Equipo de limpieza
Rafael Rojas Colorado
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Finalizaba el verano de 1968 cuando pisé por vez primera aquella área de trabajo. Las manecillas del reloj que pendía de la pared marcaban las seis de la mañana. En ese momento vi a ese grupo de obreros vestido de color blanco y cubriéndose hasta la cintura con pantalones de hule especial para protegerse del agua. Animados iniciaban la jornada laboral de ese día. Ellos me trasmitirían su conocimiento y vasta experiencia. El departamento se ubicaba en la segunda planta de la fábrica. Poco a poco la claridad comenzó a penetrar por los cristales de los amplios ventanales. La elevada temperatura ambiental, el olor de la leche en proceso y el trajín de los trabajadores provocaron desde ese momento en mi alma cierta musicalidad que aún perdura en el transcurrir de los años.
Apenas recuerdo mi edad, más o menos dieciséis años. Mi niñez acababa de expirar y mis primeras andanzas de adolescente se quedaban prematuramente atrás, porque un nuevo camino de responsabilidad se abría a mi paso. En mi mente se dibujaban los primeros planes y las ilusiones me persuadían coquetas.
Mi aprendizaje consistía en desarmar, lavar, sanear y esterilizar los equipos para el proceso de la leche condensada. Me apliqué con amor y entusiasmo a esa primera labor, con la plena conciencia de lo que la responsabilidad de ese trabajo significaba, porque en dichos equipos se procesaban productos alimenticios destinados al consumo del cliente. La evocación penetra en la bruma para ver aquellos rostros juveniles, plenos de vigor y alegría, armonizando en equipo el trabajo para un mejor desempeño: Víctor Herrera, Luis Montero, Bernardo Andrade Martínez, Francisco Colorado Estévez, Bartolo Rueda, Francisco Colorado Jiménez y Luis Gómez; día con día, de la seis de la mañana a las doce del día, se les veía realizando su trabajo con eficiencia y eficacia.
El departamento se pintaba de mil colores, el zumbido de bombas y motores ausentaban el silencio y armonizaba con las risas, chiflidos, cantos y bromas de mal gusto de los obreros. El entusiasmo, la alegría y el empuje fue el espíritu que distinguió al equipo de limpieza de otras áreas de trabajo de la planta productiva.
Los condensadores esperaban impacientes que dejáramos listos los equipos, para que ellos abrieran las válvulas de vapor y acondicionar lo necesario para el buen proceso de la condensación de la leche. A estos obreros, a quienes se les llamaba “el alma de fabricación”, los acerca la dulcificación de la añoranza: Hilario García Mávil, Erasmo Muñoz Méndez, Rafael Arredondo Colorado; auxiliados por los clarificadores: Ángel Reyes, Ricardo Rodríguez Susano, Luis López Solís y, su eterno relevo, Augusto Martínez Ruiz; todos ellos expresaban la emotividad, el coraje y la fuerza de aquella acrisolada juventud. Sin duda fueron momentos de dicha y felicidad, donde florecieron infinitos sueños de superación personal que hoy nos roza suavemente la inevitable nostalgia.
En esas áreas de trabajo los obreros afloramos sentimientos de pertenencia y fuertes emociones en aras de la productividad y del bienestar familiar, en una etapa de nuestra vida en la que lo que parecía imposible lo hacíamos posible. Los compañeros que menciono tan sólo son algunos de los muchos trabajadores que desempeñaban su labor en los años sesenta en el departamento de fabricación de leche condensada de la fábrica Nestlé, compañía de origen suizo que inició sus actividades productivas en esta provinciana tierra coatepecana en el año 1956, generando empleos y elevando el nivel de vida de esta hermosa región.
En la actualidad observo la notable evolución de la Sección 3 Nestlé en la ciudad de Coatepec y de aquellas primeras generaciones que palpitaron cuando mediaba el siglo XX y que fueron cimiento y pilar de la fuerza de trabajo para elevar la producción no queda una sola alma en la planta productiva, pero sus huellas son imperecederas en las páginas que conforman esta bella historia de amor y de trabajo. Un abrazo a todos mis ex compañeros de trabajo y un recuerdo a la memoria de los que ya no están con nosotros.