tome el micrófono sin cortapisas.
El lado B: El conductor
El espejo retrovisor permite situarnos, por
ejemplo, en la década de los noventa, cuando las entrevistas a políticos
provocaban disgusto porque aparecían a cuadro personajes que no tenía en
realidad algo por decir.
Las fórmulas para llegar al éxito siempre serán
distintas, pero situándonos en el hoy, un elemento común es sin duda el nivel
de preparación y el cuidado que se pone a una entrevista. Las cosas han
cambiado para bien, porque la conversación termina cuando el invitado se cansa,
cuando no hay algo que lo motive a seguir o cuando los argumentos del
comunicador y/o el entrevistado son finalmente desmontados.
En 13 años de trayectoria, quien suscribe se ha
percatado de que —más allá de los conceptos— no hay más que comenzar la
grabación, escuchar y dejar que el invitado de su respuesta. Hay tiempo para
todo, incluso, para entrar en la sala de interrogatorios, en la corte o subir
un par de peldaños para dar un sermón desde el púlpito, pero en la entrevista
debe haber algo diferente porque se tiene la oportunidad de hacer las cosas con
la valentía y la ingenuidad de un niño, con el rigor de un profesional que sabe
domar los tiempos y conoce el secreto para escapar del aburrimiento.
El buen conductor de una entrevista no es
siempre el que confronta o agrede sino el que tiene la habilidad de explotar algo
que muy pocos saben o entienden: Que la escucha activa y el dejar que las
personas expresen su punto puede ayudar también a desmontar sus argumentos.